Prólogo.

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Desde que tengo memoria mi vida fue un constante trabajo, trabajo y más trabajo, siempre haciendo cosas por los demás a cambio de un pedazo de pan y medio vaso de agua. Un error se pagaba recibiendo un castigo, y los castigos eran lo peor.

Desperté después de haber sido, supongo yo, sedado por mis padres sin saber dónde me encontraba. Miré por la oscura habitación. Sin ventanas. Solo estaba la cama en la que me encontraba.
Me levanté y el rechinar de la cama metálica resonó en la habitación. Caminé hacia la puerta metálica a escasos pasos de mí y antes que pudiera tratar de abrirla esta se abrió, frente a mí habían dos hombres. Gorilas también es un término válido. Uno era moreno y el otro pálido.
Me tomaron del brazo a la fuerza y fui encandilado por las luces del pasillo. No resistí el avance, y aunque lo hiciera a esos dos no les importaría, mover el cuerpo de un niño de 12 años debe ser pan comido para gente así.

Luego de cruzar el largo pasillo lleno de puertas pararon frente a una mesa con collares de acero y cadenas, colocaron uno en mi cuello y engancharon una cadena que llegaba hasta mi cintura ¿Querían que actuase de perro o qué? Al parecer sí porque tiraron de la cadena haciéndome ir frente a un gran telón morado. Se abrió a la mitad lo suficiente para que pasara sin problemas y recibí un empujón que casi me hizo caer. Mantuve el equilibrio. A mi derecha estaba un hombre de traje con chaqueta blanca y frente a él un micrófono.
-12 años.- Comenzó diciendo el hombre.- Perfecto estado de salud, trabajador y callado.- ¿Estaba hablando de mí?- La oferta empieza en cien dólares.
"Cien mil quinientos" escuché decir a alguien entre la multitud de personas debajo del escenario. Todas vestían ropas caras y tenían personas paradas detrás de ellos. Guardaespaldas.

"Doscientos mil" ofreció una mujer levantando una paleta. Siguieron un rato más aumentando el valor. No porque les interesara, era competencia. La oferta se cerró en quinientos mil dólares, ganando un hombre que por lo que vi era bastante mayor. Me sacaron del escenario y siguieron el camino hasta llegar a una oficina bastante grande y bien adornada. Mis padres estaban en ella. Serios. Sin culpa. Sin arrepentimiento. Pedazo de padres me tocó. Me mantuve de pie mirando hacia el piso y el pantalón y camiseta raídos que tenía puesto, parecía que de un tirón se romperían. Otra persona entró en la oficina. No me volteé, pero por los pasos pude darme cuanta que era alguien que caminaba seguro y con aires de superioridad.

Alcé la vista un poco y vi su espalda cubierta por un saco gris. Definitivamente era alguien con dinero. Se sentó en la cómoda silla de cuero y retiró una planilla de un cajón, estuvo unos escasos segundos llenándola y luego sacó un cheque del bolsillo interior de su saco. Lo llenó y se lo extendió a mis padres.
-Fue un placer hacer negocios con ustedes, Minato-san, Kushina-san.- Mis padres hicieron una leve reverencia y se fueron. Sin mirar atrás.
-Tú.- Me llamó.- ¿Te llamas Naruto, verdad?- Asentí aún con la mirada baja. Sentí que diría algo más, pero alguien entró sin golpear la puerta, sorprendiéndolo.- Oh, Sarutobi-san, bienvenido.
Esta vez sí levanté completamente la vista y observé al hombre de traje gris parado detrás del escritorio. Era alto, pelo gris oscuro con algunas canas ocultas, usaba un tapabocas negro y su traje era adornado con una corbata roja. Tenía una cicatriz en el ojo. Giré un poco la cabeza y a mi lado estaba el señor llamado Sarutobi, era bastante mayor y algo bajo, pero su mirada era bastante firme, imponía su presencia.

Sarutobi extendió un sobre al hombre de pelo gris y este lo tomó con una expresión alegre, si me lo preguntan creo que había practicado esa expresión toda su vida.
-Espero que no cause problemas como el anterior, Kakashi.- Dijo Sarutobi. Su voz era fuerte, gruesa. Seguramente sea el dueño de alguna compañía famosa.
Kakashi no respondió, mantuvo su expresión y Sarutobi se dispuso a irse, antes de dar siquiera un paso me miró fijo.
-Sígueme.- Ordenó. Lo seguí justo delante de sus dos guardaespaldas, una mujer de cabello rubio y un hombre pálido de cabello negro.- Orochimaru.- Llamó el viejo.- Prepara el auto.
-Sí, señor.- Respondió Orochimaru con su voz un poco afónica y adelantó el paso doblando en un pasillo a la derecha.

El Último Semidiós: Wrath of Scars. (NarutoxFairyTail)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora