El sol se asomaba cubriendo con sus cálidos rayos la ciudad y ya se empezaban a oír los pequeños pajaritos cantar dando indicios que era el comienzo de un nuevo día.
Sonó la alarma que apagué de inmediato, ya que no había logrado dormir en toda la noche y me levanté.No podía dejar de pensar en las palabras que Juan dijo horas antes.
—Te quiero—su voz sonó ronca, hizo que me diera vuelta y lo viera fijamente a los ojos. Su mirada era seria, estaba esperando una respuesta y debía dársela, pero en ese momento dudé no se lo que me ocurrió.
Baje mi vista y solté un "lo siento". Me vestí rápido y salí prácticamente corriendo.
Me fuí a casa con Gonza, que se ofreció a llevarme luego de topármelo por casualidad. Traté de convencerlo que era su fiesta y debía quedarse, pero el insistió.
Una vez que llegué, me recosté sobre la cama e intenté dormir. Pero no podía ya que le daba vueltas al asunto una y otra vez.
"¿Ahora qué haré? ¿Cómo lo enfrento el lunes? ¿Se cansará de mí y se irá como Sofía?"
En ese entonces no lo sabía, pero muy en el fondo consideré a Juan como un verdadero amigo. Tapaba aquello con el pretexto de que sólo quería usarlo y aprovecharme de él, pero en realidad lo estaba protegiendo ¿De quién? Pues de mi misma. Sin embargo no quería que me dejara, era muy egoísta. Sus sentimientos eran reales y yo no podía corresponderle. A la vez tenía miedo de aceptarlo.
Pero era bastante inmadura entonces, no lo descubrí hasta mucho tiempo después.Tarde, siempre tarde.
Me encaminé hacia el armario y escogí un atuendo casual. Sería el día en que llegarían mis primos de visita y como era costumbre para mí madre me hizo levantar temprano a preparar sus habitaciones y ayudar con la limpieza de la casa.
Ojeras se asomaban debajo de mis ojos en señal de que no había dormido bien, haciendo que mi madre me preguntara el motivo de aquello. Le mentí por supuesto y luego de "desayunar" con solamente un vaso de fresco jugo de naranja me fui a realizar las tareas que me encomendó.
Mis primos llegaron dándole color a ese gris domingo. Ellos para mí seguían siendo como hermanos y luego de que Sol se los llevara de casa, logramos convencerla que nos permitiera verlos cada que volvían al país de vez en cuando.
Tras risas y conversaciones de todo tipo se pasó volando el día y ya entrada la noche me escabullì en su habitación para seguir compartiendo tiempo juntos.
—Cielo dime ¿Cómo te va en el amor?— preguntó repentinamente Ana, que por cierto en ese entonces solo tenía quince años.
—No creo en eso Ana—respondí restándole importancia.
—Eso es porque aún no lo experimentaste, una vez que te atrape no dirás lo mismo— se metió Gastón imitando la voz de un locutor de películas de amor.
Comencé a reír junto a Ana por lo dicho y las expresiones que hacía mientras relataba todas sus experiencias románticas a lo largo de sus veintidós años de vida, que por cierto siempre terminaban de una forma"trágica".
Con ellos podía ser yo misma y no tenía miedo de sacarme la máscara de chica perfecta que con los años logré crear para incluirme en esa "Falsa sociedad"
—Pero es verdad Cielo, algún día aparecerá aquel que haga bailar a tu corazón, aquel que con una mirada te tendrá a sus pies y te haga experimentar no un sentimiento ¡Sino varios!— exclamó romántica Ana.
—Vaya que lees muchas novelas— reí — Quizás algún día cambie de opinión, quizás.
Esa noche no logré resistir mucho y caí dormida en cama de Ana, quien a la mañana siguiente me levantó a los gritos debido a que llegaría tarde a la escuela. Me apresuré y busqué mi uniforme, una vez vestida, me arregle rápido y fuí a clases.
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Dulce Perdición
RomanceElla. Una chica con una vida normal, que hasta incluso la acusa de monótona y rutinaria. No duda en usar las debilidades de los demás para su propio beneficio y el amor es una de ellas, por eso no se enamora . Él. Primer heredero de una importante c...