¿Por qué ahora?

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Si había algo que en cierta parte extrañaba, era llegar a su casa y estar en absoluta paz. Nadie más hablaba, nadie se quejaba, nadie lo regañaba. 

Desde que Sakura vivía ahí, esa paz se había esfumado. No era una molestia, al contrario, comenzaba a agradarle la idea de tener compañía, por muy poco que estuviera en casa; pero era su voz, su chillona voz cuando discutía con Naruto la que aturdía su cabeza.

¿Que hacía él otra vez ahí?

Comenzó a quitarse los zapatos, cansado de tanto caminar y pensar. 

  — Deberías decírselo

—  ¡No! Él no tiene nada que ver con esto

— Sakura, no seas caprichosa

— No soy caprichosa, es que no me interesa decírselo

 Tenía ganas de verla, más aún después del regaño que recibió de Sakumo. 

Quizás aún no se sentía seguro de querer estar con ella, porque los sentimientos románticos eran casi inexistentes, no eran lo suficientemente fuertes como para entablar una relación por que así lo quisiera, pero sí como para intentarlo.

Más allá de sentir amor, era cariño lo que tenía por Sakura, cariño fraternal, cariño como un compañero, como un amigo, como alguien con quien pasará el resto de su vida lo quiera o no. Por eso se arriesgaba, porque la quería y porque la conocía, sabía que con ella a su lado las cosas serían mejor. Una decisión que no podía tomar a la ligera y mucho menos con alguien que no le tuviera confianza. Era ella, su primera y única alumna. Aquella que llevaba en su vientre los resultados de la calentura.

Y quería decírselo. Que había pensado sobre lo que le dijo, que era un cobarde por no responderle, que quería formar una familia, que aunque estaban haciendo las cosas al revés, ganarían más de lo que perdían. Y quizás,  más adelante, ambos se den cuenta que la mejor decisión fue quedarse juntos e intentarlo, porque el que no se arriesga, nunca sabrá que pasó. Y si no fuese así y las cosas resultaran mal, al menos lo probaron. 

Y se ponía nervioso.

Más aún por no saber cómo decírselo.

Más aún porque el futuro Hokage seguía en su casa.

Más aún porque cuando puso atención a la conversación, estaban hablando de él. 

  — ¿Es importante para ti?

— Tuvo su oportunidad y la desechó, me vale

—  No puedes ser tan fría

  — No lo defiendas, es solo un compañero de equipo, no tengo por qué darle explicaciones de nada

 — Pero ya está aquí

Silencio. Maldito e incómodo silencio.

Levantó la vista y vio a una confundida pelirrosa mirándolo. ¿Y él? Haciendo el ridículo de su vida. Apoyando el oído en la pared para oír mejor la conversación.

  — ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Le preguntó acusadora.

Sonrió nervioso — Estoy en casa 

  — Mi pregunta fue otra

— ¿Que hay de cenar? Me muero de hambre

— ¡Kakashi! — lo regañó

Suspiró cansado mientras se levantaba del suelo.

— Llegué hace unos cinco minutos, estabas ocupada creo, no quise molestar

Comenzamos al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora