Ajuste de cuentas.

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—¿Listo? —le preguntó cerrando su grueso abrigo de casimir.

Draco no respondió.

Harry tomó su maleta y la miniaturizó con un movimiento de varita. Miró a su alrededor de la habitación en caso de que algo importante se le estuviese olvidado. No es que Dobby no fuese eficiente y no confiara en que había arreglado todo lo que le había ordenado que metiera dentro de su equipaje, pero cualquier pequeña distracción era mejor que tener que ver la mirada ensombrecida de Draco que, a su lado, terminaba de colocarse el abrigo y la bufanda para partir camino a Malfoy Manor.

Harry se las había arreglado para convencer a Sirius y a Remus de que pasaría las vacaciones de navidad en casa de Hermione, con su familia muggle y Ron. Hermione no tuvo problemas de mentir por él, después de todo sus padres se encontraban fuera del país de vacaciones y ella iba a llevar a Ron a su casa. Un pequeña acción en agradecimiento al sabio consejo de Harry: "Toma lo que quieras, cuando quieras" que le había conseguido el corazón del pelirrojo.

Por supuesto que Hermione hizo preguntas que Harry, por supuesto, respondió con mentiras. La historia de Sirius y Remus siendo completamente incomprensibles en cuanto a su amistad con Draco había sido suficiente. Y no es que eso fuese mentira, ellos no estaban del todo convencidos de que la compañía del joven Malfoy fuese buena para Harry, pese a las afirmaciones de Dumbledore y Severus de tener todo bajo control. La mentira principal residía en que pasaría unas tranquilas vacaciones de navidad jugando al quidditch con uno de sus mejores amigos.

Nada más alejado de la realidad.

Caminó silencioso hasta la puerta cargando la maleta de Draco a costas de la suya, abrió la puerta y salió en dirección a la sala común que estaba prácticamente vacía a excepción de unos cuantos estudiantes que le saludaron cortésmente con un movimiento de cabeza.

Pansy Parkinson se encontraba sentada cerca de la chimenea, con toda la apariencia de que se marcharía también de Hogwarts. Harry no se perdió la mirada que la chica le dedicó a Draco que caminaba con la frente en alto detrás de él, completamente diferente a la postura que había mantenido con él en privado. Draco fue bastante hábil correspondiéndole la mirada a Pansy, pero no lo suficientemente discreto para que Harry no lo notara.

Aquel terrible monstruo, similar a un basilisco, que Harry definitivamente no iba llamar celos, se instaló en la boca de su estómago, amenazando con hacerle soltar un gruñido animal. La idea de que Draco y Parkinson siguieran comprometidos le irritaba muchísimo. La única razón por la que ella seguía viva era porque desde que Draco se había pasado públicamente a su bando, no habían continuado con su apariencia de novios, no más besos, ni abrazos de miraditas entre clases entre esos dos y de todas formas Harry tenía un rival más importante en el cual concentrarse; Tom Riddle.

Salieron de la sala común, hombro contra hombro, Draco inusualmente silencioso y Harry demasiado sumido en sus planes del día como para intentar si quiera hacerlo reaccionar. Tenía muchas cosas que hacer nada más llegar a la propiedad de los Malfoy y eso incluía una larga charla con Narcissa Malfoy quién siempre tenía un buen consejo para cada situación.

Salieron del castillo y se montaron en uno de los carruajes. Harry tuvo especial cuidado de ser caballeroso y darle una mano a Draco para ayudarle a subir. Éste le agradeció con una sonrisa forzada que se desvaneció nada más dejaron el contacto visual de lado y Potter no pudo más que suspirar como si estuviera tratando con un niñito caprichoso haciendo un berrinche y subir detrás de él.

—Luces muy bien hoy —le halagó y Draco solamente respondió con un seco gracias en vez de pavonearse como generalmente lo hacía—. Estás usando el abrigo que te regalé.

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