Prólogo

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Golpeé con fuerza la mesa de mi escritorio.
Este día estaba siendo un infierno.
Nada salía como debería.

Para empezar, el juez le había concedido la custodia completa de mi bebé a la loca desquiciada de mi ex.
Alegaron que yo trabajaba y viajaba mucho y que no podía hacerme cargo de mi princesa.
Yo amaba a mi niña.
Ella era todo mi mundo.

Tras pasar varias veces las manos por mi pelo, hice lo que hacía siempre que necesitaba calmarme.
Descolgué el teléfono y marqué el número de memoria.

Sonó y sonó pero nadie atendía.
Conteniendo una maldición, colgué y volví a intentarlo.
Tampoco hubo éxito esa segunda vez.
Sintiéndome aun más desesperado, decidí intentarlo una última vez.
Si no recibía respuesta, conduciría hacia allí para comprobar que todo estuviese bien.

-¡Hola! ¿Quien llama?
-Hola, mi amor.
-¡Papi!-sonreí al oírla. Toda la tensión que tenía sobre mis hombros desapareció como por arte de magia al escuchar la voz de mi niña.
-¿Como está la princesa de papá?
-Muy bien, papi. Estábamos jugando en la piscina.
Me tensé de nuevo.
Joley tenía cinco años. Todavía no nadaba del todo bien y Susanna no era la madre más atenta del mundo.
Disfrutaba tumbándose en una hamaca junto a la piscina mientras saboreaba un Cosmopolitan y leía una revista.
No me gustaba la idea de que Joley estuviese sola en el agua, aunque fuese en la parte infantil.

-¿Estas jugando con mamá? -lo dudaba. Susanna no era de las que se metía en el agua.
La risa de mi pequeña aceleró mi corazón.
-Claro que no, papi. Mamá no está. Salió hace un rato. Dijo que iba a ponerse guapa.

Y ahí estaba. Nunca conocí a una mujer más superficial.
No entendía porque no presenté la demanda de divorcio hasta hace unos meses.

-¿Estas con Natasha, entonces?
Natasha era una de las chicas que trabajaba en la casa de mi ex.
Tenía poco más de veinticinco años y Joley se llevaba muy bien con ella.
-Nat está enferma. Estoy con Erika. Ella es genial, papi. Siempre juega conmigo.

¿Erika? ¿Erika qué? ¿Por que yo no sabía nada acerca de esta mujer?
Se supone que debo conocer a todos los que están alrededor de mi hija.
¿Como se le ocurrió a Susanna dejar a la niña sola con una desconocida?

-¿Puedes pasarme con Erika, amor? Quiero conocerla.
-Espera, papi. Voy a llamarla.
Escuché a mi hija gritar el nombre de esa mujer, luego risitas y pasos seguidos de un carraspeo antes de que su voz llenase mi mente y me dejase completamente desconcertado.

La voz al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora