XII

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Luego de lo ocurrido con Christian, no se volvió a mencionar ni una palabra sobre el tema y todo continuó como si nunca hubiera pasado.

Eso me molestó, por supuesto. Pero no me rendiría. Opté por seguir con mi trabajo adecuadamente y dejarlo pasar, por ahora. Aún nada estaba dicho.

— Definitivamente no— negué por milésima vez en esa mañana.

Ana me miraba con ojos suplicantes.

— Es solo por esta noche— volvió a insistir.

— Tengo universidad y luego que ir al trabajo — suspiré resignada— Está bien, solo por hoy

— ¡Cielo te amo!— saltó a mis brazos repartiendo besos por mis mejillas — Se lo diré al gerente

En esa noche, Ana tenía un compromiso con su novio y por ese motivo debía buscar una reemplazante para su trabajo de medio tiempo como mesera en un elegante restaurante. Esa era la condición que le había otorgado su jefe  y claro, ahí es donde entro en juego yo.

Tuve que pedirle permiso a la molesta señorita Harrison para poder salir más temprano de lo habitual, quien respondió que ese no era su trabajo y debía hablarlo con Christian, eso se resumía a la única opción de esperar a que este se hubiera levantado de humor y me lo diera. 

— ¿Y a qué se debe el motivo por el cual necesitas salir temprano?— preguntó con una ceja elevada malditamente provocativo.

— Tengo un compromiso— al ver que esperaba algo más que esa explicación tan carente, volví a tomar la palabra— Es personal

— Un motivo personal — repitió nuevamente — Una cita — afirmó con una sonrisa arrogante, creyendo tener la respuesta.

— Quizás — contesté haciendo que su intriga incrementara— ¿Me dará el permiso?

— De igual forma hoy te retirabas temprano, señorita Rossellini— hizo una pequeña pausa y con una sonrisa pícara en sus labios soltó— Ve a tu cita— traté de disimular mi molestia y le agradecí, para luego tomar mis cosas y marcharme de la empresa.

Lo había olvidado completamente, esa noche Christian tenía una reunión con su padre, y por lo que habia escuchado murmurar molesta a la secretaria, suponía que en eso estaba involucrada su actual novia también.

Caminé por las oscuras calles de Nueva York a pasos apresurados, ningún taxi se detenía a recogerme por más señas que hiciera y llevarme al restaurante. Maldije una y mil veces a los conductores, hasta que de tanto caminar ya había llegado al lugar acordado.

Me puse el uniforme y me dispuse a realizar mis labores de la noche. Al comienzo se encontraba vacío y luego poco a poco los comensales lo llenaron. 

Cada minuto que tenía libre me escapaba a respirar aire fresco, ya que odiaba las multitudes y tener que estar sonriendo todo el tiempo me provocaba dolor de mandíbula.

Levanté mi vista al cielo y este de encontraba en todo su esplendor.

Una de las razones por las cuales amaba aquel paisaje se debía a las historias que me contaba mi abuela, diciendo que mi nombre había salido de las actitudes del cielo. Una veces luminoso, otras oscuro, algunas que otras lluvioso y tormentoso, o simplemente celeste. Solía decir que no había mejor forma para describirme que mirar al cielo.

— Perdona ¿Puedes llevar la comida de la mesa cinco, área vip? Lucy enfermó— dijo de repente el gerente, interrumpiendo mi descanso.

— Si, señor —

Me encaminé con las bandejas hacia el área vip, que se encontraba en el segundo piso. Rogando no caerme ni chocar con nadie.

A lo lejos pude divisar que en aquella mesa se encontraba para desgracia mía y de mi dignidad, Christian y su familia ¿De todos los lugares de la ciudad él tenía que elegir cenar justo acá? Un suspiro de cansancio se escapó de mis labios.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora