— Vamos a nuestra clase de literatura, la profesora Lee se molesta si llegamos tarde —dice Hannah mientras agarra mi mano y me arrastra al salón de literatura.
Al entrar al salón de literatura me fui a sentar a un banco que está en el fondo a un costado.
— ¿Estás completamente segura de sentarte ahí? —pregunta Hannah y yo asiento.
— ¿Por qué no? —pregunto con el ceño fruncido.
— Se sienta Connor.
Ruedo los ojos— ¿Es que está en todo momento? —pregunto bufando.
Hannah se encoge de hombros divertida— Supongo que si.
— No me va a sacar de aquí.
Hannah sonríe— Yo me siento delante tuyo ¿Te parece? —pregunto y yo asiento.
Hannah se sienta y deja su mochila a un costado, se da vuelta y nos ponemos a charlar.
— Una vez estábamos con mi hermano y entonces entre los dos habíamos hecho una apuesta, habíamos apostado que yo le ganaba en videojuegos, si yo ganaba él se vestía de mujer y si yo perdía tenía que lamer el agua del inodoro. Por fortuna gané y él se disfrazó de mujer —relato y Hannah suelta una carcajada— Te juro —empiezo a reír— Se había puesto una peluca rubia platinada, un vestido ajustado y corto de mi madre, unos tacones de 15 centímetros de alto, y se había maquillado, se puso labial rojo, mucho rubor, sombras de ojos azules, pestañas postizas, y no olvidemos sus dos pomelos que se puso dentro del vestido para simular tetas.
Hannah expota a carcajadas— ¿El famoso y popular Ryan Blake, vestido de mujer?
— Muévete —escucho la voz de un chico, me doy vuelta y veo al idiota de Connor.
— ¿Por qué? Muévete tú —le digo y este me mira aún más fijo.
— Ese banco es mío.
— No veo tu nombre escrito en él.
— No necesito escribir mi nombre en él para que sea mío —contesta con simpleza.
— No es tuyo, como le dije a Hannah: los bancos son lugares públicos, si yo quiero me siento en donde quiera. Tú llegaste tarde y ya sabes el dicho.
El frunce el ceño— ¿Cuál?
— El que fue a Sevilla, perdió su silla —contesto mientras una sonrisa burlona se forma en mis labios.
Antes de que él pueda responder, una voz interrumpe.
— Señor Samuels, sientense —la dueña de esa voz es una señora cuarentona, con cabello negro y ojos tan oscuros como su melena negra.
Mi sonrisa aumenta, sabiendo que él va a tener que escoger otro lugar para apoyar su trasero.
El orgullo y la victoria recorren todo mi cuerpo.
Cuándo él se sienta lo miro, este hace lo mismo, le saco la lengua y él rueda los ojos.
Después de dos horas en nuestra clase de literatura, me levanto de mi asiento y me voy a la cafetería.
— ¡Ashley! —grita Hannah — ¡Aquí!
Voy hacia dónde está Hannah y la encuentro junto a una chica de estatura normal y un cuerpo delgado, como Hannah. La chica a simple vista demuestra cierta picardía y al mismo tiempo timidez. Tiene unos ojos soñadores de color marrón oscuro que reflejan simpatía y diversión, debajo de esa mirada oscura se sitúan algunas pecas que a simple vista pasan desapercibidas. Tiene un lindo cabello castaño que caen por sus hombros con delicadeza.
— Ashley ella es Emma —nos presenta Hannah rápidamente.
— Ashley Blake
— Emma Steel —contesta la chica, Emma, con una sonrisa en su rostro.
— Que esa sonrisita inocente no te engañe, acosa a su crush las veinticuatro horas del día los trescientos sesenta y cinco del año. Y anda saber que cosas estará haciendo mientras lo acosa de lejos —se burla Hannah.
— Y tú no le creas, ella acosa a Jason desde que tengo memoria. Se sabe hasta su dirección y nunca fue a su casa, no fue por una fiesta y ni se hablan, ¿Quién es la acosadora ahora?
— Pero al menos yo no sé a qué hora va al gimnasio, cuándo va a correr, a que hora almuerza y cuando caga —ataca Hannah.
— Las dos son acosadoras y punto —declaro.
— ¿Acaso tú no acosas a nadie? —pregunta Emma.
— ¡Ja! ¡Admites que acosas a Alec! —exclama Hannah y luego una sonrisa victoriosa se hace presente en el rostro de ella.
— No acoso a nadie, yo soy la acosada — contesto con aires superiores falsos.
Las dos sueltan una carcajada.
— Acosar es divertido —dice Hannah sonriendo.
— ¡Admites que acosas a Jason! —Emma dice con burla.
Ruedo los ojos— Cambiemos de tema, les pregunto: ¿Cómo entro al equipo de fútbol americano?
Las dos se quedan petrificadas mirandome con cierto asombro y sorpresa.
— ¿Qué? —pregunto con confusión.
— No aceptan chicas en el equipo masculino —explica Emma.
— Ahora si —decreto— Entro por las buenas o les armo tremendo lío y me dejan por las malas ¿Quién es el capitán?
— Connor.
— Por favor, dime que es otro Connor y no el Connor Samuels que conozco —suplico, no creo que me deje entrar luego del cruce de lindas y hermosas palabras que tuvimos y mucho menos luego de sacarle el supusto lugar que en realidad no es suyo y llegó último.
— Para tu mala suerte, el capitán del equipo de fútbol americano es Connor Samuels.
Joulishit.
Ni soñando me va a dejar entrar.
Pero mi insistencia y mi don para romperle las pelotas a alguien superan cualquier expectativa.
Solo tengo que insistir y romper las pelotas.
Fácil, ¿no?
ESTÁS LEYENDO
Guerra de capitanes (GDC)
Ficțiune adolescențiApuesto a que ustedes alguna vez en la vida amenazaron al director machista de su Instituto a crear un equipo de fútbol americano para mujeres, ya que no te dejaron entrar al de los hombres, y competir para ganar un desafío contra el capitán del equ...