Capítulo 20 -En el Infierno

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-No te quiero dejar.

-Tranquilo, cuando terminemos el recorrido nos vemos en la parte baja. -Lo abracé con fuerza.

-Es hora de separarnos chicos. -Aclaró Violet haciendo una seña.

Mi corazón se congeló y mi respiración se fue agitando mediante nos íbamos separando.

Todos comenzaron a esparcirse por el lugar, dejándome sola.

Sacudí mi cabeza y subí los grandes escalones de madera, haciendo que estos crujieran fuertemente conforme iba dando pasos.

Al finalizar alumbré con la linterna hacía adelante, dando vista un gran pasillo oscuro, con varias puertas.

Me adentre en éste y comencé a mirar todas las puertas, aún no decidida a cuál de todas entrar.

Pero una llamó mi atención, era la última de todas, pero esta vez era una puerta con dos partes.

Al pisar adentro del pasillo gritos desgarradores comenzaron a retumbar en mis oídos.

-¡Amber ayúdame!, ¡Ayúdenme por favor!, ¿Hay alguien allí? -Una voz femenina provocaba esos gritos, pero era una voz muy familiar para mi, era la voz de mi madre.

¿Cómo puede ser eso posible si mi madre está muerta?

-¿Mamá? -Pregunté acercándome más a la puerta.

-¡Hija, ayúdame! -Sollozó aquella voz y luego los gritos comenzaron a ser más fuertes.

Mis oídos estaban comenzando a aturdirse. Estaba perdiendo la cordura.

Una niebla comenzó a salir de la habitación inundando el pasillo. Al llegar a mis fosas nasales comencé a toser, tratando se apartar la niebla con mis manos.

-Ven conmigo hija, me siento sola.

-Mamá, aguarda, iré contigo. -Comencé a caminar más cerca de la puerta.

Prácticamente estába perdiendo mis cinco sentidos, aquella cosa me tenía dominada. Ya que si estuviera en mi sano juicio jamás lo haría.

-Te quedarás conmigo -Hizo una larga pausa- Para siempre. -Su voz cambió por completo, y se volvió en una voz monstruosa, una voz demoníaca.

Un chasquido me hizo volver a la realidad, y comencé a pasar mis manos por todo mi rostro, y a comenzar a pellizcarme para ver si acaso lograba volver a mis cinco sentidos.

-Tú no eres mi madre. -Alcé la voz con mis ojos cristalizados enfrente la gran puerta compuesta por dos secciones.

Derrepente los gritos y sollozos pararon de golpe, y en vez de eso se convirtieron en carcajadas.

-Tú madre está con nosotros -Rió maliciosamente- En el infierno.

-¡No! ¡No!, ¡Ya basta!, ¡Eso es mentira! Déjame en paz, deja descansar a mi madre. -Grité tapando mis oídos y cerrando mis ojos.

Un olor a carne podrida se desprendió de la habitación.

Las paredes comenzaron a carcomerse por si solas, la pintura se comenzó a caer y a convertirse por debajo de eso en algo espeluznante. Mientras las paredes se carcomian una mujer con la cara desfigurada y una bata blanca completamente sucia, en estado de putrefacción salió lentamente de la puerta. Tenía la mitad de su rostro cubierto por su mano izquierda, y sus ojos eran negros, con sangre alrededor, cómo si alguién se los hubiese arrancado.

Traté de salir corriendo pero mi cuerpo estaba completamente paralizado, trataba de gritar por ayuda pero mis cuerdas vocales no funcionaban cómo hace un rato.

Prisionera [Shawn Mendes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora