Capítulo 27

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--No, levanta tu pierna de la otra manera, tienes que llegar lo más alto posible, y empujar con toda tu fuerza.--empujó mi pie hacia abajo y volvió a doblar sus rodillas, colocándose en posición de ataque.--Con la fuerza que aún no sabes que tienes, Aria.

Así lo hice, tomé una fuerte respiración y levanté mi pierna derecha, anclando la izquierda en el suelo y empujando sobre su pecho a unos pocos centímetros de su garganta. Con toda la fuerza que creía tener, planté mi pie y lo obligué a retroceder impulsándolo con el impactó.

Realmente no esperaba siquiera tambalearlo, y por la expresión de su rostro él tampoco lo esperaba.

--Si. Si, así.--se reincorporó y volvió a acercarse los pasos que lo había alejado.--Lo tienes, hagámoslo un par de veces más.

Y lo repetimos, cada vez alejándolo un poco más lejos, cada vez con más fuerza.

Para cuando terminamos una sonrisa cruzaba mi rostro.

--No estuvo tan mal.

--Guarda la sonrisita, ese fue sólo el comienzo.--se dio la vuelta y me dio la espalda, caminando hacia el extremo más cercano del gigantesco gimnasio, que más bien era como un enorme salón de baloncesto.--Lo volveremos rudo en un momento.

Antes de que pudiese contestarle, llevo sus manos a los extremos de su remera y la sacó por su cabeza, dándome una vista sin restricciones a su tallada espalda. Tenía un tatuaje que parecía como si fuesen las cicatrices de un par de alas que fueron arrancadas, y más abajo, cerca de la costura de sus pantalones, del lado derecho, hacia su aparición un pequeño Ángel enseñando el dedo medio. Casi quise reír si no me hubiese distraído la forma que se contraían sus músculos, y cuando se dio la vuelta, me atrapó mirándolo.

--Yo...--carraspeé--Para ser un demonio, tienes una extraña obsesión por los Ángeles.

--Bueno, me gusta la idea de burlarme de ellos, te encantaría ver su reacción cuando me capturan y mientras me golpean, ven una versión de ellos levantándoles el dedo corazón--una sonrisa de lado surcaba su rostro y esa mirada de suficiencia volvía a aparecer.--Pero mantengamos esto como nuestro secreto, al jefe no le gustaría enterarse.

--¿Qué tienes tatuajes?--por un momento quise pedirle que me dejase tocarlos, pero pateé esa idea lejos.

--Que me capturan.--dijo, y guiño en mi dirección antes de volver a acercarse.

Y entonces imagine las veces que lo habrían golpeado o capturado y me erice de pies a cabeza.

--¿Por qué dejas que te capturen?--despegué mis ojos de su pecho, y humedecí mis labios recobrando la compostura.--¿Estas perdiendo tu toque?

--Créeme, mi toque está intacto.--dijo, y pude saborear la petulancia en el aire.--Pero, ¿dónde está lo divertido si siempre sales ganando y no obtienes un poco de dolor?

--Supongo que prefiero vivir, no sobrevivir.--me encogí de hombros.

--Bueno, tienes un punto, pero para un demonio, cuando eres inmortal no hay supervivencia, ni siquiera vida.--ahora fue su turno de encoger los hombros y lo que vi en sus ojos se me hizo demasiado familiar.

--Las camaras, Owen.--recordé al darme cuenta que habiamos estado hablando como si nada.

--Olvídalas, hay cámaras sí, pero no micrófonos.--pareció pensar algo por un momento y luego volvió a hablar.--Pero sería menos sospechoso si hablamos mientas entrenamos, así que adelante, retomaremos mi pregunta en otro momento.

--¿Menos sospechoso?--fruncí el ceño.--¿Por qué insistes en ocultarles cosas y responderme preguntas a mí?

--Esas preguntas encontrarán respuesta hoy en la noche, ahora concéntrate.--se acercó hasta quedar frente a frente.--Vamos a intentar el ataque más común. Iré hacia ti, intentaré atraparte y tu flexionaras las rodillas para encajar tu cabeza debajo de mi mentón, empujaras hacia arriba y luego patearas en mi pecho, como el ejercicio anterior.

Endemoniadamente ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora