Capítulo veinte.

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Perdió la cabeza; estaba harto de la situación y no podía hacerle frente por el momento. Una invitación de su boda se hallaba en la mesa de noche, estuvo durmiendo solo la semana completa que ha pasado junto a la mujer que no ama. Dos días para prepararse mentalmente y comprometerse antes el Señor, eso era insólito, decir falsas palabras delante de una creencia.

Se lavó la cara con agua fría y se miró al espejo ¿esta vida es la que quería? ¿Por qué se quedaba ahí parado sin hacer nada? Ama a sus padres y no espera desilusionarlos una vez más, sin embargo, les levantó la voz más de una vez por arruinarle su futuro. Hay tantas situaciones de las que se arrepentía pero ya está hecho, no hay vuelta atrás.

Su esposa se pasea con una bata semi transparente por la cocina de la gran casa. Huele delicioso pero insiste en ignorarla, ella lo intenta tanto pero él está fuera de juego. Imposible negar que la mujer poseía un cuerpo de ensueño pero los pensamientos del castaño iban a una chica de baja estatura, piel perfecta y cuerpo medianamente proporcionado, mirar con otros ojos a su compañera sería pecado.

—Buenos días —su ánimo era contrario al de Justin—. ¿Has visto las invitaciones? A mi parecer quedaron preciosas y espero que no sea muy tarde para enviarlas.

—Con eso arruinaste los buenos días —rodó los ojos—. De todas formas sabes cuál es mi interés por la boda.

—Vamos a trabajar en nuestra relación —le sirvió un plato de pancakes con frutillas y miel—. Por lo menos hoy te decidiste a hablarme.

— ¿Qué relación, Violet? —Rió irónico—. La única que cree en esto eres tú ¿por qué?

—Me encantas, solo eso —sus ojos brillaron pero se apagaron en el momento que los de él ni se inmutaron—. Nos conocemos hace muchísimo y siempre te he observado, no me eches la culpa de que mi padre de haya elegido para mi, eso fue coincidencia.

—Están locos —quería llorar—. Tú, tu padre y los míos me adelantaron los hechos. Nunca me casaría de esta manera.

—El señor Erwin hizo una petición para una invitación que me llamó la atención, se trata de Abby Bauers —a Justin se le abrió la boca de la sorpresa—. ¿La conoces? Nunca escuché su nombre antes, la mayoría son hijas de los trabajadores de nuestros padres pero es la única con ese apellido.

—No entregaste al repartidor los sobres ¿cierto? —Negó con la cabeza—. Bien, porque esa en particular no la enviaremos, voy a hablar con él.

— ¿Quién es? —La pelinegra frunció el ceño—. ¿Me estás engañando y ni siquiera hemos tenido nuestra ceremonia?

—Deja de hablar y come, iré con mi familia, luego con Alexis y no me esperes temprano. Tengo muchas cosas que resolver —terminó y se fue a lavar los dientes para abandonar la casa.

Su paciencia llegó al límite con lo que hizo Erwin Bieber, ese hombre se iba perdiendo entre las ramas de árboles y desaparecía de la línea familiar que alguna vez Justin tuvo que construir para la escuela. Hizo lo que pensó correcto, Alexis estuvo feliz de verlo.

(***)

Estar frente el espejo con un traje incómodo es la situación que se imaginaba en cinco o siete años más, no a los veintiuno, donde no tenía nada. Suspiró una vez más, se le hizo costumbre en la última semana, la más caótica que le ha tocado vivir al mayor de los Bieber. Colocó su reloj en la posición de siempre, arregló su corbata y no aguantó el llanto. Ser sensible es algo muy típico de él, desde pequeño que cree en el amor, y que eso es más fuerte que cualquier cosa, sin embargo, el amor parecía estar traicionándolo porque sus sentimientos por la mujer que lo esperaba en el altar no era nadie más que una simple conocida.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora