Epílogo: La coronación de la reina.

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El tintineo de la taza de porcelana chocando contra el pequeño platito fue el único ruido identificable en el comedor. Por la ventana a su izquierda, se filtraba la tenue luz matutina de verano, cálida y acogedora. Las cortinas sobre la ventana revolotearon por la brisa que se flotó a través de ellas y el aroma del jardín inundó la sala. Eran narcisos y lilas, sus aromas combinándose con el té negro que reposaba sobre la mesa y las tostadas del desayuno.

Sonrió y cerró los ojos, disfrutando del agradable clima y de su soledad, disfrutando de su propia compañía y de aquella paz que hacía mucho tiempo no sentía. Se estiró sobre la silla cuando los rayos de sol golpearon contra su rostro y sonrió aún más, recordando que ya no había una madre o un padre que le dijera que sentarse y estirarse de esa forma no era correcto, que comer como lo estaba haciendo era poco elegante.

Abrió los ojos cuando con un pop un elfo doméstico llegó con una bandeja de fruta llena de coloridos trozos de los más maduros, jugosos y dulces especímenes. Sandía, mango, algo de fresa y kiwi. No se molestó en tomar el tenedor que descansaba pulcramente junto a él, simplemente estiró el brazo y cogió un trocito de fresa que fue directamente a su boca. El sabor ácido y dulce hizo explosión en sus papilas gustativas y él gimió de placer mientras volvía a cerrar los ojos.

Se relamió los labios y luego se enderezó en su asiento, mirando fijamente el cuenco con fruta, tratando de decidir que comería a continuación. Se mordió el labio inferior, debatiéndose entre el mango y la sandía. Era agradable que su mayor problema en ese momento fuese elegir que trozo de fruta comer a continuación y no una guerra o un bando, era agradable poder sentarse en su comedor y simplemente disfrutar de todo lo que ese nuevo comienzo le ofrecía.

Un alfo apareció de nuevo junto a él.

—Amo Malfoy, Kingsley Shacklebolt se encuentra en la puerta junto con un grupo de personas.

—Hazlos pasar y sirve el desayuno para todos nuestros invitados.

El elfo asintió y desapareció después de una reverencia.

Draco se acomodó en su silla e hizo una mueca de fastidio cuando el sonido de los múltiples pasos comenzaron a acercarse en su dirección. Se obligó a sí mismo a colocarse su máscara de simpatía y aflicción. Tomó el tenedor junto a él y pinchó un par de trocitos de fruta que ya no le supieron dulces como al principio, más bien eran insípidas, como su hubiera tomado un gran trago de agua que no tenía nada de especial.

Draco sabía que aquella visita era inevitable, que tarde o temprano tendría que enfrentarse a todo el mundo y explicar que era lo que había sucedido, su papel en la guerra, el juego que Tom y Harry habían tomado dentro de sus decisiones... porque al final había decido traicionar a Potter.

La primera persona en atravesar el umbral del comedor fue Hermione Granger quién iba de la mano con Ronald Weasley. Ambos parecían tan decaídos y abrumados como cuando la guerra por fin había terminado, estaban tan perdidos que Draco sintió, solo por un muy breve instante, una chispa de simpatía. A ellos le siguieron Neville Longbottom por quién Draco sentía una extraña mezcla de respeto y sorpresa por su reciente papel como justiciero. Junto a él venía Luna Lovegood, Sirius Black, Kingsley Shacklebolt y Cedric Diggory a quién le faltaba un ojo y había comenzado a usar un parche.

Todos mostraban en sus rostros confusión atribulación y culpa. Ninguno parecía saber exactamente donde estaban parados y aunque habían ido por respuestas, era cierto que no parecía que ninguno las quisiera de verdad. Era como si simplemente siguieran en pie por fuerza de costumbre, como si esperaran un rayo de luz que les mostrara el camino a seguir ahora que la venda había sido retirada de sus ojos. Una luz, un camino que Draco estaba gustoso por mostrarles.

The King.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora