Capítulo XVIII

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Aquella noche no podía dormir, daba vueltas de un lado al otro de la cama mientras las voces hablaban. En algún momento de la madrugada ya ni podía entender lo que decían, solo sabía que estaban furiosas.

Llegado un momento de rendición, me acosté boca arriba para mirar el techo y esperar que las horas pasaran, pero simplemente mi aburrimiento era mayor que mi desesperación por acallar lo que gritaban en mi cráneo.

No sé a qué horas me levanté de la cama y miré el reloj blanco de pared. Indicaban las cinco de la mañana, por lo que directamente me vestí con mi ropa casual. Luego pasé por al lado de una Helen dormida y me dirigí al baño de hombres, más por hacer algo que por verdaderas ganas de orinar.

Cuando salí de allí, algo captó mi atención, y por un momento creí que solo estaba alucinando. Se trataba de Christian, alejándose de nuestro cuarto en paso lento, mirando al frente, como un verdadero zombie. La lobotomía sí que le había dañado el cerebro al pobre muchacho.

Solo para cerciorarme de que no era una alucinación, volví al cuarto y me encontré con su cama vacía y las sábanas desparramadas por el suelo mugroso del hospital.

*Va a matar a alguien.*

Dijo una voz que reconocí perfectamente en mi cabeza, y por alguna extraña razón, le creí. Algo apurado, pero sin correr, volví a salir del cuarto y ya no lo encontré en el pasillo.

*¿Quizás en el cuarto de señoritas? Ahí iría yo.*

Sin pensarlo, esta vez me eché a la carrera hacia el lado por el que lo había visto marcharse, que efectivamente, era la dirección al cuarto de mujeres, porque sabía que yo también iría allí. Mi respiración se aceleró y mis voces se pusieron histéricas, no tenían acción hacía demasiado tiempo.

Podía sentir mi cuerpo cansado, ya estaba harto de tratamientos y de que mis músculos soportaran convulsiones cada vez que a Barelli se le ocurría que podía ser una gran idea. Llegué a pensar que nunca mejoraría, pero tenía que descartar ese pensamiento si quería casarme algún día con Sara y terminar de enamorarme de ella.

Cuando llegué al cuarto de mujeres, me encontré con Gladis dormida ¿Por qué le pagaban a esas mujeres? Creo que yo podría hacer mejor ese trabajo, aunque también sabía que las explotaban al estar todo el día con pacientes locos, y toda la noche cuidándolos de sí mismos.

Eché una rápida ojeada al cuarto, pero Christian no estaba allí, y las señoritas dormitaban tranquilamente, si quitamos a las que se movían y a las que balbuceaban en sueños como si algo las acechara también mientras duermen.

*Va a matarlos a todos.*

*Está loco, hay que frenarlo.*

*Quizás te mate a ti también.*

*O podríamos ayudarlo...*

Me quedé un momento en silencio y quieto, en la puerta de la habitación de mujeres, y simplemente no supe qué hacer. Si acudía a Barelli, lo más seguro era que llevarían a Christian a máxima seguridad, y no le deseaba eso a nadie luego de haber visto a Juana.

Si despertaba a Gladis o Helen, me llevarían a mí también a máxima seguridad por estar fuera de la cama y ya vestido. O quizás me harían una lobotomía para terminar como el muchacho casi muerto.

Entonces decidí recurrir a mi última opción. Despertar a Sara.

Caminé en paso normal para no llamar la atención por si alguien me veía. En los últimos días me había enterado dónde era el pequeño cuarto de la enfermera, pero nunca había tenido el honor de entrar allí.

Century [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora