Capítulo XXI

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Me encerraron en el ala Este. La camisa de fuerza apretaba mi cuerpo contra mí mismo y no podía moverme, no quería moverme, no quería su asquerosa comida, no quería los medicamentos, no quería vivir.

No sé cómo se puede explicar un dolor tan grande. La gente sufre mucho cuando pierde a alguien que ama con todo su ser, pero un dolor mucho más grande, es terminar con la vida de alguien que amas con todo tu ser. Solo trata de imaginarlo por un momento, por un pequeño momento.

Mis voces seguían aplaudiendo en mi cabeza, y esa era la peor tortura que podía existir. Que alguien te felicitara por asesinar a la mujer que amabas, era lo que yo merecía, la tortura en su máxima expresión, y era imposible escapar de ella ¿Cómo escapas de tu propio cerebro?

En ese entonces no se apiadaron de mí. No tenía noción del tiempo allí dentro, no sabía si era de día o de noche. Pero en algún momento, entre las comidas que yo ni probaba, llegó el doctor Barelli a mi habitación, o mejor dicho, a mi celda personal.

Se lo veía tan imponente como siempre, tenía cara de persona extremadamente inteligente, y su guardapolvo blanco hasta las rodillas te demostraba que sí lo era. Lo único diferente en él desde que llegué a Century, eran sus enormes ojeras y su cabello despeinado. Antes siempre llevaba la gomina bien colocada, y ningún cabello escapaba de su peinado.

A mí me ardían los ojos, ya que me la pasaba lloriqueando como un idiota y al verlo no pude hacer otra cosa que soltar un sollozo ahogado. Y si me movía, juro que escuchaba el ruido de mi corazón roto en mi interior.

—Vamos Jack...— Su voz detonaba lástima, y supe que era por mí.

—No quiero, doctor.

—Voy a aliviar tu dolor... Lo voy a aliviar.

Y dicho esto, dejó mi puerta blanca abierta. Yo, como un perro faldero que busca alguna caricia, me puse de pie y camine lento detrás del psiquiatra. Mis piernas respondían con dificultad, hacía tres días que no me paraba a caminar. Mis voces me gritaron que no fuera, que iba a asesinarme. Pero esa era la mejor forma de alentarme a que lo siguiera con más ganas.

Creí que iban a escoltarme, por ser un paciente peligroso, pero el doctor le pidió a los enfermeros que se quedaran allí mismo. Lo único que me impedía acabar con Barelli era mi camisa de fuerza. Pero no tenía ganas de pelear, no tenía fuerzas, y mucho menos esperanzas de salir del manicomio.

No pregunté qué era lo que iba a hacerme, solo lo seguí como el muerto en vida que era, y él tampoco se detuvo a explicarme nada. Cuando caminamos por un pasillo, lo reconocí enseguida, y no me detuve, caminé con más ganas.

Barelli abrió una de las puertas para mí, y me sonrió con lástima cuando yo pasé a su lado. Con mucho esfuerzo, le devolví la sonrisa más triste que había esbozado en toda mi existencia.

—Jack... no te mereces nada de lo que te pasó.

—Acabe con esto doctor, por favor... No soporto más este dolor — murmuré entrecortado, mientras mis lágrimas volvían a salir. No había dejado de llorar en días.

Barelli asintió con la cabeza, y me indicó que me recostara en la camilla. Me dejó la camisa de fuerza pero la desabrochó, y ató mi cuerpo con los cinturones.

Uno, muñecas aprisionadas.

Dos, piernas atadas.

Tres, torso inmovilizado.

Cuatro, cabeza sujeta con fuerza a la camilla.

Conté cada cinturón de mi cuerpo, y me quedé completamente inmóvil. Probé moverme un poco, pero era imposible hacer algún esfuerzo por escapar, sin contar que yo no tenía fuerzas para nada. Las lágrimas continuaron cayendo por mis costados, y yo cerré los ojos con tranquilidad.

A mi lado, pude escuchar que el doctor tomaba algunas cosas de la mesa de trabajo, hacía algunos ruidos metálicos y yo sonreí por dentro, pronto todo acabaría y la imagen de Sara tendida en suelo, por fin se iría de mi cabeza. Era un alivio que no me merecía, pero mi mente torturada no podía seguir. Soy un puto cobarde.

—Abre los ojos Jack...— murmuró Barelli de una forma dulce y suave.

Así lo hice, y me encontré con la punta del pica-hielos a un par de centímetros de la cuenca de mi ojo. Yo sonreí de forma triste, no volvería a ser el que era y justo eso era lo que quería. Miré de reojo al doctor y este me devolvió la mirada. Tenía mucho miedo de lo que pasaría, pero era aún mejor el saber que ya no podría pensar en ella, ni en nada.

*No lo dejes, por favor no lo dejes hacernos esto.*

*Jack, no lo dejes... no lo dejes ¡No lo dejes!*

Mis voces gritaban, no querían desaparecer de mi mente, estaban aterradas pero me importaba muy poco. Toda esa locura me había llevado a hacer algo que no me perdonaría nunca en la vida, y estaba cansado... tan cansado... Tenía solo veinticinco años, y sentía como si tuviera más de cien.

—Gracias Doctor.

Él asintió, en un gesto de respeto, y una pequeña sonrisa que me recordó que él siempre quiso mí bien. Y entonces escuché el ruido metálico del martillo golpeando con el pica-hielos.

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Bueno, oficialmente este es el último capítulo de Century, pero queda el epílogo todavía :o estoy muy emocionada por ya subirlo y que me cuenten qué piensan. Sé que hay muchas dudas, pero tranquilos que en el epílogo se explica todo porque aún tenemos a Barelli :D 

En fin, les quiero contar que estoy trabajando en otra novela, y después del epílogo, posiblemente la comience a subir una semana después, ojalá les interese, es media turbia y se llama "Mi cuaderno escarlata" Gracias a todos por sus estrellitas y comentarios, y perdón si los hice sufrir :c (aunque debo admitir que eso me hace feliz porque significa que algo les hice sentir♥)

P.d: miren bien la foto de portada de este capítulo, es muy interesante♥ 

~Mariana Sardanelli ♥~

Century [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora