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Miré molesta el lugar en donde se encontraba parado Christian. Este parecía estar esperando alguna clase de explicación por mi comportamiento de hace algunos minutos atrás. Suspiré por milésima vez en el día y traté de contar hasta diez, cien o mil si era necesario para calmarme.

Sonrió satisfecho, estaba ganando la batalla o al menos eso pensaba, debido a que nunca imaginó que el oponente que tenía frente suyo era ni más ni menos que Cielo, alias su peor pesadilla.

—Lo siento, no te ví —Me animé a romper el silencio, concluyendo con la estúpida guerra de miradas e iniciando una verbal.

—Y supongo que tampoco me oíste — Contraatacó bastante hábil y con eso creyó tomar la delantera. Pero el final aún no estaba definido, me quedaba una carta más.

—Resulta algo gracioso de contar — Sí el irónico humor.  Sus ojos delataron confusión por lo que decidí continuar — Había un loco que tenía pegadas las manos en la bocina de su automóvil en un intento de llamar la atención, por eso no pude escucharte— reímos Ana y yo.

—¿Loco?—Asentí con la cabeza y este dejó escapar un suspiro—Cielo, acabo de darme cuenta que desde la primera vez que te ví, perdí la capacidad de enojarme contigo—Hizo una reverencia en signo de rendición—Te concedo la victoria ¿Satisfecha?

—Demasiado— sonreí y por unos segundos que parecían eternos me perdí en su mirada, aquellos ojos marrones que parecían penetrar en lo más profundo de mi ser llevándose consigo todos mis secretos y debilidades, aquellos que a pesar de no ser de un color extravagante eran extravagantes en sí,  aquellos que venían cargados de misterios y con un mural para evitar descubrirlos.

Tan perdida estaba que al momento de sentir la fría mano de Ana apretar ligeramente mi brazo, dí  un pequeño brinco por el contacto ajeno, haciéndome caer en cuenta de que en ese lugar no solo estábamos nosotros únicamente.

—¿Quién es él? —preguntó mirándonos a ambos con una sonrisa.

La conocía y muy bien como para saber que ella poseía una idea de quién se trataba Christian, porque ¡Demonios! El tipo era jodidamente atractivo pero su actitud dejaba mucho que desear. Tal como le había comentado esa noche por teléfono.

— Mi nombré es Christian— contestó rápidamente tomando la mano de Ana que se encontraba libre dejándole un delicado y tierno beso, provocando un descarado sonrojo en ella y una mirada de fastidio de parte  mía.

"Chiquilla con suerte"

—Me llamo uhm este...—Intentó pronunciar torpemente su nombre pero debido a los nervios no podía ¿Y quién si? Después de ese momento cualquiera estaría en la misma situación. Ese hombre sabía cómo tener más de una mujer babeando por su persona.

-—Se llama Ana y tiene quince años— La interrumpí en lo que Christian enarcó una ceja  al escucharme y yo me daba la segunda cachetada mental en lo que iba del día. Parecía estar celosa de mi propia prima.

"Eres una tonta Cielo" me repetía una y otra vez.

Cuando el color rojo al fin se había disipado de sus blancas mejillas y su mente ya se encontraba cuerda, Ana soltó una sonora carcajada.

Podía imaginarme el porqué.

—Vamos Cielo, no me robaré a tu hombre —dijo haciéndome abrir los ojos de par en par sorprendida y ahora la que estaba más roja que un tomate  había pasado a ser yo.

Definitivamente Ana se había ganado una carta al infierno cuando estuviéramos a solas.

— Para de bromear— la fulmine con la mirada y esta dió dos pasos hacia atrás levantando las manos diciendo "Lo siento no me mates"

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora