Sentimientos de una muñeca © j.b.

Capítulo cuatro.

Viernes. Abby decidió que a sus padres no podía engañarlos e inventó algo que decirle a sus amigas; un fin de semana en la cabaña de playa. Eso no existía, pero Doris prefería decir eso cuando quería estar sin interrupciones. Siempre inventándose una falsa vida para aparentar en frente de los demás.

Dolly repetía una y otra vez que quería que su amiga fuera con ellas. Volvió a darle la idea de decirle a sus padres que se quedarían en su casa haciendo un proyecto; la castaña estaba atemorizada, ellas no estaban ni cerca de saber lo que su madre podría hacer estando enfadada, odiaba que le diera la libertad de hacer lo que quisiera a Cedric. La mujer mayor le decía que estaba acostumbrada y que los hombres son los problemáticos, los que desobedecen en casa.

—Miren quién está allí —murmuró Eve—. Es el chico de Court —sin embargo, la más bajita del grupo se sintió mal ante ello.

—Tengo prohibido acercarme a él ¿lo recuerdas? —Se burló de la hermana menor del chico.

Iban saliendo del pasillo cuando Justin se hizo presente en la entrada del instituto. Su sonrisa era forzada ante las niñitas que intentaban coquetearle. Era una fruta prohibida para las jovencitas, más aún cuando su familia tenía un trato, aunque solo ellos lo supieran. Su mirada se levantó encontrándose con alguien que estaba esperando ver; iba con la cabeza gacha, su cabello caía tapándole el rostro pero se le notaba de lejos que se mordía el labio. Alguien la pasó a llegar entonces sonrió, derritiendo el corazón de un hombre desolado. Parecía estar diciendo que estaba bien, porque el chico que la empujaba decía lo siento.

Siguió buscando a su hermano en el tumulto de gente sin ningún rastro. Justin conocía solo a el mejor amigo de Careen, él tampoco se presentaba en su panorama. Decidió dejar de obstruir el paso yendo al estacionamiento. Se distrajo un rato con el móvil enviándole un mensaje a la niña para ubicarla más rápido. Lo bloqueó y se apoyó en el vehículo. Bajó los lentes de su cabeza, el sol pegaba fuerte hoy y el día parecía estar yendo bien.

Cinco minutos después vio al grupo salir, no a su hermana, a alguien a quién deseaba hablarle. Se acercó sin saber que hacer realmente, parecía un chico de ahí intentando invitar a su cita a la graduación.

Cuando estuvo frente a ellas, la única que parecía estar en otro mundo era su muñeca, de cerca podía notar que su piel parecía porcelana, su cabello con perfectas ondas en las puntas, maquillaje suficiente sin parecer exagerada. Courtney murmulló algo antes de dirigirse al que había apodado "su hombre" anteriormente.

—Hola —enroscó su cabello en uno de sus dedos—. ¿Vienes por Careen?

—Hola —seguía sin prestarle mucha atención a la chica que lo sacó a bailar, sus ojos estaban fijos en la persona que deseaba que le mirara aunque sea un segundo—. ¿Cómo estás? —Se atrevió a acercarse y tocar su hombro desnudo para que dejara de ver la pantalla entre sus manos.

—Hola —sus mejillas se sonrojaron al instante—. Soy Abby —se presentó antes de responder su pregunta—. Estoy bien pero creo que le estás hablando a la persona equivocada, mi amiga es la que te conoce.

—Está bien, ya he hablado con ella. Tenía curiosidad de que fueras la que estaba distraída —sonrió de lado, estaba siendo torpe. Si su hermana menor le pillaba, estaba muerto.

—Suelo ser así, aunque no tienes idea del nivel intelectual que puedo llegar a tener —estaba nerviosa y las palabras de su boca como caía agua de una cascada.

—Parece tus amigas debían de hacer cosas —ese fue el momento en que ambos se percataron de que estaban solos.

Sin embargo, otro par de ojos los estaba invadiendo desde la reja principal. Doris hace cinco minutos o menos que estaba estacionada fuera esperando por su hija, la que traería grandeza a la familia, y ella misma se encargaría de ello. Estaba feliz de verla con uno de los hijos de las familias con dinero de la ciudad, pero, él era demasiado guapo y perfecto para su tonta niña, una fea versión de la preciosa Doris. O eso es lo que la madre creía.