Soy un duende que trabaja en el taller de Nicolás o Papá Noel, como le dicen ustedes. Es probable que no me creas. Pero te entiendo, no te preocupes. Yo tampoco lo creería, sobre todo porque mi apariencia es la de un tipo normal. No somos bajitos, ¿sabés? Eso es parte del cuento que les leen a los niños. Quizás para lograr más empatía con ellos, no lo sé. Nunca entendí las mentiras de los adultos. ¿Qué cuánto mido? Un metro sesenta.
¿Cuál es mi edad? Y... basta que te diga que soy lo suficientemente grande para tomarme un jugo de naranja en el bar del Fin del Mundo. Desde acá el Polo Sur no está tan lejos. No me mires así. Si todavía no se te ocurrió visitarlo, no es mi culpa. Está acá nomás. Menos de una hora en trineo, si el viento está a tu favor. ¿Cómo que no sabés manejar un trineo? ¿Auto? No, no sé qué es eso. ¿Vuelan?
Así que pensabas que sólo Papá Noel usaba trineo. Qué ingenuos son ustedes: todos tenemos trineos. A Nicolás sólo le gusta ostentar y ser diferente y único, por eso agregó diez renos más. Pero la verdad es que con dos te alcanza y sobra. Te sale más barato, también. Imaginate alimentar y cuidar a doce renos. Ah, cierto, que nosotros nos encargamos de eso.
No debería quejarme, igual. Tenemos obra social y estamos en blanco. Es más de lo que me daban en mi último trabajo, sin contar que sólo abrimos el taller la mitad del año y la otra mitad estamos de vacaciones. Viene bien de vez en cuando cambiar de aire; ver otra cosa que no sea nieve y renos, nieve y regalos, nieve y Sibylla...
¿Qué? No, no. Sibylla no es una planta. No, tampoco una comida. ¿Cómo se te ocurre?
Sibylla es administrativa. Pero no me mires así, tiene buen corazón. Al menos tiene el mío.
¿Hace cuánto que la conozco? Más de lo que desearía, mucho más. El problema es que para ella no existo. O me quiere como amigo, según como quieras verlo. A fin de cuentas, es lo mismo.
En cada uno de mis viajes alrededor del mundo busco el regalo perfecto. Este año le traje unos cubiertos de adamantio, capaces de cortar cualquier cosa, porque se había quejado en el almuerzo que la carne estaba dura. No es fácil encontrar comida de calidad en el Polo Sur.
¿Si le gustó? No, claro que no le gustó. Son cubiertos. No sé en qué estaba pensando. Siempre que pienso en Sibylla, cometo esta clase de tonterías. Sólo quería demostrarle que la escucho y me preocupo por ella. En cada uno de mis viajes pienso en ella; me gustaría que estuviera ahí, conmigo, en vez de que solo fuera mi destino.
No es tan fácil como decís. No puedo invitarla a compartir el mundo conmigo. Sibylla es muy hogareña; nunca sale del Polo Sur. Está totalmente enamorada de la nieve, por eso intento traerle un recuerdo y una historia. A ella le encantan las historias. Puede que los cubiertos este año no hayan resultado de lo más interesantes, pero tendrías que ver su cara cuando, por fin, conseguí la manzana de la discordia.
La mitología es su gran pasión. Estaría muy contenta de escuchar que vos la consideras un mito. Para mí es una ofensa, así que dejá de decirlo, pero a Sibylla seguro le gustaría. Ella no es como los demás. Seguro que estaría fascinada al ver alguien de tu especie, sobre todo saber más acerca de tus costumbres y tu forma de vida.
No me mires así, tan asustado. No voy a secuestrarte, ni nada parecido. ¿Qué te pensás? No puedo llevarle más trabajo a Sibylla. Nunca le llevaría un ser vivo al que tuviera que cuidar y alimentar. Además, yo terminaría haciéndome cargo de vos. Para eso estamos nosotros. Así que guarda la billetera y la foto de Milagros, no hace falta. ¿Qué? Por supuesto que sé su nombre. Sé los nombres de todos los chicos que están en mi sección. A nosotros nos corresponde este país, por eso vengo a visitarlo tan seguido también. De alguna forma lo siento cercano. Y no te preocupes, va a obtener lo que pidió: un unicornio. De peluche, claro. Vaya imaginación que tienen ustedes.
Sin embargo, no vine acá por eso. En realidad, no sé por qué terminé acá, hablando con vos, cuando debería estar trabajando. ¡Hoy es veinticuatro! No debí haberme escapado cuando sólo faltan unas horas para la medianoche. En realidad, ya está todo listo, pero a Nicolás le gusta tanto ser el centro de atención que nos obliga a despedirlo desde el taller. No está en el contrato, es cierto. Pero si no vas, creeme que Nicolás te lo va a recordar y pobre de vos si después necesitás algo, como un día libre o un par de horas extras.
Así que vamos, simulando algarabía, y tiramos papelitos de colores que después limpiamos. Por lo general, no me molesta, pero hoy no estoy de humor para toda esta farsa. ¡Sibylla comenzó a salir con otro duende! No soy capaz de verlos a los dos ahí, fingiendo felicidad, debajo de las luces que nosotros colocamos y después nos toca apagar. No puedo hacerlo. No hoy.
Así que voy a pasar la Navidad acá y no me mires así. Es más deprimente ver cómo la mujer de tu vida está abrazada a otro duende. ¡Encima uno de mi propia área! Hacemos lo mismo y ganamos lo mismo. Somos, prácticamente, iguales. Es decir, todos los duendes nos parecemos bastante, eso sí es cierto. Supongo que es una de las consecuencias de trabajar en serie y durante más de cien años. Quién sabe.
Entonces, ¿por qué él y no yo?
No, nunca le dije lo que sentía. No sé cómo hacerlo. No soy bueno con las palabras. ¡En serio! Toda esta verborrea debe de ser porque no te conozco. Es más fácil hablar de temas personales con un extraño. ¿No es curioso?
¿Te parece? ¿Ir ahora y decirle lo que me pasa con ella? Nunca se me ocurrió. Es verdad que la Navidad tiene cierto efecto dramático. Pero...
¡No, tenés razón! Voy a agarrar mi trineo y dejar de buscar a Sibylla en algún rincón del mundo. Por primera vez voy a ir hacia ella, en lugar de seguir escapando.
Pero, antes voy a terminarme este jugo de naranja.
Gracias por la invitación, extraño. Y feliz Navidad para vos también.
ESTÁS LEYENDO
Antología "Luces de Navidad"
RomanceCon mucha anticipación, nos preparamos para las llegadas de las fiestas de fin de año, y con ello la convocatoria de nuestra segunda antología "Luces de Navidad". Convocatoria cerrada. Gracias por su participación.