Capítulo 37 -¿Por qué?

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Al llegar a la cabaña Shawn salió corriendo hacía su habitación y se tumbó en la cama, cayendo dormido inmediatamente.

<<Vaya que sí estába cansado>>

Caminé hacía dónde él y me recosté a su par.

Mirando las facciones de su rostro, sus cejas, su boca entreabierta, su cabello esparcido por todas partes, sus mejillas ruborizadas, y demás.

A veces pienso que puede ser la última vez que lo vea.

Sonreí ligeramente al observarlo y cerré mis ojos poco a poco hasta caer dormida.

(...)

Narra Shawn.

Me removí de la cama y miré a Amber completamente dormida.

Sonreí de lado y me traté de no rechinar la cama al levantarme.

Me dirigí hacía mi amada habitación y saqué mi saco de boxeo para después colgarlo en el pequeño gancho que había en el techo.

<<Necesito golpear>>

Al estar colocado troné los huesos de mis manos y empecé a darle golpes a este con los puños.

Aumenté la intensidad de mis golpes y a desquitarme de las horas acumuladas que he estado sin hacerle daño a otra persona.

Estába empezando a agitarme a medida que pasaba el tiempo, el sudor salía por su propia cuenta, y mi cabello estába sumamente desordenado.

Comencé a recordar cosas del pasado, que me hirieron cuándo niño.

Por ejemplo cuándo el antiguo estúpido novio de mi madre la agredió casi hasta la muerte.

Cuándo dí amor y me lastimaron, cuándo agarré confianza y me dejaron abandonado, etcétera.

Mis golpes eran cada vez más fuertes e intensos, llegando al punto de romper mis nudillos y dejarlos en carne viva,  pero de la adrenalina que sentía hizo que no sintiera el dolor de las heridas.

–¡Maldito hijo de puta! –Dije refiriéndome a la difunta pareja de mi madre.

Ya lo asesiné, pero juro que lo podría asesinar una segunda vez.

Podría ir hacía su asquerosa tumba y desenterrarlo para agarrarlo a golpes.

Gruñí un par de veces al golpear el este saco y solté un jadeo.

–Shawn, ¿Pasa algo? –Preguntó Amber somnolienta cerca del marco de la puerta.

–No sucede nada –Confirmé respirando profundo– Por favor aléjate de la habitación –Ordene señalando con mis mano.

Asintió con la cabeza y giró sobre su propio eje para dirigirse hacía mi habitación.

Me recosté contra la pared y tiré de mis cabellos dejándome caer al suelo.

Coloqué mis codos sobre mis dos rodillas y quedé reflexionando unos cuántos minutos.

Al parar de hacerlo salí de la habitación y fuí hacía el baño para darme una ducha con agua fría.

Después de terminar sequé mi cuerpo con la toalla que estaba tendida por las bajandas de las puertas que trae la ducha.

Me recosté contra la pared aún dentro del baño y tendí la toalla con la que me seque en el mismo lugar en el qué estába.

Tomé mi miembro con mi mano derecha y empecé a mover mi mano de arriba hacía abajo con lentitud.

Incliné mi cabeza hacía atras con mi boca entreabierta mientras aún seguía esta.

Aumenté la velocidad de mis movimientos y empecé a mover mi mano con más rapidez. Solté algunos jadeos mientras disfrutaba del placer que tenía en el momento.

Con desesperación gruñí y seguí dándome placer. Mis movimientos eran cada vez más rápidos e intensos.

Mordí mis labios con fuerza mientras gemidos salían involuntariamente de mi boca.

Después de unos minutos pude sentir cómo estaba apunto de venirme.

Eché mi cadera hacía adelante, mientras aún seguía moviendo mi mano de arriba hacía abajo con suma velocidad.

Ese líquido blanquecino salió disparado de mi miembro y solté un fuerte suspiro.

Amarré la toalla en mi cadera y limpié lo que había expulsado.

Lavé mis manos y salí del baño para dirigirme hacía mi habitación en dónde se encontraba Amber.

Mi cuerpo estába húmedo, las gotas de agua caían de mi cabello hacía el suelo y demás.

Saqué ropa de mi armario y tiré al suelo la toalla quedando completamente desnudo.

Coloqué mis bóxer, al igual que una camisa de color negro, en dónde se podían apreciar mis musculos remarcados.

Y terminé por colocarme un pantalón con el mismo color de la camisa.

Dejé mi cabello si peinar y me miré hacía el espejo que se encontraba enfrente de mi.

Giré mi cabeza y observé a Amber sentada en la cama mirando ida hacía mi dirección.

–¿Hola? –Chisqué los dedos y solté una pequeña risilla.

Ella reaccionó y movió su cabeza de derecha a izquierda mientras parpadeaba con rapidez.

–¿Qué veías? –Enarqué una ceja y sonreí pícaro.

–Na.. Nada. –Contestó con nerviosismo.

–No te pongas nerviosa bebé –Caminé con lentitud hacía ella y me recosté a su lado– Me has visto desnudo miles de veces. –Sonreí divertido mostrando mis dientes.

–Me siento afortunada por eso– Sonrió de la misma manera.

No respondí nada y le miré a los ojos, quedándome hipnotizado.

Es imposible mirarla a los ojos y no enamorarme de la profundidad de su mirada.

Planté un beso lento y duradero en sus labios, para después separarme y seguirla mirando.

–Odio tu sonrisa. –Hablé mirando hacía sus labios.

–¿Por qué?

–Porque aunque esté destrozado por dentro no puedo evitar sonreír al verla.

–También odio tu sonrisa.

–¿Por que?

–Porque me hace enamorarme de tí cada vez más.

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Prisionera [Shawn Mendes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora