Capítulo 24

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Gonza me acompañó a encontrarme con mi familia. Mi mamá, aprovechando que mi viejo no la estaba controlando, venía llena de bolsas, feliz, charlando con su nueva mejor amiga: la hipócrita robamadres, robanovios, robavidas.

No te imaginás la cara de mi viejo cuando la vio, como en los dibujitos, cuando se les cae la mandíbula. Pero mi vieja, que de tonta no tiene nada, aunque la mayor parte de las veces me haga dudar, le dijo amorosamente:

─Eduardo, no sabés lo barata que era la feria, solo gasté 300 reales y ya compré todos los regalos.

Y mi viejo, sonrió, con esa mueca de resignación que pone siempre que mi vieja vuelve del supermercado. Entraron a un local y nos dejaron solos.

─¡Una genia, tu mamá! ─me dijo la torcida.

─Quedate vos con ella y yo me voy a Florencia.

─Si pudiera, lo haría. ¿Cómo estuvo la tirolesa?

─¡Me encantó! ─mentí y evité los ojos de Gonza.

─Me imaginé que te iba a gustar, es tu estilo.

¿De qué estilo me hablaba? ¿Del estilo mono?

─¿Y Gabi? ─preguntó Nati.

─Está acompañando al grupo ─respondí.

─Dejá de acosarlo ─le dijo Gonza.

─No te pongas celoso, a vos también te extrañaría si no estuvieras siempre a mi lado.

Gonza me abrazó por detrás, como envolviéndome, su mejilla estaba junto a la mía. Fue tan tierno y tan natural, que me dejé abrazar. Me sentí protegida. Quedamos los dos de frente a Natalia, que no entendía nada.

─Cuidado, Vicky, que aunque diga que es de tierra, tiene sangre de marinero.

Gonza me susurró:

─No le hagas caso, siempre te dije que combinábamos.

Yo estaba totalmente desorientada. No sabía qué hacer, viste cuando la cabeza te dice una cosa y el cuerpo otra. Mi cabeza decía salí de acá. Mi cuerpo decía adoro tu abrazo, adoro tenerte cerca. Mi corazón estaba feliz porque la Torcida sufría.

Gonza me dio un beso en la mejilla y me soltó. El arnés se había roto y yo caía en el vacío. Quería gritar como en la tirolesa. Mi cuerpo volvía a ser mi cuerpo. Me dolía la piel. No, no era por el sol, tonta. No sé cómo explicarte, era como que volvía a ser yo, yo sola, y me faltaba él. Pero lo raro es que había sentido lo mismo con Gabi. ¿Entendés el quilombo que tenía en mi cabeza?

Recorrimos la ciudad con mis viejos. Por suerte, la Torcida se fue por su cuenta. Y Gonza pasó a ser nuestro guía. Delante de mis viejos, disimulaba, pero ni bien estabábamos solos, aunque fueran unos segundos, aprovechaba para tomarme de la mano o abrazarme.

No nos hablábamos, yo no tenía nada para decir. Y creo que él tenía miedo a que si hablaba yo lo rechazara.

Mis viejos iban de la mano como enamorados. ¡Eran tan patéticos! Mi mamá preguntaba todos los detalles y alababa a Gonza por sus respuestas. En un momento, me tomó del brazo y me dijo al oído:

─Me encanta este chico.

Gonza hacía todo para agradar. Y le salía muy bien.

Llegó la noche, y con la noche la vuelta al crucero. Y Gabi en la puerta saludándonos. Y Gonza diciéndome:

─Vas a tener que elegir.

¿Por qué no elegían ellospor mí?

Amor de cruceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora