¿Y los demás?

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Sentada sobre una banca, balanceaba sus pies suavemente, dejaba que la suave brisa jugara con su cabello. La sensación era deliciosa y refrescante, casi la hacían olvidar el motivo que la llevó ahí y el nudo en el estómago que sentía.

La noche anterior se la había pasado en vela organizando las últimas cosas de su habitación. En un par de días abandonaría la casa en la que creció para emprender rumbo a su nuevo hogar. Aquel hogar que estaba conformado por un maestro y su alumna.

Aún tenía ese deje de sentimiento de que quizás esto no era tan buena idea como pensaban sus padres, o como pensaba él. Pero la decisión estaba tomada, y si había aceptado, no podía dar marcha atrás. Estuvo muchas semanas como cobarde ocultando su embarazo, ya no podía retractarse de nada más, esta era la vida que llevaba y debía aceptarla, aunque no fuera lo que quisiera.

A Kakashi lo había visto poco. Habían pasado dos semanas desde que se reunieron en Ichiraku.

Viernes. Maldito viernes otra vez. No quería salir de su casa. Naruto había armado un show después de eso. Y no de malas maneras, al contrario, a penas sí la dejaba caminar. No tenía ni panza y ya estaba preocupado de su espalda, sus pechos, sus rodillas y quizás que cosas más. La quería cargar de aquí para ya, se aparecía todas las mañanas en su casa preguntando si necesitaba algo. Llevaba bolsas con golosinas, bandas frías para los bochornos, pastillas para la jaqueca, hasta apareció hace unos días con otro test de embarazo para llevárselo como recuerdo. A pesar del hostigamiento que le daba, se sentía más amada que nunca. Toda la atención era para ella y solo para ella. Ni Kakashi había actuado tan atento. Naruto hubiera sido un buen padre, algo fastidioso pero bueno de todos modos. Y ese era su amigo, su gran y preciado amigo.

El copy ninja estaba ocupado. Dos días antes había salido de misión y ni idea cuándo volvía. Sabía que a penas cruzara las puertas de la aldea comenzaría su vida familiar. Él si era atento. Pero a su manera. Claramente no podía esperar de él lo que hacía Naruto, él era eufórico, Kakashi más tranquilo. Por eso tampoco se decepcionaba de la forma en que tenía de preocuparse por ella. Siempre había sido así, distante pero cortés, frío y cálido, sereno, calmado. Eran el ying y el yang. Después de una ajetrada mañana con Naruto y su histeria porque el bebé podía nacer en cualquier momento, encontraba la paz durante la tarde con la compañía del sensei. No hablaban mucho. Se sentaban en el césped y disfrutaban del silencio del bosque. Le preguntaba como se sentía, como había dormido y si ya tenía antojos. La miraba por el rabillo del ojo, tomaba su libro y fingía leer. Disimuladamente miraba su panza, plana, sin rastro de que su hijo estuviera creciendo ahí. Y sonreía. Cuando ella no lo veía, él sonreía.

Y antes de irse, la convenció.

— Es tu amiga, no entiendo porque no puedes decirle. Ella te entenderá mejor que todos nosotros. Las mujeres se apoyan entre ellas

Siempre tenía la razón.

¿Por qué no decírselo ahora? Era su amiga. A pesar de todo, era su amiga. Y era mujer. Su madre también, pero era más anticuada y no la entendía. Ella podía acompañarla de compras para elegir cosas lindas para el bebé, podía ser la madrina y consentir a su hijo, la abrazaría cuando quisiera llorar por estar gorda y le invitaría un pastel para hacerla sentir peor, la regañaría como una madre, la apoyaría como una hermana y la animaría como una amiga.

Y ahí estaba. El nudo en el estómago.

— ¿Tardé mucho, frentona?

Se sentaba a su lado mirándola con una gran sonrisa.

Negó con la cabeza.

— ¿Pasó algo? Estás más pálida de lo normal — se burló

Sí, era su amiga, pero bien sabía como fastidiarla y hacerla enojar.

Comenzamos al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora