Mi nombre es Cielo, soy de una familia normal, sin lujos ni nada por el estilo, no me sobra el dinero pero tampoco me hace falta. ¿Hermanos? Nunca los tuve, decir ahora que quiero tenerlos sería una mentira, con mis 25 años eso ya no importa, pero también sería mentira si dijera que jamás los quise.
Ser hija única trae consigo ventajas y desventajas, te cumplen todos tus caprichos pero a la vez te sentis un poco sola.
El niño sin hermanos es el rey cuando juega con sus amigos del barrio, pero una vez dentro de la casa está solo, sin nadie que lo escuche, que lo entienda, nada.
Al principio no me afectaba tanto, ya que en mi casa vivían dos primos, Ana y Gastón. Ellos eran para mí como hermanos. Son hijos de mi querido tío Martin y su novia Sol.
Ellos nunca llegaron a casarse, pero se veían felices, es decir, yo los veía así.
A esa edad no entendía muchas cosas de la vida. Sólo importaba levantarme cada día y sumergirme en una nueva aventura de juegos, ser la más temible pirata o la más hermosa princesa, cosas como esas.
—¡Cielo, Cielo!
Nunca olvidare aquello, el primer problema que se me presento y claro, no supe resolver.
—¿Qué pasa Ana?— sus ojos reflejaban terror.
Un terror que yo aún no experimentaba.
—Mam... ¡Mamá!...¡Mamá está golpeando a Gastón!—Lágrimas caían sin parar por sus blancas mejillas y su nariz estaba completamente roja.
En ese momento me pareció normal, mi madre tambien me tironeaba la oreja cuando me portaba mal, pero esto era distinto, ella con tan solo tres años se dió cuenta y yo con seis aún no entendía. Lo único que hice fue tratar calmarla.
Todo siguió normal, por lo menos yo lo sentí así, por esa razón no ví venir lo que sucedió. Un día de repente ellos ya no estaban, se habían marchado a otro país, Sol los llevó. Fue un golpe duro para toda la familia, principalmente para mi tío.
Sin embargo nunca intentó recuperarlos.
Unos años después, escuché hablar a mi madre y mi abuela de aquello. Entendí lo ciega que estuve.
Resulta que Sol golpeaba a Gastón cuando tenía una discusión con mi tío, es decir, todo lo que no podía hacer ni decirle a él lo pagaba mi pobre primo que no tenía la culpa de nada.Aprendí que así es la vida, el más fuerte ataca al más débil. Sol era fuerte ante mi primo y débil ante Martín, como un pequeño ratón come a un saltamontes y ese mismo ratón luego es comido por una serpiente y así sucesivamente.
Obvio que cuando aprendí finalmente aquello, ya era demasiado tarde.
Continuemos.
Nunca conocí a mi padre, el nos abandonó cuando yo apenas nací.
No me interesa saber quién es, ni mucho menos su vida o el porqué se fue y nos dejó solas. Es una persona ajena a mi.Lo que sí me pregunto todos los días desde pequeña, es si sintió algo cuando nos abandonó.
¿Culpa? O quizás ¿Alivio?
Que sintió dejar atrás a dos personas que necesitaron de él en algún momento, o porque no... Aún necesitan.
Creo que me quedaré siempre con la duda.
Mezquinaba mucho a mi madre, quizás se deba a ese motivo. Cuando me enteraba que ella estaba en algo, me enojaba a tal punto que no le hablaba una semana entera. Era celosa. También era una niña demasiado inocente, muy fácil de engañar. Eso se convirtió en un punto a favor para las personas que me rodeaban. Era débil.
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Dulce Perdición
RomanceElla. Una chica con una vida normal, que hasta incluso la acusa de monótona y rutinaria. No duda en usar las debilidades de los demás para su propio beneficio y el amor es una de ellas, por eso no se enamora . Él. Primer heredero de una importante c...