Capítulo veintisiete.

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Careen le avisó a su amiga que su hermano ya estaba en la salida y se dio media vuelta volviendo por donde venía para darles privacidad. Se alegraba de la decisión de Abby, después de todo, serle fiel al corazón es más importante que la razón en la mayoría de las ocasiones.

Lo vio desde lejos dándole la espalda a la entrada principal del instituto. Posó sus manos en sus ojos con delicadeza, el acto infantil provocó una risa traviesa en ella.

— ¿Quién soy? —Intentó cambiar la voz pero su tono era muy particular.

—Abby —murmuró él con poco entusiasmo.

— ¿Qué sucede? —Se desanimó.

—Nada, no te preocupes —su falsa sonrisa incomodó a la chica.

—Bueno, solo venía a saludarte. Recibí la carta, muchas gracias —besó su mejilla y se marchó al auto de su madre.

Deseó que Justin la llamara o la detuviera pero eso nunca sucedió. Se sentó en el copiloto sin decir nada y su madre la miraba compasiva. Estos últimos días las aguas apaciguaron; la mujer cada vez se volvía más tranquila y el alcohol desapareció milagrosamente de su vida. Tuvieron algunos otros encuentros mientras ella permanecía borracha pero aprendió a cuidar sus actos y no volvió a levantarle la mano a su hija mayor.

Hoy daría una noticia importante, donde Cedric, Abby y Sebatian debían estar presentes. Su vida perfecta se arruinó hace mucho tiempo y reconstruirla llevaba el doble, los hechos se le escaparon de las manos y se dio cuenta de lo psicótica que se había vuelto. Ricky Manson admitió ante sus padres que su condición sexual era una y nadie la cambiaría, en ese entonces, Doris se percató de que solo una amistad se haría realidad entre su hija y el hijo de su jefe. Suspiró con alivio, porque a pesar de que le hubiese encantando un multimillonario, de su edad y con buena fama se emparejara con la castaña, vivir de manera infeliz y hacer que el resto viva así es una culpa con la cual no se puede lidiar.

Las cosas parecían ir bien, excepto por una sola. Justin Bieber esperó bastante para que ella diera algún indicio de que le gustaba o que le iba a dar otra oportunidad pero el mismo lo arruinó con esa actitud que la confundía.

Abby se volvió a impresionar al encontrarse a su padre y hermano conversando en la sala principal.

— ¿Qué está pasando aquí? —Rió nerviosa.

—Tenemos que decirles algo importante, lo cual queremos discutir con ustedes —siguieron en fila a Sebastian.

La mesa estaba con sus cubiertos y el almuerzo fue servido por la mujer. Los hijos se impacientaron, la duda les carcomía y sentían una necesidad tremenda de saber lo que venía.

El que terminó último fue el papá, quien ayudó a levantar los platos. Antes discutió de cómo se tomarían la noticia y llegaron a la conclusión de que es lo mejor para la familia. Su esposa le admitió lo que quiso escuchar hace bastante.

—Bien, supongo que la que tiene que empezar es su madre pero lo haré yo porque debe ser difícil también —se cruzó los dedos por encima de la mesa—. A mi me sorprendió pero comprendí de que ambos aprendimos a que no estamos felices juntos ¿para qué les voy a mentir? Me han visto con otras mujeres y la verdad entre ellas hay una que se llevó todo de mi, su madre hace poco conoció a alguien que le revoloteó el estómago. Me pidió el divorcio.

— ¡¿Qué?! —Dijeron los chicos al unísonos.

—Sé que hice muchas cosas mal y el papeleo será poco fácil de hacer porque tenemos que solucionar un montón de cosas pero estoy haciendo lo mejor por ustedes y por Sebastian —bajó la cabeza con vergüenza—. Los he apresado a la vida incorrecta, siempre pensé que lo perfecto es bueno pero ninguno de ustedes quería ser perfectos, les quité la oportunidad de vivir como adolescentes. Los crié en una burbuja y sé que aún están a tiempo para cometer los errores innegables de los chicos.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora