Capítulo 31

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A la mañana siguiente, todavía me ardía la piel. Me miré en el espejo y me quise matar. Mi viejo se sentía culpable, y mi mamá le recriminaba:

─Al final, lo único que te interesaba era bucear.

El crucero paraba en Ilhabella. No quería bajar, pero mi mamá insistió:

─Es la última excursión, ponete el sombrero, tapate bien y listo.

Me sentía tan ridícula, no aguantaba los breteles de la malla, quería estar de vuelta y olvidarme de todo, borrar los besos, los abrazos y la vergüenza.

Cuando bajamos en la isla, el sol me encandiló y deseé que lloviera. Necesitaba que las gotas calmaran mi piel caliente, lavaran mis heridas, inundaran todo, y mi familia se alejara nadando hacia lugares desconocidos, lejanos, inalcanzables.

Caminábamos y yo me dejaba llevar, como si no estuviera ahí. Mis pasos hacían lo que tenían que hacer, pero no eran mis piernas las que se movían. Mi cuerpo seguía el mundo, mientras yo estaba alejada de todo. No sentía dolor, ni vergüenza, no tenía bronca, ni deseo. Estaba ahí, viendo desde lejos, segura de que ya no volvería, de que por fin había logrado alejar a mi familia, y que incluso había logrado alejarme de mí misma.

Recuerdo cada parte de la isla, con una nitidez sorprendente. Como si hubiera visto una película en la que yo actuaba. Y son los únicos paisajes que recuerdo. Es como si el resto del viaje no hubiera visto nada.

Lentamente, fui alcanzando a mi cuerpo, y a medida que mi piel se enfriaba, volvía a ser yo. Pero no quería ser yo, no quería ser la chica confundida que iba de los brazos de Gabi a los de Gonza sin entender. No quería ser la hija rehén. No quería ser la insegura que enloquecía ante la mirada de Nati. Ni la histérica y calientapavas. Quería ser una mujer, no la chica. Quería estar con Gabi, sin que mi cabeza me taladrara: tenés que regresar. Quería apropiarme de mi cuerpo.

Las voces y los sonidos volvieron a sonar como de costumbre, como si me hubiera despertado de un desmayo. Mi piel volvía a ser mi piel. Más allá de mis temores, todavía no me había convertido en serpiente. Lo que quedaba del crucero podría lucir mi bronceado. Y fui feliz. Aún tenía un día de navegación.

Amor de cruceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora