Capítulo ocho.

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—Mi niña, necesito que estés aquí después de la escuela. Hoy no te podré ir a buscar porque tengo que preparar tu sorpresa —Doris habló antes de que su hija bajara del auto sorprendiendo tanto a Abby como a Cedric.

—Está bien, de todos modos no tengo nada que hacer —se encoge de hombros sabiendo que su madre se molestará—. Nos vemos —suspira una vez afuera.

¿Qué querrá? Muy pocas veces le ha hecho reales sorpresas a su hija, y pareciera que esta es una muy importante por el tono que utilizó. Intentó dejar de pensar en ello pero era extraño ¿Doris Bauers tenía una sorpresa? Parece un chiste mal contado.

Se sentó en el primer asiento frente al profesor, su puesto junto al de Eve. Se saludaron pero la muñeca estaba ida aún. Su amiga se preocupó, muy pocas veces estaba fuera de si.

(***)

Justin estaba dudando en enviarle un mensaje a su prometida. Le dijo a su madre que lo intentaría pero seguía con esa rabia dentro que le impedía querer conocer a alguien, solo le había llamado la atención, sin embargo, no tenía manera de contactarse con ella. Tal vez después de lo que le dijo su hermana la chica ni siquiera le dirigiría la palabra.

Justin estaba deseoso de oportunidades, rogaba que su destino cambiaría antes de cometer ese error, porque para él lo que sucedió fue un accidente y no un error como todos lo veían.

Suspiró frustrado intentando asimilar las cosas pero parecía que cada día era más difícil. Se levantó y se fue a su lugar frecuente, sus padres aún no sospechaban a dónde iba pensando que era un niño rebelde y que hacía lo que quería. Descolgó las llaves, se subió al auto rumbo allí.

Cuando llegó, inseguro como todas las veces, tocó el timbre. De alguna manera la familia lo había perdonado a pesar de que lo enviaron a prisión, Justin estaba cargando con la culpa y según él merecía haber estado en la celda esas cuarenta y ocho horas.

—Bienvenido, cariño —la ama de llaves no dudó en darle un abrazo—. Dijiste que hoy no podrías, así que no preparé nada pero tengo unas galletas que podrías compartir con Alexis.

—Muchas gracias, vengo de pasada, tengo que ir a buscar a mi hermana en una hora —se excusó. Esa mujer lo amaba.

Se dirigió hasta la habitación que tanto conocía. Alexis estaba leyendo un libro de historia. Lo saludó y pasó la hora como una estrella fugaz.

(***)

—Te dejé listas las cosas antes de la sorpresa, vístete con eso y llámame para maquillarte y peinarte —Abby acababa de comer algo antes de que su madre le dijera esto.

— ¿Para qué tanta producción? —Se estaba frustrando con tanto misterio.

—Sorpresa.

Subió rápido la escalera encontrándose con un vestido largo de un rojo terciopelo, junto a él estaba un par de tacones negros con algunos destellos, un collar delgado con un dije de corazón. Sus nervios se hicieron presentes, de esto saldría algo fatal.

Se adentró a la ducha sintiendo la lluvia artificial caía en su cuerpo relajando sus músculos. Por su mente pasaban mil y un posibilidades sobre lo que sucedería en unos minutos o una hora, no tenía certeza de la hora que le darían la sorpresa.

Llamó a su madre gritándole desde su lugar, menos mal que hoy estaban ellas dos en la casa o estaría echando fuego por la falta de respeto que acababa de comentar. Doris llegó con olor a alcohol, sonrió a Abby diciéndole que se veía preciosa y que se parecía mucho a ella cuando tenía la misma edad adolescente. Comenzó con el cabello de su hija haciendo unas preciosas hondas y una trenza en el costado izquierdo. La muchacha dejaba crecer su cabello desde los trece, se realizaba tratamientos y cortar sus puntas. Hoy volvía su apariencia de barbie. Doris siempre intentaba persuadirla a que se produciera más para el instituto, a lo que Cedric, ella y su padre respondían lo innecesario de aquello, la muchacha iba a estudiar, no a impresionar.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora