Lazos de arena

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Nuestros ojos se encuentran a través del espejo y antes de poder darme cuenta, la puerta del cuarto de baño se cierra de golpe en mi cara.

Tras unos segundos de confusión, una gran sonrisa se extiende en mi rostro al oírla hablar consigo misma.

—¡Madre de Dios! ¿Y este quien es? No importa. Importa que ha entrado sin permiso. Eso es. Debería salir y decirle que no tiene derecho a entrar. Esto es propiedad privada. Debe ser alguien conocido o tío Earl no le habría dejado pasar. ¡Dios mío, Joley!

La puerta se abrió de nuevo y ahí estaba ella, esta vez con un enorme albornoz cubriéndola hasta los pies.
Unos pies pequeños y bonitos con las uñas pintadas de rosa con estrellitas.
No sabía que eso podía ser sexy, pero jodidamente lo era en ella.
En sus manos sostiene un secador de pelo a modo de arma.
Mis ganas de sonreír solo aumentan.

—¡Papi!
Me vuelvo hacia mi pequeña justo a tiempo porque se lanza hacia mis brazos como suele hacer para que la levante alto.
Hago eso un par de veces arrancando carcajadas de ella antes de atraerla hacia mi en un enorme abrazo.

He extrañado a mi niña. Sé que la vi ayer y que hablé con ella hace apenas un par de horas, pero tenerla en mis brazos es la sensación más perfecta del mundo. Lo es desde que la sujeté por primera vez, el día que nació.

—Te extrañé, princesa. No sabes las ganas que tenía de verte y abrazarte.
—Te extrañé también, papi. ¿Me has visto cantar?
—Te vi. Cada día lo haces mejor.

Un carraspeo nos hace volvernos hacia Erika, porque a mi entender debe ser ella.
Por lo visto ya no me cree una amenaza porque ha dejado el secador en su lugar y ahora me mira fijamente aparentando una tranquilidad que es obvio que no siente.
Sería menos evidente si no se balancease sobre sus pies y dejase de retorcer sus manos.

—Debes de ser Erika.
Inhala profundo y extiende su mano hacia mi.
—Así es señor O'Connell. Lamento lo de hace un momento.
Estrecho su mano y una ligera corriente sube desde esta por mi brazo.
—No hay problema. Entré después de todo sin avisar.
—Bueno, es su casa.
—Pero no vivo aquí.
—Ya...
Un pequeño silencio se extiende entre nosotros y agradezco que Joley lo rompa.

—Ella es genial, papá. Te lo dije. ¿Sabes que escribe? Ahora está descansando porque estoy con ella pero ahora que has venido puedo estar contigo y enseñarte los dibujos que hice en el cole y así podemos dejar que trabaje. Ella pone música cuando escribe y le encanta Elvis. ¿Verdad que es genial, papi?
Bueno, eso si fue información...
—Creo que tienes razón, amor. Vamos a dejar que la señorita Summers trabaje tranquila.
—Esto... Puede llamarme Erika, señor.
Aun con mi niña en brazos, me vuelvo hacia ella y observo fascinado como muerde su labio.
Nunca había reaccionado así con ninguna mujer y me confunde un poco que sea con esta chica. Posiblemente tiene como diez años menos que yo.
—Esta bien. Voy a llevarme a esta princesa para que puedas trabajar sin interrupciones. Tu tío me dijo que tienes algunas historias en librerías.
Una sombra carmesí se instala en su rostro y es todavía más bonita.
Si su voz hacía cosas a mi cuerpo, verla me tiene delirando.
—Si. Tuve mucha suerte, la verdad. Las historias tuvieron muy buena acogida.
—¿Como empezaste?
—Con una aplicación. Empecé como un modo de evadirme, pero lo cierto es que las historias gustaron y la gente empezó a seguirme.
—¿Y la historia que escribes ahora?
—Estoy algo atascada con la trama, pero creo que con la tranquilidad que se respira aquí, podré salir de ese bucle en el que me metí.
—¿Como se llama la historia?
—Lazos de arena.

*****

Dejamos que Erika se vista y de camino a la salida veo su ordenador y un fajo de folios junto a este.
Movido por la curiosidad que me genera esta chica me acerco y levanto la primera hoja, que es la del título.
Pronto estoy perdido en sus palabras que me atrapan desde el inicio.

Toda la vida esperé que llegase el momento de crecer, de madurar, de convertirme en mujer.

He esperado por años el momento en el que un buen hombre me desprendería de lo más preciado que tiene una mujer.

He esperado años a que ÉL apareciese.
Finalmente ha llegado hasta mi.
No sé su nombre.
No sé de donde viene.
No me importa.
Sé que es ÉL quien hará de mi una mujer, porque le amo.
Mi corazón reaccionó nada más verle.
Ahora solo debo hacer que ÉL me vea.
Quiero que me ame de igual modo.
Intensa y desesperadamente.
Sólo hay algo que se interpone.
ÉL ya tiene una mujer.

Cierro los ojos y la imagino sentada ahí, dejando correr sus dedos sobre las teclas.
Palabra a palabra y me pregunto cuanto tiempo esperaré para preguntarle cuanta verdad sobre ella hay en esa historia.

La voz al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora