¿Alianza?

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Estábamos en el tren, este había hecho la última parada antes de llegar a Pergrande cuando se detuvo en seco. Yo estaba dormido, y al abrir los ojos apenas podía distinguir lo que tenia en frente, estaba oscuro y una especie de neblina permanecía en el aire.
Llamé por Flare y Sai, pero no obtuve ninguna respuesta, es más, siquiera oía otro sonido aparte de mi propia respiración. Al salir de la cabina una ola de frío recorrió mi cuerpo. Sin pensarlo dos veces tomé una pistola y avancé apuntando hacia el frente.
Abrí las demás puertas en busca de alguien, pero todo el vagón estaba desolado. Seguí avanzando hasta el siguiente y también se encontraba vacío.
Miré por la ventanilla y era como si el tren estuviera en el fondo del mar, nada de luz, completamente negro, ni siquiera se iluminaba con la leve luz que había dentro del tren.

Caminé hasta la puerta de descenso y apreté el botón de emergencia para que se abriera, mas esta no tuvo reacción alguna, por lo que la golpeé, abollándola, para así abrirla con mis propias manos.
Al salir fue como si perdiera el conocimiento por un segundo, y al siguiente estaba sobre un suelo de concreto con algo de arena por aquí y allá. Levanté la vista y por un momento creí que mis ojos me engañaban. Un coliseo, repleto de personas. Por lo que observé yo me encontraba en la arena, la cual era rodeada por agua separándola de las gradas, sin embargo, habían cuatro escaleras hacia abajo que conectaban con una puerta cada una.
-Bienvenido.- Dijo una voz algo saturada a través de, supuse, unos parlantes.- Preparé todo esto expresamente para ti, hijo de Hades.
Decidí permanecer en silencio, de nada servía gritarle a alguien que no sabía quién era o qué quería.
-¿Ni una palabra?- Dijo, sarcástico.- Bueno, como quieras, las presentaciones serán después.- Rió.- Si sigues vivo para entonces, claro está. ¡Qué comience el espectáculo!- Dijo, y una campanada resonó por todo el coliseo mientras las puertas de cada escalera se abrían.

Hombres y mujeres empezaron a salir, algunos con armaduras y otros con ropa civil, pero todos portaban algún arma de filo, los más robustos de los hombres llevaban un escudo, y algunas de las mujeres arco y flecha.
-¿Qué es esto?- Dije, retóricamente.
-Oh, creo que es bastante obvio, una batalla por supervivencia.- Dijo aquel hombre y tras ellos soltó una leve risa al momento que las al menos cincuenta personas en la arena se comenzaran a abalanzar sobre mí.
Pensé mis opciones, podía esperar a que vinieran a por mí y defenderme, podía tomar la ofensiva o bien podía intentar escapar.
Fui por la tercer opción, pelear contra ese gran número de gente llevaría a un gran desgaste y posiblemente muchas heridas, no tenía que arriesgarme. Así que esperé a que uno de ellos atacara para desarmarlo, tomar el cuchillo y lanzarlo fuera de la arena, desaparecí esperando llegar a donde el cuchillo se clavase, pero mientras estaba en mi forma de alma choqué una pared invisible que me hizo rebotar devuelta hacia la arena.

-Mmm, lo siento pero, me temo que no podrás escapar, tendrás que pelear si quieres salir.

Una flecha entró en mi campo visual y la tomé antes que me diera, busqué a la tiradora pero no logré divisarla.

Si querían pelea, pelea tendrían.

Se estaban dividiendo en grupos, por lo que estaban entrenados, no sería extraño que tuvieran alguna estrategia de ataque bien planeada. Pero eso solo hacía las cosas más fáciles. Un defecto de los soldados altamente entrenados es precisamente lo que los hace formidables, si rompes sus filas, si rompes su equipo, quedan varados, es bueno tener estrategias, pero no es bueno solo actuar acorde a ellas, y podía distinguir con solo verlos que todos ellos y ellas eran así.
Primer paso, romper sus formaciones, y bueno, de paso, sus huesos.
Las tiradoras, esa era la base de todo, como en cualquier estrategia, los ataques a distancia pueden ser decisivos. Avancé rápido evitando ataques hasta eludirlos a todos y llegar a la otra punta, donde me encontré con todos los arcos apuntando directo hacía mí. Esperé, y escuché, la primera en soltar la flecha sería la perdición del resto. Esta fue justo la del centro, por lo que di un paso amplio en su dirección mientras la flecha se acercaba, la tomé en pleno recorrido y la lancé justo hacia su pierna. Volví a tocar el piso y aproveché el momento donde se desesperaban por haber perdido la diferencia distancia para atacar, dejándolas fuera de combate una por una.

El Último Semidiós: Wrath of Scars. (NarutoxFairyTail)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora