Año siete. Estrategia.

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Caminó por el poco iluminado pasillo con paredes de madera. Sus pisadas amortiguadas por la alfombra verduzca y su rostro apenas siendo acariciado por la luz amarillenta de las velas del candelabro sobre su cabeza. El aroma de los narcisos sobre los jarrones inundaban sus fosas nasales y le hacían sentir una chispa de satisfacción insana en el pecho.

Acarició con las yemas de sus dedos el borde de una de las mesitas de madera fina junto a él, mientras pasaba con paso ligero y orgulloso. Sobre la mesa descansaba una estatua de mármol blanco, un dragón que por ojos tenía un par de piedras grises que en vez de parecer sólidas, parecían una especie de cápsula que encerraba un humo de un tenue color plata.

Su elegante túnica del más fino tejido arrastraba detrás de él, ligera como el viento, amoldándose a su perfecto cuerpo de espalda ancha y caderas estrechas. La suavidad de la tela rosando contra su cuerpo musculado, firme y joven. Una túnica de color negro que resaltaba lo apiñonado de su piel y lo intensos de sus ojos verdes veneno. Una túnica bordada en plata, oro y seda, completamente hecha a la medida.

Era la imagen perfecta de un sangre pura adinerado, influyente y poderoso. Un mago que tenía entre sus manos las cartas necesarias para ganar, que tenía bajo sus influencias a la gente necesaria para tomar la victoria y saborearla, lascivamente, entre saliva, sudor y sangre. Cualquiera que lo viese llegaría a la rápida conclusión de su posición de poder e influencia. Tal como debió ser siempre.

Su cabello, negro como el más profundo de los abismos se encontraba apenas controlado. Era como su magia, salvaje, rebelde y seductor. Estaba cortado perfecta y pulcramente, en un intento de peinado fallido que no hacían más que hacerlo lucir interesante. Su pinta aristocrática y poderosa se mezclaba perfectamente con su actitud ligera, casi rebelde y ordinaria.

Era simplemente irresistible.

Una puerta de madera apareció al dar la vuelta en el corredor, era casi tan grande como la puerta de entrada y se encontraba flanqueada por un par de armaduras que sujetaban sus espadas en posición de reposo. Con solo desearlo, hizo que las puertas se abrieran de par en par, sin que la madera crujiera ni un poco.

Detrás de la puerta, una sala completamente redonda se alzaba, con una cúpula como techo, con pinturas renacentistas danzando sobre ella; un árbol genealógico gigantesco de todas las familias sangre pura, incluidas aquellas que habían dejado de serlo al desposarse con magos fuera de su condición. A veces, los apellidos se entrelazaban entre sí, a veces, las ramas se cortaban en algún punto, cuando la familia en cuestión estaba por extinguirse, como era el caso de los Potter y los Malfoy, cuyos últimos miembros permanecían al final de la larga lista de brujos y magos. Era obvio que aquel árbol genealógico funcionaba a base de magia únicamente, pues incluso aparecían los magos mestizos y sangre sucia que se habían desposado con los magos sangre pura. Cosa que los Black, antiguos dueños de esa casa, jamás hubieran permitido.

Lily Potter apenas y se leía, las letras estaban pintadas de un color gris casi blanco que indicaban su condición de sangre sucia. Remus Lupin, enlazado al nombre de Sirius Black, en un color gris oscuro, recalcando su sangre mestiza.

Los nombres se enlazaban entre si en algún punto, antes o después. Los Black parecían emparentados con todas las familias sangre pura a diferencia de los Malfoy, quienes habían llegado de Francia y no tenían parientes directos con las antiguas familias inglesas.

El árbol genealógico era toda una obra maestra, digna de ser analizada por horas y horas, pero Harry no estaba en aquella sala para perder el tiempo en aquellas nimiedades, el pasado de la sangre le tenía sin preocupación, siendo él un mestizo, las familias sangre puras se arrodillaban ante él, de la misma forma en la que los hacían los mestizos y los nacidos de muggles. A Harry solo le interesaba una cosa de cada familia influyente; su lealtad.

The King.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora