And you.... Believe in the magic?
Capitulo 30
Narra Luke
Esa semana fue una tortura para mi; pero una de esas torturas dulces que a veces te llegan a gustar. Y es que ya no podía negarlo más; la chica me gustaba tanto como me gustaba el chocolate cuando era un niño, o incluso más, y eso es mucho decir. No podía dejar de pensar en ella y no podía dejar de pensar en ese beso; y cada vez que me venía a la mente esas estúpidas mariposas en mi estomago no dejaban de molestar. Era increíble que ella pudiera causar esas sensaciones en mi sin siquiera estar cerca mío.
Tenía una foto de ella tatuada en el centro de mi mente y tenía sus labios junto a los míos en mis más profundos sueños donde ella en vez de irse se acercaba a mi un poco más y en vez de dejar de besarme lo hacía con más fuerza y ternura.
Pero no.
No nos miramos en esos días. Al menos ella no a mi y eso me dolía como una bala en el centro del pecho; porque yo quería juntarme con sus hermosos ojos pero ella lo evitaba.
Todas esas tardes le estuve enseñando; dos horas, cada tarde, sin hablar de otra cosa que no fuera parte de los libros de colegio. Ella simplemente asentía y escribía y parecía que con los días iba aprendiendo más.
Entonces, yo, como era un tonto que quería sacar cualquier tema de conversación con ella le preguntaba nuevamente toda la guía para hacer un poco de tiempo y tenerla unos minutos más a mi lado; y en cambio, ella, en vez de molestarse y comenzar a reprocharme como lo hacía anteriormente, me decía todas y cada una de las preguntas en forma correcta sin mirar la guía, pero sin mirarme a mi tampoco.
Me gustaba esa _____, lo admito. Pero me gustaba más la otra; la que se molestaba conmigo; la que me gritaba, la que me decía que me vaya a la Oops! cada vez que metía la pata uno de los dos, la que me hacía bromas pesadas; por que de ella me había enamorado. De la antipática y egocentrica que hacía que mi mundo se destruya en dos segundos pero con una sonrisa lo reconstruía en tan solo uno.
El tiempo nunca se apiadó de mi. Yo quería que si; de veras, pero no.
Cada vez que estaba con ella; pasaba más rápido y las escusas de las preguntas de la guía se iban haciendo escasas porque no podía preguntarle lo mismo una tercera vez si lo había contestado bien las dos primeras.
Y a pesar de que esas dos horas era así conmigo; en clases seguía tan desordenada como siempre. A pesar de que escribía al tiempo que hablaba y hacía desorden con sus amigotes.
Y había notado, al revisar sus cuadernos durante esa semana, que incluso subrayaba las partes importantes. Yo quería conseguir una mirada, nada más una mirada.
<<para la otra semana será>> pensé. Pero sucedió que la otra semana fue lo mismo; nada de miradas a los ojos, directas, y nada de molestias por de parte de ella aun que le preguntara lo mismo una y otra vez porque ya no me importaba parecer el Oops que era con tan de que ella se quede conmigo.
Estaba desesperado, Dios, llegaba a mi casa y en lo único que pensaba era en ella y en la manera en la que su pelo se movía cada vez que caminaba o en la manera en la que sonreía cuando sus amigotes decían una broma.
Estaba enamorado de su risa y de su tristeza; de su alegría y de sus enojos, de sus problemas y de sus soluciones. Estaba dispuesto a pasar por encima de sus amigos con tal de que ella me bese nuevamente tan solo una vez más porque tenía miedo de olvidar la sensación de sus labios en los míos al cabo de un tiempo y entonces nunca más sentir esas mariposas que, antes eran horribles, admito, pero ahora me encantaban porque las producía ella.
Ese viernes se encontraba allí; en la segunda semana. La miré esperando una respuesta; y por primera vez alzó la vista en esas dos semanas. Pude sentir como mis mejillas se ponían completamente rojas y como yo la miraba intentando fingir una sonrisa.
Pero esos dos segundos de contacto visual acabaron tan rápido como pestañeó.
- Estás rara- me limité a decir finalmente en un suspiro mientras mil hombrecitos dentro de mi me golpeaban preguntando porqué dije eso.
- Siempre- contestó.
- No- la contradije- siempre me molestas, me gritas, y me insultas. Ahora no lo haces. Estás rara- me miró, nuevamente, sentí como mi mundo se destruía.
- Pensé que no te gustaba que te moleste, que te grite, y que te insulte...
- No... Pero... Venga...- me puse a pensar. Claro que me gustaba, ¡me gustaba ella! me gustaba todo de ella, no había algo en ella que me moleste.- Déjalo, ¿si?
- Bueno- contestó. Nuevamente me estremecí; yo esperaba un, <<¿como quieres que lo deje, Luke? >> por parte de ella.
Tomó sus cosas y se dio la vuelta; la tomé por el brazo, antes de que salga.
- ¿es por el beso?- me atreví a preguntar. Tragué saliva y noté su nerviosismo, entonces se encogió de hombros.
- Has dicho que lo deje Luke, déjalo tu también- fingió una leve sonrisa y se marchó. Maldije muchas veces mi nombre y me senté en el pupitre en el que ella se había sentado anteriormente.
Tiré lo primero que encontré; y el cuaderno de matemáticas voló lejos de donde se encontraba. También lo maldije; odiaba todo en ese momento. Todos me caían mal. Era ese momento en el que no importa quien sea; de donde venga, ni de que color sea su piel; lo odio igual.
Mi celular comenzó a sonar provocando que me sobresalte; si era Lisa prometo que tiraría el celular por la ventana. Pero era un número desconocido.
- ¿venga?- pregunté confundido.
- ¿quien es?- preguntó una voz conocida al otro lado. Era de un chico. Sabía de quien se trataba; pero no estaba seguro.
- ¿quien eres tú?
- Yo pregunté primero...
- Pero tu me estás llamando a mi, debe ser porque sabes quien soy así que dime quien eres
- ¡no se me dan los acertijos!- dijo él- veo veo.. ¿eres rubio?- preguntó. Fruncí el ceño.
- ¿Mike?
- ¿quien eres y porque sabes mi nombre?
- Soy Luke- le dije. Él suspiró.
- ¡menos mal!- exclamó- pensé que un psicópata sabía mi nombre... En fin, ¡debo hablarte!
- ¿hablarme, a mi?- pregunté confundido- ¿para que?
- ¿donde estás?
- En el colegio.
- Perfecto, quédate allí- dijo, y antes de que pudiera protestar, cortó. ¿Que era lo que Mike tenía que hablar conmigo? ¿Michael Clifford? Lo dejé allí y me marché; a veces, era mejor no querer saber.