Capítulo 32 -Rosas

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No soy bueno en estás cosas románticas, pero no creo que pierda nada intentándolo.

Esta es mi primera vez haciéndo algo cómo esto.

–¿Vendrás a dormir conmigo? –Preguntó junto con un bostezo.

–Tengo que arreglar unas cosas de la habitación –Mentí– Cuándo termine iré contigo. –Sonreí y esta asintió dirigiéndose a mi habitación.

Incliné mi cabeza hacía la izquierda para mirar si ya se había adentrado por completo a la habitación.

–Okay, ya se fué –Suspiré pasando mi mano por mi despeinado cabello– Ahora sólo falta saber que hacer.

Necesito hacer todo ahora, antes de que despierte.

La idea que tengo en mente es hacer todo ahora e ir a despertar a Amber. Luego dirigirla hacía el lugar y enseñarle lo que preparé.

<<Excelente idea, Shawn>>

Miré hacía todos lados buscando algo que me sirviera para hacer una pequeña decoración. Giré mi cabeza y miré algunas luces artificiales en la esquina del mueble de madera.

<<Eso servirá>>

Coloqué las luces en las paredes para que iluminaran la mesa en la que estará lo que haré. Tomé el conector y lo enchufé en el toma corrientes, haciéndo que de inmediato las luces se encendieran.

¿Qué más? –Rasqué mi cabeza mirando algunas cosas.

<<Rosas, a ella le han de gustar las rosas>>

–¿En dónde conseguiré eso a ésta hora? –Susurré mirando hacía la ventana.

Abrí la puerta principal con cautela y salí de la cabaña mirando hacía mis alrededores.

Me dirigí hacía algunas zonas en las que posiblemente pudieran haber rosas.

Después de una gran busqueda por el lugar fuí hacía el último sitio en el que podía buscar.

Asomé mi cabeza y por suerte logré encontrar tres rosas pegadas a unas cuántas hojas.

Con mi mano derecha decidí arrancar las rosas del área.
Al intento me pinché el dedo índice y algunas gotas de sangre de desbordaron este.

–Mierda. –Llevé mi dedo pinchado a la boca y removí la sangre.

Al intentar varias veces por fin pude remover las rosas de su lugar.

Las llevé en mi mano izquierda con ciudado de no volverme a pinchar con las espinas.

Me dirigí de nuevo a la cabaña y cerré la puerta por detrás de mi sin hacer mucho ruido.

Llené un pequeño florero con agua e incorporé las rosas en este.

–¿Qué más? –Comencé a repetir la misma frase con rapidez mientras trataba de pensar en algo.

<<Vino>>

Abrí la alacena y saqué las botellas de vino junto con dos copas tamaño grande.

Las llevé hacía la mesa en la que pondré las cosas y dejé las dos botellas de vino al lado de las copas. Luego de eso coloqué el florero con las rosas en el centro de la mesa.

–¿Algo más? –Hablé para si mismo y pensé buscando alguna idea.

<<Comida>>

¿Qué carajo prepararé de comida? –Fruncí el seño confundido y tiré de mis cabellos– ¡Hamburguesas! –Me dí una idea– No, eso no es nada romántico.

No sé muy bien cocinar, así que la mejor opción seria comprar comida.

Salí de la cabaña y me adentre al auto, para dirigirme rumbo a la ciudad por algo de comida fina.

Pasé por todos lados y todo estaba completamente cerrado.

–¡Malditasea! –Golpeé el volante del auto con rabia.

Maldije y cerré los ojos pensando en un lugar que estuviese abierto las veinticuatro horas del día.

Recordé que hay un restaurante en la ciudad que no tiene hora de cerrar.

Me dirigí hacía el lugar y parqueé el auto enfrente de un restaurante Italiano llamado "Pacini Restaurant", en dónde posiblemente vendan algo que le guste a Amber.

Fuí hacía el lugar en dónde se piden las órdenes y esperé a que alguién llegara a atenderme.

–¿En qué le puedo servir? –Preguntó una pelinegra de ojos claros con un raro acento.

–¿Cuál es el mejor platillo que hay en este restaurante? –Pregunté ignorando su pregunta.

–Permítame decirle los nombres, caballero. –Me miró y luego abrió su boca para decirme los platillos– Está la Bruschetta, Fettuccini, Pizza al Pesto, Gnocchi al Pesto, Rissotto, Lasagna o Pasta ai Frutti di mare.

Te dije que me dijeras el nombre del mejor platillo –Suspiré tratando de no perder la paciencia– No que me dijeras todos –Hablé después de un largo silencio –¿Cuál de todos esos es el mejor?

–Él Fettuccini jóven. –Acomodó su gafete.

–Entonces déme dos Fettuccini's. –Abrí mi billetera y le dí el efectivo a la chica antes de que dijera algo más.

Estuve esperando al rededor de quince minutos. Parado enfrente del mostrador con algo de estrés encima.

Escuché el sonido de unos tacones dirigirse hacía mí. Alcé la mirada encontrándome con la chica que me atendió.

–Aquí tiene su órden. –Me entregó una bolsa con la respectiva comida.

Miré adentro de la bolsa y un olor a comida fresca llegó a mis fosas nasales.

<<Esto huele bien>>

–Muy bien, gracias. –Dí vuelta sobre mis talones para retirarme del lugar y la voz de la Italiana me lo impedió.

Giré hacía dónde ella y esperé a que dijera qué era lo que se le ofrecía.

–Algún día podríamos salir –Mordió su labio inferior con sensualidad– La pasaremos bien. Aquí tienes mi número. –Estiró su mano con un papel.

–Eso no pasará. –Guiñé mi ojo derecho– Y no quiero tú estúpido número. –Caminé hacía la salida y me retiré del lugar.

Subí a la camioneta y dí marcha.

–Me hace falta algo –Conducí en línea recta– Necesito darle un último detalle –Mordí mis labios pensando en algo– Iré al supermercado.

Me dirigí rumbo al único supermercado abierto, y cuándo llegué fuí directo a los pasillos.

Tomé un oso grande de peluche y lo cargué en mi hombro.

<<Con esto bastará>>

–Hey, esos osos no están en venta aún. –Dijo el chico que se encarga de mover la mercadería.

–¿Si no están en venga aún por qué los tienen aquí?

–No es de su incumbencia, solamente no lo puede comprar, ¿O acaso no ha entendido? –Enarcó su tupida ceja.

–Estás acabando con mi maldita paciencia –Troné los huesos de mi cuello– Compraré el oso, y no quiero que me vuelvas a decir nada –Le señalé con el dedo índice– Ya que si escucho otra palabra de tú parte vendré y te partiré la puta cara. –Lo empujé por los hombros dejándolo caer al suelo.

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Prisionera [Shawn Mendes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora