Capítulo cinco.

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Careen no pudo, era demasiado importante para ella que su hermano se quedara en casa, en cambio Justin; tuvo que aguantar las cosas que su madre le decía pero lo reprendió cuando su padre estaba presente. Claro, ella quería actuar como la mamá que era, preguntarle por la chica, si le llamaba la atención. El ojimiel amaba a su familia, sin embargo, ciertas cosas le molestaban. Igual que todas.

—Vas a ver que no volverás a ver a esa niñita, tu padre se encargará que esté fuera del colegio ¿desde cuándo una menos puede salir con alguien de más de veinte años? ¿Estás loco? —Acotó Erwin.

—Están exagerando, intercambiamos unas palabras porque la conocía de antes —mintió pero decía la verdad, la fiesta fue una situación previa antes de volver a hablar—. Aparte, está en último año, arruinarían su vida si intentan quitarle eso.

—Si llego a saber que te acercaste a otra chica a coquetear, si que sufrirás las consecuencias. Estamos siendo duros con esto por tu error, parece que no aprendes de él —el padre de los Bieber era un fastidio si se lo proponía.

— ¿Te estás escuchando? —Justin frunció el ceño y la boca—. Es estúpido lo que dices, una cosa no tiene nada que ver con otra. Pásate la fianza por donde te quepa que ya estoy harto de que me saques en cara.

—Justin Drew, ven aquí —Erwin llamó al ver a su hijo correr rápidamente por la escalera.

El mayor y el único varón de los hijos se dejó caer en la cama. Estaba cansado de la situación, extrañaba asistir a la universal, tener un compañero de cuarto y salir de fiesta los fines de semana libre. Le dejaba poco tiempo pero dejaba de pensar en cosas innecesarias, ahora tenía que idear hasta para hablar con alguien ¿qué tan jodido podía volver el dinero a alguien? Erwin Bieber lo sorprendía cada vez más.

Por otro lado Abby estudia para su próximo examen luego de haber decidido estar en casa ese fin de semana. Deseaba entrar a la universidad que postuló pero los resultados estaban a casi dos meses, por lo cual, desde ahí la supervisaban para la admisión. Las becas sería un honor tenerlas, a pesar de que sus padres estaban dispuestos a pagar sus estudios –o eso habló una vez con Sebastian–, ellos merecían un descanso; al final obligarían a Cedric a entrar también a una carrera y lo más probable es que si la mayor consigue la gratuidad, el menor deba apañárselas porque a pesar de ser desordenado, sus notas son excelentes.

—Abigail —llamaron a su puerta—, mañana a primera hora saldremos al centro comercial, es tiempo de que tires esa ropa fea y usada.

—Estoy bien con lo que tengo, Gracias de todas maneras —siguió en lo suyo.

—No lo volveré a repetir; programa la alarma —su hija intentó disimular cuando rodó los ojos—, y agradece que estás en tu habitación porque está prohibido que pongas los ojos en blanco —no funcionó.

(***)

— ¿Puedo pasar, cariño? —El chico bufó y fue a abrirle la puerta a la mujer—. Lo siento ¿si? Soy lo mejor de mi para que volvamos a ser una familia, nos hiciste mucha falta en casa.

— ¿Por qué frente a papá actúas de esa manera? Luego vienes arrepentida de lo que ha dicho, aunque es la primera vez, sé que de aquí en adelante habrán muchas más —alborotó su largo cabello.

—Lo siento, lo amo —abrazó a su niño—. Nuestro amor es diferente a cualquiera, la ambición lo está sacando de quicio. Prometo que pasará y podrás hacer lo que quieras.

—Voy a estudiar, dejar la casa y divorciarme —murmuró en el oído de su madre—. Si es que se concreta.

—Ella es una diva, ojalá hubieran más candidatas que te puedan dar felicidad y la oportunidad de tu padre —enarcó ambas cejas—. Cuéntame de la chiquilla, conozco demasiado bien a mi primer hijo para decir que no la conoces de hace mucho.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora