Fuego

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Caminó decididamente por los largos pasillos del castillo con aquella fiera decisión plasmada en cada paso que daba. Era de noche y volvía de la biblioteca en donde se había escabullido poco después del toque de queda usando la capa de invisibilidad. Harry se había topado con Ron y Hermione que hacían sus rondas como prefectos, por separado, por supuesto. Con Ron muy cerca de las cocinas y con Hermione casi llegando a la biblioteca. Como ninguno de los sabía nada acerca de la capa, Harry solo había tenido que aplicarse a sí mismo un encantamiento silenciador y ser muy cuidadoso de no chocar con ellos. No necesitaba ser sancionado ahora que era el nuevo capitán del equipo de quidditch de Slytherin, no gracias.

Entre sus manos sujetaba un par de ejemplares de la sección prohibida los cuales había reemplazado cuidadosamente con un encantamiento de ilusión. Snape había notado la falta de algunos libros de aquella sección y no había dudado en informárselo a Dumbledore quién a su vez, había mandado a hacer una revisión a todos los alumnos. Sin embargo, Harry se las había arreglado para que Dobby colara ese par de libros dentro de la oficina de Umbridge quién al final admitió que probablemente ellas los había tomado y no lo recordaba.

No necesitaba arriesgarse más de lo necesario así que había tomado dos de sus propios libros de cursos pasados y les había trasformado para que en apariencia fueran exactamente iguales a los que se había llevado, aunque su contenido seguía siendo el mismo.

Miraba el mapa del merodeador y dio vuelta en la esquina más próxima cuando notó que Snape se encontraba haciendo guardia en el corredor frente a él. Aquella pequeña desviación le costaría minutos enteros de camino de vuelta a su dormitorio, pero si le pescaban con esos ejemplares que había robado ya podía considerarse hombre muerto y expulsado. No tenía una excusa convincente para estar estudiando temas tan poco morales y lo último que necesitaba era que Dumbledore lo bajara de ese pedestal en el que parecía que lo tenía.

Fue cuando iba a dar vuelta hacia el corredor que lo volvería a encaminar hacia las mazmorras que accidentalmente pisó la cola de la señora Norris que, por ser un animal no aparecía en el mapa y cuya presencia no había vislumbrado hasta que la oyó chillar terriblemente por la manera en que le había hecho daño. Harry quiso callarla a base de un avada pero no tuvo tiempo suficiente, con la señora Norris cerca, Filch no había tardado más de un minuto en llegar a su auxilio, causando que Harry echara a correr sin un destino en concreto, confiando en que sus pasos aún se encontraban silenciados por el encantamiento.

Filch le pisaba los talones, era como si supiera donde estaba exactamente a pesar de que Harry estaba consciente de que era imposible gracias a la capa. El hombre jadeaba de cansancio pero no se detenía y parecía que la falta de energía no le impedía despotricar contra quien quiera que estuviese allí y le hubiese hecho daño a su amada mascota que le seguía de cerca, maullándole, como indicándole el camino hasta Harry.

Cuando el moreno logró tomar algo de distancia entre su persecutor no dudó ni un segundo en adentrarse a un aula que en primera instancia parecía una de las muchas aulas en desuso que se encontraban por todo el castillo. Abrió la puerta de la manera más discreta que pudo y se adentró al polvoriento lugar con cuidado de lanzar un encantamiento no verbal de silencio antes de cerrar la puerta detrás de él. Filch pasó como alma que lleva el diablo con su lámpara de aceite sirviéndole de guía en la oscuridad y con la gata aun aullándole mientras le seguía, recriminándole porque no le estaba haciendo justicia.

Cuando la luz de la lámpara comenzó a difuminarse a través del pasillo Harry pudo un poco más tranquilo. No estaba asustado, pero si le había tomado por sorpresa el chillido del gato y la persecución definitivamente le había dejado el corazón corriendo a toda prisa. Aún no se explicaba cómo, pero por un instante de verdad creyó que lo atraparían y que tendría que lanzarle un obliviate al squib aquel para salvar su pellejo, eso claro, si todo el ruido que el hombre y la gata habían hecho no llamaba la atención de algún profesor o prefecto.

The King.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora