Nuevo inicio

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Cuando abrí los ojos me encontraba en una posición incómoda, de nuevo, entre los brazos de Goku.
La mitad de mi rostro estaba cubierta por su sudadera anaranjada, mis piernas él las sujetaba y en su hombro izquierdo cargaba mi mochila.

El cielo no estaba del todo oscuro, más bien amanecía. Un amanecer verdoso.

—¡Bájame, idiota! —Grité mientras me sacudía, como si fuera un gato retorciéndome en los brazos de un desconocido.

No se opuso y tras inclinarse bajó mis piernas haciendo que toque el suelo. Una decisión un poco apresurada pues estaba entumecida y pararme me resultó difícil.

Una vez que me incorporé y reconocí el barrio sentí mis piernas fallar de nuevo. Subí mis manos al pecho y las crucé, estábamos a unas casas de la mía, era evidente que desde el aeropuerto Goku me había estado cargando. Exhalé y pude ver mi aliento, había frío esa mañana, el sol empezaría a salir a nuestras espaldas. De tal forma que nuestras sombras poco a poco se alargaban, dándome la impresión de que era más alta y fuerte, como una criatura que no era de la Tierra.

El tintineo de los cierres de mi mochila al caer a mi lado me sacó del pequeño letargo en el que estaba. La cogí y me la coloqué en la espalda.
Elevé la vista, Goku no me miró, pero su expresión era nostálgica, además de que tenía ojeras, como si no hubiese dormido. Sentí lástima, por ambos.

Miré de nuevo al frente y tragué grueso.
Los dedos dudantes de Goku acariciaron los míos y después de unos segundos, nuestras manos estaban entrelazadas. Suspiramos al mismo tiempo y avanzamos, yo con el pie izquierdo y él con el derecho. De forma sincronizada.
No apresuramos el paso, si esa sería nuestra despedida, de alguna forma no queríamos que fuera rápida.

Sentí el piso desaparecer debajo de mis piernas cuando llegamos al enorme portón metálico. Bajé la mirada y mi corazón palpitó vivaz.

—No quiero que entres —Susurré al momento que mordía la uña de mi dedo índice. Sin las agallas de ver a Goku al rostro— No quiero que te den el crédito por devolverme a casa.

—No te preocupes por eso —Dijo con el mismo tono de voz. Suspiró— ¿Estarás bien?

El vapor de su aliento tocó mi mejilla y temblé. Apreté los labios y recogí un mechón rebelde detrás de mi oreja. No quería que ese fuera el final, no quería acabar así con él. Pero no era del todo mi decisión, la mayoría él lo quiso así.

Asentí con la cabeza respondiendo a su pregunta. Sujetó mis hombros y me hizo mirarlo, sus ojos estaban brillosos.
Si no quieres que esto pase, puedes detenerme. Pensé.

—Hasta luego, Milk —Dijo y acercó sus labios a los míos.

Cerré los ojos y volteé, haciendo que su beso cayera en mi mejilla izquierda.

Se separó, metió las manos en los bolsillos de su pantalón. Entendiendo mi frialdad se alejó, repitiendo que me deseaba suerte.

Lo vi caminar por la acera, su espalda únicamente. Luego al timbre de mi casa. Sentí un nudo en la garganta y caí de rodillas al piso. Ya no podía seguir manteniéndome fuerte, todos tenían razón, aún me faltaba aptitud madura.

—¡¿Señorita Chichi?! —Escuché a mis espaldas.

Luego la puerta de la limosina cerrarse. Era el Señor Piccolo, nuestro chófer. Lo sentí correr hasta mí y posó sus manos en mis hombros.
Se arrodilló junto a mí y me hizo voltear a él. Vestía su traje negro, acaba de llevar a mi padre a su trabajo.

—Señor Pic-colo —Hipé.

No resistí un minuto más y apoyé mi cabeza en su hombro. Me abrazó y lloré, al fin.
Volví a mirar hacia la dirección por donde Goku se había ido y lloré amargamente.
Su silueta se perdía poco a poco, entre árboles y gente que recién iniciaba su día.

°°°

Las miradas de las demás estudiantes se posaron en mí mientras caminaba hacia mi aula.
Únicamente había perdido un par de clases pues cuando me fui las vacaciones comenzaban.
Volví a la escuela una semana después de volver a casa.

Mis padres inicialmente me regañaron, alegué que era mayor de edad y podía hacer lo que quisiera. Pero no les fue difícil convencerme de que si vivía en sus casa debía seguir sus reglas.
Mi moral aún estaba aplastada por lo sucedido con Goku, así que discutir por ello me pareció estúpido, lo notaron.
Me preguntaron con quién había viajado y les conté todo, omitiendo ciertos detalles íntimos que únicamente aquí y en mi memoria están registrados.

Tampoco les revelé la identidad de Goku, ni que era un Son.

Brindaron su apoyo y al final optaron por fingir que nada de lo que pasó, pasó.
Me habían extrañado, aunque no quisieran admitirlo.
Dijeron que un corazón resquebrajado podía sanar, y que aún era muy joven, miles de oportunidades aún me esperaban por delante.
Quise creerles y dar mi punto de vista. Así que convencí a mis padres de que era mentalmente independiente como para hacer las cosas por mí misma, ya no tenían que velar por mí a cada momento. ¿Esquizofrenia?

Quizás sí la padecía, pero también la  experiencia para sobrellevarla. De eso estaba segura.

Las chicas se decían cosas al oído mientras me miraban. Chichi Gyumaō, la pequeña mimada que había huido de casa. Chicos que jamás se habían dignado a mirarme, aquellos que ante sus ojos fui invisible, me miraban. Pero no me sentía intimidada.

Cuando cerré la puerta de mi casillero con los libros en mi brazo. Alguien, un chico de ojos azules y cabello negro, como el de Goku, estaba de pie. Con las manos en sus bolsillos.

—Hola, Chichi —Pronunció Lapis. Me pareció haberlo visto unas cuantas veces en mi misma clase, nunca me habló, yo nunca lo hice.

—Dime Milk, por favor —Respondí al momento que acomodaba mis anteojos, se sentía bien ver de nuevo a "alta definición".

Milk, me sentí más identificada con ese nombre, que fue el que llevé por un mes, que a Chichi, con el que me habían llamado toda la vida.

—De acuerdo, Milk —Sonrió. Enarqué una ceja, se dio cuenta y cambió su expresión— La verdad es que estoy sorprendido de los que hiciste.

—¿Tuve que escapar de mi casa para que alguien me notara? Porque créeme, no era mi intención. Fue algo que hice porque quise.

—Lo entiendo a la perfección —Lo escuché reír— Y no tengo intenciones de hacerte enojar, a diferencia de los demás, incluyendo mi hermana, te envidio. En fin, hasta luego —Hizo una reverencia y pasó junto a mí en dirección a nuestra aula— Por cierto, amo tu collar.

Bajé la mirada y miré mis zapatos. Cerré los ojos y toqué mi collar de estrella fugaz.

Goku. No te olvidaría tan fácilmente.

Enséñame El Mundo «Gochi» [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora