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Romeo y Julieta al final acaban ambos muertos, por amor.

Goku y yo no morimos ese día, gracias a su gran capacidad de maniobrar con el tráiler a la hora de estacionarlo, como si fuese un piloto de la Fórmula 1 cuyos logros no le bastaban para satisfacer sus ambiciones inalcanzables. Y vamos, con solo verlo era como si a Goku no le pudiera entrar ni una miserable pizca de amor a su amargado corazón.

—No, te digo que no sé —Decía al teléfono, revolviendo a cada momento su cabello frustrado— Sólo estaba normal, conduciendo y ya...

Estaba hablando con la empresa a la que trabajaba, pidiendo de emergencia que le mandaran ayuda para a cambiar su neumático. El tonto no había traído otro de repuesto.

Entre tanto, yo me mantenía balanceando las piernas en el aire mientras estaba sentada en una cerca de madera y jugaba con un cubo Rubik que traía en mi mochila. Evitando a toda costa escuchar su taladrosa voz.

Sentí temblar mi cuerpo al momento que Goku se sentaba a un metro de distancia de mí, en la misma cerca. Exhaló una gran cantidad de aire y sujetó el puente de su nariz con dos dedos, suspirando, con el teléfono en la otra mano.

—Y tengo veintisiete, no treinta —Dijo.

Al principio no entendí de qué hablaba y creí que la falta de oxígeno por la altitud le dañaba su pensar. Sin embargo tras recapitular lo de momentos antes, entendí. En realidad sólo dije esa edad porque sí, no porque lo viera de esa edad, Goku era una de esas personas a las que se les tacha como "Traga-años". Su cuerpo aparentaba ser mucho más joven de lo que era.

Enarqué una ceja, no planeaba responderle, tampoco hubo contacto visual. Opté por encogerme de hombros y en ese instante se escuchó el relincho de un caballo.
Me acomodé para asegurarme en la cerca y contorsioné el cuerpo para girar sobre mí y mirar en dirección a donde había venido el ruido.

Un bello percherón de color alazán tostado con las patas y crines de tono blanco se asomaba por uno de los corrales exteriores de una casa de campo. Ahí me di cuenta, habíamos varado en una zona granjera.

Sacudí la madera incomodando a Goku y salté al suelo energética. Tiré de la manga larga de mi compañero y le señalé el corral.

—¡Mira, Goku! ¡Caballos! —Exclamé como si fuese una niña pidiendo subir a un juego mecánico-— ¡Vamos a echar un vistazo!

De pequeña siempre quise tener un caballo, al menos cabalgar uno, y tal fue mi emoción en ese instante que olvidé con quién estaba. El Señor Malacara.
Apartó su brazo de mi mano con rudeza y se cruzó de brazos.

—¡No! —Dijo—Vendrán a cambiar el neumático en cualquier momento. No tengo tiempo para tonterías.

Inflé las mejillas y mordí mi labio inferior, sin importarme más, caminé a zancadas hacia el caballo.
Su pelaje era suave, y él muy dócil. Acariciaba su hocico cuando la puerta de la casa de campo se escuchó unos jeans y una camisa a cuadros.

—Su nombre es Sonner —Me explicó con una sonrisa.

Me sonrojé. Vamos, el tipo era atractivo y nunca tuve la suficiente fama ni buena relación con algún chico de mi edad. Con ningún chico.
Hasta el momento con el que había pasado más tiempo era con Goku, y en ese momento permanecía sentado mirando con odio a su tráiler.

Estreché la mano del joven cuando este me la extendió y por unos momentos no pude sino balbucear.

—Soy Nathan —Exclamó mientras saludaba— ¿Y tú? Digo, no se ven muchas lindas jovencitas por estos rumbos.

Mis mejillas ardieron más de lo que ya estaban.
Dije mi nombre y le expliqué la situación por la que estábamos ahí Goku y yo. Claro, le dije que Goku era mi hermano, y que después de ese pequeño incidente nos iríamos a la ciudad continua para tomar un tren hacia la casa de nuestra abuela.
Creyó cada palabra.

Para nunca haber mentido antes en mi vida lo hacía bastante bien, sin ninguna dificultad. Como si fuera una fan sacando sus teorías sobre una pareja de anime shonen, muy convencible.

Sonrió sin dudar y me invitó a comer junto a su hermana menor y sus padres. Acepté con gusto y dije que "mi hermano" no podía acompañarnos.

°°°

—¡Despierta cabeza de palmera! —Le grité al momento que le arrojaba una bolsa con panes de arroz a su cara.

Se levantó de inmediato y completamente asustado de los dos asientos en donde estaba durmiendo, dentro el tráiler.
Tenía una cara de espanto y unas pequeñas ojeras, el cabello revuelto y los labios resecos.

Hacía como dos horas aproximadamente que repararon el tráiler al cambiar el neumático.
Observé todo movimiento desde el interior de la casa de Nathan. Mientras comía de lo que su familia me invitó, me sentía fresca, recién me había duchado en un baño decente.

Cuando terminaron de cambiar el neumático, temí que Goku subiera y me dejara ahí varada. Yo seguía comiendo y definitivamente no correría tras él de nuevo.

No fue así.

Entró al camión desde el asiento del copiloto y se recostó a dormir.

Cuando me despedí de la familia de Nathan me regalaron panes de arroz, un poco de pollo y un jugo para "mi hermano".

—¿Qué sucede? ¿Ya acabaste con tu novio? —Preguntó un tanto adormilado.

Desde el momento en el que seguí a aquel joven, la mirada de Goku se posó en mí.

—Cállate y come, debes manejar toda la noche para reponer el día perdido —Dije mientras lo empujaba a su asiento y yo me sentaba en el mío.

No agradeció la comida que le llevé, pero comió con gusto, y pude jurar que lo vi sonrojarse.

Encendió el camión de nuevo y por sobre mi hombro observé por última vez el corral de Sonner antes de alejarnos.

Enséñame El Mundo «Gochi» [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora