¿Así viven las parejas?

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  — Perdóname, por favor. No quiero que te pase algo por mi culpa. Perdóname 

Repetía una y otra vez mientras se acariciaba la panza. El termómetro marcaba 40 grados de temperatura. 

Desde que volvieron de Suna, había sentido molestias en su cuerpo. En un principio, pensó que era por el embarazo, luego un simple resfriado, pero cuando menos lo esperó el cuerpo no le respondía, le dolían las extremidades y la fiebre no dejaba de subir. Se sentía fatal. Lo más probable era que pescara un virus durante su viaje que no detectó a primera instancia, pues los síntomas tardaron en aparecer. 

Estaba débil, a penas podía mantenerse consciente. Y lo hacía solo para cuidar a su bebé.

Kakashi no estaba. Otra misión larga a la que tuvo que partir. Naruto tampoco, Ino mucho menos. Estaba sola. Pero era médico, y sabía como cuidarse. O al menos de eso intentaba convencerse, ya que estaba sola.

Cuando tenía cuatro años, en Konohagakure surgió una epidemia que llevó a muchos ninjas a la muerte por un virus infeccioso. Su cuerpo no lo aguantaba. Ella fue una de las afectadas. Pero los cuidados de su madre la mantuvieron viva, estable y saludable otra vez. Quería sentirse así, cuidada, sentir que alguien se preocupaba de su bienestar. Pero las personas que necesitaba no estaban. Y debía mantenerse fuerte, porque como su madre la cuidó una vez, ella debía cuidar a su hijo.

Se imaginaba unos años más, cuando su pequeño o pequeña se sintiera enfermo. ¿Podría hacer un buen trabajo cuidándolo? Sí, la respuesta era obvia, era médico, podría detectar un resfriado antes que apareciese. Más bien su pregunta era otra... ¿Haría un buen trabajo como madre? ¿Su hijo o hija sentiría seguridad con ella? ¿Se sentiría amado por ella? Temía no saber hacer las cosas bien, no poder hacerlas bien y fallar, y defraudarse a sí misma, a Kakashi y a su hijo. Las lágrimas brotaban, ni siquiera era la fiebre que la hacía delirar, eran los infinitos pensamientos que aparecían en su mente. Pensó que los temores se habían esfumado, pero cada diferente situación aparecían. Como cuando se fue de misión hace unas semanas hacia Suna, imaginaba cuando el Hokage de turno la necesitara y debiera dejar a su hijo con sus padres para poder partir, pues lo más probable es que Kakashi tampoco estuviera en la aldea. ¿Se sentiría solo? ¿Pensaría que sus padres no quieren pasar tiempo con él o ella? Eran ninjas, debían acostumbrarse desde pequeños a esos casos. ¿Y si no volvía más? ¿Y si algo le ocurría a ella o a Kakashi en alguna misión y no regresaban? ¿Su hijo pensaría que lo abandonaron? ¿O entendería a temprana edad la vida que llevaban sus padres? ¿Comprendería la situación o les guardaría rencor por dejarlo? ¿Volvería a ser feliz? ¿Será feliz alguna vez con ella? 

Lo que en un momento fueron débiles lágrimas, se transformaron en sollozos desesperados por una mente llena de historias que aún no ocurrían. Trató de sentarse en su cama, pero el cuerpo le dolía, y el corazón también. Cuando estaba débil, lo estaba en todos los sentidos, sobre todo emocionalmente hablando. Se acariciaba el vientre. Y le seguía pidiendo perdón por sentirse así.

— Ya estoy en casa

La voz ronca que hacía eco en toda la casa la sacó de su mundo interior.

Limpió su rostro y lo levantó para encontrarse a un demacrado shinobi, todo magullado y sucio.

La miraba asustado, porque lloraba, porque estaba acostada y porque su rostro ardía.

Salió rápido de la habitación y volvió con una toalla húmeda. Colocó su mano en su frente. La miró reprochándola, y luego colocó el paño en su cabeza.

  — ¿Por qué no me avisaste que te sentías enferma?

— Lo siento, la fiebre apareció ayer. Ya te habías ido

Comenzamos al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora