Capítulo XIV

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Ahí estaba yo, de nuevo caminando a la sala de electrochoques y mientras arrastraba los pies como un condenado. Las voces me gritaban que me suicidara antes de entrar, solté un suspiro de frustración bastante prolongado que llamó la atención de mi compañera.

—¿Está asustado?— preguntó Sara a mi lado, como la primera vez, me acompañaba.

—Un poco, pero estoy aún más cansado.

Y lo estaba, caminaba muy lento y con la mirada y hombros gachos. No quería que la enfermera me viera en ese estado, pero lo cierto era que no podía seguir fingiendo un buen humor y alegría. El manicomio me estaba consumiendo, se llevaba mi energía, y junto con ella, todo mi carisma.

Un mes ahí dentro era como estar un año entero, así que imaginen la edad que yo sentía que tenía. Los días eran monótonos, y cuando pasaba algo diferente era para empeoras muchísimos más las cosas. Sino pregúntenle a Christian y Juana... Así que sí, estaba agotado, mis esperanzas habían bajado mucho, y los hombres-animales de mis alucinaciones sólo hacían que mi cabeza y cuerpo se deterioraran.

Cuando alcé la mirada de mis pies, deseé no haberlo hecho. Nuevamente estaban esas cabezas muertas mirándome, si bien no era la primera vez que me pasaba, uno nunca se acostumbra a ver cabras, ovejas, lobos, alces y demás animales muertos, mirando fijamente los ojos de uno.

Cuando giré el rostro, la cabeza de Sara había sido cambiada por la de un gato muerto. Me miraba con la cabeza ladeada y escuchaba sus risas bajas, mientras se burlaba de mí. Todo el puto hospital se burlaba de mí, cuando ellos eran los que estaban jodidamente muertos.

El pasillo pasó de un blanco inmaculado, a estar completamente abandonado, como otras veces, era como si se estuviera cayendo abajo por el paso del tiempo. Dejé de avanzar y miré a mi alrededor completamente desorbitado. Podía sentir el pánico subir por mi espina dorsal e instalarse en mi rostro como una gran mueca de horror.

—¡¿Qué quieren?!— exclamé mientras me alejaba de la supuesta Sara, que seguía riendo. Estaba cansado de ellos.

*Quieren despellejarte vivo.*

*Eres un fracaso, deja que lo hagan.*

*Ni tu madre te quería, ¿por qué lo haría Sara?*

*Mátalos, mata a esos animales muertos.*

*¡Eres patético! ¡Todos se ríen de ti!*

Y en efecto, los que antes eran pacientes, ahora eran cabezas muertas que se reían con muchas ganas mientras me miraban con sus ojos negros. Casi no podían respirar de lo mucho que se reían. Y me sentí pequeño, muy pequeño y humillado.

Así fue como hice lo que sus miradas demandaban, me agaché en el frío suelo y me acomodé en posición fetal, mientras miraba implorante los ojos gatunos y muertos de Sara, que me miraban como si yo fuera la cosa más asquerosa y patética que haya visto. Me sentí como un feto de rata tirado en el suelo.

—¡Sara, por favor!—imploré, tragando mi orgullo.

La enfermera gato siguió riendo hasta que comenzó a ahogarse y toser, entre cada carcajada y tosido que daba, escupía gotas de sangre y saliva que llegaban hasta mi rostro. Mis ojos comenzaron a arder, y mis lágrimas no tardaron en comenzar a salir una a una.

De repente, llegaron dos tipos enormes vestidos como enfermeros, pero uno tenía la cabeza de un lobo muerto sin ojos, el cual reía y reía con una risa extremadamente aguda, como si fuera un chiste increíble. El otro, sonreía ampliamente sin sonido, pero su mayor problema, era que era una cabeza de alce sin ningún diente, y tenían ansías repletas de sangre en su lugar.

Century [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora