Solo como eres

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Ha pasado una semana desde que operaron a mi preciosa hija.
Ella finalmente está en casa, pero no está feliz. Y yo tampoco.
Erika se marchó.
Sus cosas no están en la casa de la piscina y es como si nunca hubiese estado allí aunque su ligero perfume se mantuvo en el aire un par de días.

Su tío no parece saber nada tampoco y su teléfono está apagado.
Es evidente que no quiere que nadie la encuentre, pero ver así a mi hija me hizo levantar el teléfono y encargar a unos amigos que dieran con su paradero.
Espero noticias pronto.

En este momento estoy en mi despacho. Hay una gala esta noche y espero poder recaudar más dinero que en la anterior. También es cierto que asistirán el doble de invitados,  por lo que calculo que será una buena noche.

He llamado a casa y hablado con Joley. Dice que Natasha encontró una carta dirigida a ella cuando limpiaba la casa de la piscina,  pero cuando le pregunto sobre su contenido, ella dice que simplemente se despidió.

Todavía me cuesta creer que se marchase de este modo, como si fuese una vulgar ladrona.

Decidido a olvidarme de ella por el momento acabo de coordinar con mi equipo el evento de esta noche.
Todo tiene que salir perfecto. Nada de errores.

*****

Son las diez y la sala de fiestas del hotel Imperial, ubicado en pleno centro de la ciudad, está al completo.
Todos aquellos que confirmaron su asistencia han aparecido por lo que me ha dicho mi asistente,  así que justo después de que se sirva la cena de tres platos, valorada en dos mil dólares el cubierto, procederemos con la subasta.
Hay grandes donaciones y estoy seguro de que todas ellas volverán a casa con alguna de estas personas.

En este momento me dirijo hacia la que será mi mesa. Me he asegurado de estar rodeado de personas poderosas esta noche.
Lo que consigamos hoy está destinado a rehabilitar el viejo orfanato de la ciudad y hacer de el un lugar mejor para los niños.

Encuentro mi mesa con facilidad,  puesto que uno de los invitados es mi abuelo. Ese hombre tiene la risa más reconocible del mundo.
Me dirijo hacia él con una enorme sonrisa en el rostro. Extrañé al viejo.

Golpeó levemente su hombro y lo atraigo en un enorme abrazo.
Si alguien hizo de mi el hombre que soy, es mi abuelo.
Siempre estuvo a mi lado. A cada paso.
Estuvo algo delicado de salud hace un año y ahora se toma las cosas con más calma, por lo que ha sido difícil verlo en eventos como este.

—Trevor, mi muchacho,  hace siglos que no te veo.
—Exagerando como siempre, viejo. Nos vimos hace días.
Una enorme carcajada tan característica suya extiende mi sonrisa. Me encanta verle feliz.
—Bueno, bueno. Este viejo exagera a  veces, muchacho. ¿Como está mi bisnieta?
Sonrío aun más al escuchar sobre mi pequeña.
—Ella está bien, abuelo.
—Pero sigue triste.
—Si.
—Creo que hay algo que has estado ocultándole a este viejo, muchacho.
Y es que mi abuelo siempre supo leerme mejor que nadie.
—Ahora no es el momento. Hablaremos mañana.
—De acuerdo. Deja que te presente a este joven que viene hacia aquí. Su padre no pudo acudir, y él se ofreció en su lugar. Es un chico encantador y su pareja me tiene enamorado.
Otra gran carcajada.
—Chico, ven con este viejo. Quiero presentarte a mi nieto.
En cuanto el susodicho se vuelve hacia nosotros me quedo petrificado,  pero es cuando veo a la mujer que lleva en el brazo cuando tengo que hacer un esfuerzo para no tropezar con mis propios pies.

Erika.

La voz al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora