IX

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Abrí con lentitud mis ojos, pero esta vez en lugar de una grosería como todas las mañanas, inconscientemente fue reemplazada por una pequeña sonrisa que se formó en mis labios.

Hoy. Si, definitivamente hoy sería mi día. Repetía en mi subconsciente.

A pesar que odiaba levantarme temprano por las mañanas, este era uno de esos extraños y escasos días en donde me encontraba de un particular buen humor. Repito, extraños y escasos.

Salí inmediatamente de la cama y fuí camino al armario en búsqueda de un atuendo adecuado para iniciar mi primer día de trabajo con Christian.

Una vez que estaba todo en orden, me dispuse a marcharme de la habitación a desayunar junto a Ana.

— ¡Rayos te vez muy bien!— exclamó la joven al verme llegar.

— ¿Qué dices? Todos los días me veo bien— le arrebaté un pedazo de tostada que estaba a punto de comer, logrando sacarle una grosería.

—Me refiero a que te vez de buen humor y eso es raro de tí por las mañanas—agarró otra tostada y le colocó mermelada—Ayer casi me arrojaste tu teléfono cuando fui a despertarte

Reí recordando aquello—Entonces pide un deseo Ana, esto sucede una vez cada mil años

—¿Un deseo?—comenzó a pensar y agregó— Deseo que Jhon me proponga casamiento— cerró los ojos y cruzó sus dedos—Y también tener una niña que se llam...

—Es suficiente— la interrumpí llevándole un pedazo de tostada a sus labios.

Ana era una chica que aún creía en los "Vivieron felices por siempre" y yo no era la indicada para arruinarle sus ilusiones, pero tarde o temprano la vida le mostraría lo cruel que podía llegar a ser, pues de las caídas se aprende a levantarse.

Terminamos de desayunar y cada una tomó rumbos diferentes. Ella a su preparatoria y yo a mi trabajo.

Únicamente me tardé quince minutos en llegar a la empresa de los Clark, en taxi por supuesto.

Entré por las grandes puertas del edificio y me dirigí hasta el portero que se encontraba allí a preguntarle en qué piso estaba la oficina de Christian Clark.

Planta principal / último piso.

Lo imaginaba, todo el mecanismo era parecido al lugar en donde antiguamente trabajaba. Los de rango más altos se encontraban en los pisos más alto. Demonios. Odiaba tener que tomar el elevador.

Llegué hasta el lugar indicado y me encontré con que el puesto de secretaria oficial y el que le seguía a ese ya estaban totalmente ocupados, por lo que supuse que me asignarían a los pisos más bajos.

Me acerqué hasta la secretaria oficial, ya que era ella quien se encargaba de las visitas del jefe y no la otra que únicamente se ocupaba en ayudar a la primera.

—Christian Clark me mandó a llamar en este horario—le dije con una fingida sonrisa.

— ¿Disculpe y usted es?—la rubia recorrió todo mi cuerpo con su filosa mirada, podía imaginar que por dentro se encontraba juzgandome.

— Cielo Rossellini— contesté sin borrar mi sonrisa del rostro.

— Claro—tomó el teléfono y le informó a Christian mi llegada— Puedes pasar querida— dejó de verme y se concentró en el pequeño espejo que tenía en sus manos.

Sin brindarle alguna respuesta me adentré a la oficina, que por cierto era muy lujosa y bella, principalmente aquella espectacular vista que tenía del exterior.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora