Con mucha anticipación, nos preparamos para las llegadas de las fiestas de fin de año, y con ello la convocatoria de nuestra segunda antología "Luces de Navidad".
Convocatoria cerrada. Gracias por su participación.
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Déjenme contarles una historia. Más específicamente un cliché, un cliché navideño.
No, a-ah, no les permito irse. Yo sé que muy en el fondo les gustan los clichés, que disfrutan el momento en el que Cenicienta se encuentra con su príncipe, cuando Aurora despierta por su beso de amor verdadero o cuando Bella y Bestia son felices para siempre. Yo sé que, muy en el fondo, todos los disfrutamos.
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Corre el año 2008, ya pronto llegará a su fin. Me encuentro en la fiesta de la víspera de Navidad, con un panorama perfecto de ese chico.
Todas tenemos a ese chico, el que nos gusta desde siempre, al que observamos en clase en las horas de Educación Física, por el cual nos sonrojamos cuando nos toca hacer trabajos juntos; todas lo tenemos. Y, déjenme decirles que, si no lo tienen, ya aparecerá y hará su vida imposible.
Mi chico tiene nombre y apellido: Dylan Collins.
Durante toda mi vida lo he tratado como un amigo simplemente, hasta que él dejó de tratarme como una amiga más. Y yo... ¡Hui de la desesperación!
Las huidas y yo siempre vamos de la mano. Ah, por cierto, mi nombre es Austria; sí, como el país.
Antes del comienzo de las vacaciones de este invierno, más particularmente en una fiesta, mi amigo Dylan (creo que no debería seguir diciéndole amigo) intentó besarme. No sé si lo comenté, pero Dylan no es un chico que recibe un ‹‹No›› como respuesta muy seguido. Y menos que menos, las chicas corren de él, lo normal es que corra a él.
Pero, repito, mi nombre es Austria y la normalidad no viene conmigo.
Dylan y yo compartimos un grupo de amigos durante varios años; pero, todo cambió este año, cuando cuatro de ellos se mudaron a otros estados y solo quedamos él y yo. A duras penas se mantuvo nuestra amistad, ya que nunca fue una amistad muy fuerte. Esto puede deberse a mi crush con él y mi complejo para socializar sin nadie que conozca.
—¡Vamos, mujer, quiero una sonrisa!
Mis hombros son sacudidos por dos manos. De repente, vuelvo a estar en la fiesta de la víspera de Navidad.
