Noelia tenía siete años y adoraba argumentar cualquier cosa. Por ejemplo, su padre tendría que llevar camisas de colores, en vez de esas aburridas con rayas, porque así se veía más feliz. Ese mismo motivo, la felicidad, también lo aplicaba a los alegres vestidos de flores que a veces llevaba su madre.
En lo referente a la Navidad, su época favorita del año —solo por detrás de las vacaciones de verano y su cumpleaños—, Noelia podía dar hasta siete razones para explicar su predilección por ella: las calles adornadas con luces, los dulces navideños, los villancicos, decorar el árbol, los regalos que le traían los Reyes Magos por ser una niña buena, no tener que ir al colegio y que sus padres pasaran más tiempo en casa con ella.
Sin embargo, ese año la niña había encontrado un «contra» que opacaba todos esos «pros». Sus padres no parecían felices, no se sonreían ni se miraban como antes. Noelia no entendía por qué actuaban así y no disfrutaban de poder estar todos juntos. Ellos se querían mucho, la pequeña lo sabía; entonces, ¿por qué estaban así de enfadados, distantes... tristes?
Para ella —para los tres, en realidad—, la Navidad siempre había sido sinónimo de alegría, risas y color, no de caras serias y miradas sin luz. Por esa razón, aquel veinticuatro de diciembre por la mañana, Noelia se propuso desterrar la tristeza de su casa y sustituirla por felicidad; y cuando ella se marcaba un objetivo, lo conseguía... menos aprender a guiñar un ojo, ¡eso era completamente imposible!
—¡Corred o los Reyes ya se habrán ido cuando lleguemos!
Como cada año, los padres de Noelia habían llevado a su hija a la Plaza Mayor de la ciudad para que entregara su carta al Cartero Real y, como cada año, la niña tenía la esperanza de llegar antes de que Sus Majestades se hubieran marchado —el Cartero siempre le decía que acababan de irse a preparar todos los regalos que entregarían en unos días.
Por desgracia para la pequeña, no estaban allí. Se sintió desolada, pues necesitaba verlos para pedirles un regalo muy especial que no figuraba en su lista. Eran tres y ¡eran mágicos! Estaba segura de que podrían conseguirlo; por ese mismo motivo, Noelia les escribía cartas a ellos: tres pares de manos podían con más regalos que un solo par.
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Antología "Luces de Navidad"
RomanceCon mucha anticipación, nos preparamos para las llegadas de las fiestas de fin de año, y con ello la convocatoria de nuestra segunda antología "Luces de Navidad". Convocatoria cerrada. Gracias por su participación.