XXIX

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— Entonces le dije ¡Cuiadado! — estiró sus brazos en el aire — Pero el idiota ya había chocado con ese poste de luz

— Si lo viste una cuadra antes ¿Por qué no me avisaste? — cubrió su rostro avergonzado — Esa fue la peor primer impresión de mi vida

— Tu sólo querías llamar la atención de Cielo admitelo — codeo su hombro mientras soltaba una risita burlona
— Hablando de la princesa parece estar muy distraída y ni siquiera nos está escuchando 

Movió su mano cerca de mi rostro y por instinto la golpeé — Oh, lo siento ¿Qué decían?

— Efectivamente estas distraída — se acercó a mí y me abrazó — ¿Quién es el hombre que robó tu corazón?

El chico ubicado frente mío se tensó ante la repentina declaración de su compañera.

— Por supuesto que nadie — levanté la mirada y noté como dejaba escapar un sutil suspiro de sus labios — Sofía hazte a un lado me afixias

—¡¿Así es como tratas a tu mejor amiga luego de no verla hace años?!—  hizo un mohin y yo negué con mi cabeza abrazandola nuevamente — Mucho mejor

Esta era la clase de fachada que hacíamos frente a las demás personas haciéndoles creer que de verdad éramos cercanas, cuando muy en el interior ambas sabíamos que ninguna soportaba a la otra.

Sabía que ella sólo era así por Juan y aunque ya llevaban años de noviazgo aún desconfiaba de mí o mejor dicho de toda mujer que se le acercaba a su chico. Pero por más que quisiera nunca podría romper mi amistad con él, porque yo lo consideraba la persona más especial que se había cruzado por mi vida y sabía muy bien que Juan pensaba exactamente lo mismo.

Después de todo nos habíamos concedido el privilegio de la amistad ¿Cuál es? Muy sencillo, el de estar para lo que necesitaramos sin el riesgo de separarnos por celos o la aparición de terceros.

Porque lo nuestro era mucho más fuerte.

— Entonces...¿Es ese hombre? — soltó de repente Juan una vez que su novia se fue a su respectivo trabajo y nos dejó solos.

— ¿De qué hablas?— levanté una ceja curiosa — Si te refieres a lo que dijo Sofía te estás equivocando

— Lo digo porque te conozco lo suficiente para saber — atrapó mi nariz entre sus dedos y la estiró.

—¡Auch!— golpeé su pecho — ¡Eso duele!

— Dime, sabes que puedes contar conmigo — se acercó hacia a mi como para darme un beso en los labios pero en su lugar, subió un poco más y lo hizo en mi frente.

— Yo...— ¿Qué debía decirle si ni siquiera tenía en claro mis sentimientos? — No lo sé

— Cuéntame lo que tienes en tu cabeza, lo que sea, tus dudas, miedos y porque no deseos— me miró fijamente — Sabes que no te juzgaré, nunca lo hice

— ¿Recuerdas a Nathan?— me animé a decir y su expresión cambió drasticamente— Tu sabes por todo lo que pasé y como...

— ¿Ese imbécil te hizo algo no es así?— dijo agrio refiriéndose a Christian y malinterpretando todo — Te juro que le haré lo mismo que al idiota de Nathan sólo déjame encontrarlo y...

—¡NO!— levanté la voz preocupada— No se trata de eso, es algo completamente distinto

Respiró profundo y volvió a acomodarse en su lugar ya un poco más calmado — Entonces dime ¿Qué tienen que ver uno con el otro?

—  Nada y a la vez todo— Juan parecía estar perdido con mis palabras — Nathan cambió mi vida, mi forma de ver las cosas y no estoy hablando en el buen sentido y tu lo sabes — él asintió — Como dices me conoces mejor que nadie y por supuesto que notaste ese cambio abrupto, digo traté de jugar contigo también y usarte de la misma manera

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora