Capítulo I

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*Entre asteriscos, cursiva y centrado, son las voces que escucha solo Jack Flin.

—Su enfermedad ha empeorado señor Flin. Me temo que todas sus pruebas psicológicas han fallado ¿Ha visto gente nueva en el hospital? ¿Personas que lo miren raro?

*Si, todo el puto hospital te mira raro.*

—Lo cierto es que no, señorita. Me siento estupendamente.

—¿Ha escuchado voces? ¿O ha tenido sueños extraños?

*Bueno, todo el tiempo, ¿No, raro?*

—No señorita, a menos que la voz de Gladis suene como algo extraño.

La enfermera soltó una suave risa, la pobre de Gladis siempre era tema de burla. Sus bonitos dientes blancos y su rostro pulcramente cuerdo, me hicieron sonreír. Mientras, ella anotaba algunas cosas en la tablilla, siempre me pregunté qué cosas escribirían los médicos sobre mí.

—De acuerdo... espero que no me esté mintiendo señor Flin, usted me dice una cosa, pero sus análisis dicen otra. ¿Ha hablado con el doctor Barelli?

—Tengo cita con él, justo después de mi cita con usted. Por cierto, ¿Es descabellado pedir el número de su casa en la primera cita?

Ella volvió a reír, creo que podría escuchar ese sonido toda mi vida. No porque estuviera perdidamente enamorado de una risa, sino porque era cien veces... no, mil veces, mejor que cualquier loco allá fuera balbuceando cosas o mis propios acechadores mentales.

—Señor Flin, sabe perfectamente que usted no puede tener un teléfono en su habitación.

*Já, muy divertida tu nueva amiga. Tenla a ella en tu habitación.*

—Oh, lo sé... pero también sé que en unos meses saldré de aquí y podré invitarla a cenar. Además está el teléfono de la recepción.

—Espero que salga pronto señor Flin, y le concedo la segunda cita. Por cierto, es un placer conocerlo, ojalá que en mi tiempo de práctica podamos ser buenos amigos.

*O amantes, no creo que a Juana de Arco le importe.*

—Lo mismo digo señorita. Espero verla mañana.

Lentamente me puse de pie y extendí mi mano, ella la tomó como si yo fuera una persona perfectamente normal, como si no me gritaran que le hiciera cosas, y la estrechó con suavidad. La mayoría de la gente, teme hacer contacto físico con un demente. Luego le sonreí, me di la vuelta y me marché del pequeño estudio de la universitaria.

Sara estaba en el hospital porque tenía que realizar prácticas para poder graduarse, si bien estaría poco tiempo, para muchos de nosotros era una gran bocanada de aire limpio, más después de todo el odio que se había acumulado hacia Barelli, el psiquiatra y director del hospital.

Caminé por los pasillos mientras escuchaba las voces arremolinarse en mi cabeza, la mayoría de aquellos dementes no tenía idea de qué estaban diciendo. Solo eran palabras al aire, sin sentido. El problema era que no sabía cuáles eran voces de pacientes mentalmente desequilibrados y cuáles eran mis torturadores mentales.

—El alquiler... robots... ¿Puedo inflarlo?

Aquella voz era la de John, resaltaba entre la multitud porque era un hombre enorme, con una voz potente y limpia, si no fuera por su demencia podría trabajar en una radio sin ningún problema. Alcé la mano y lo saludé, y a pesar de su mirada perdida, John me devolvió el saludo.

Century [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora