Capítulo 26

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Me acordé de las historias de princesas y eran los caballeros los que luchaban por ellas. El padre inventaba un acertijo y solo aquel que pudiera descifrarlo era merecedor de la hija. El tema es que mi viejo no tenía nada de sabio, por lo cual su acertijo sería un desastre, lo podría resolver hasta el caballero más estúpido.

Pero, pensemos en positivo, ¿acaso yo prefería ser una princesa pasiva y esperar en la torre (camarote) que ellos se batieran a duelo por mí? ¿O quería salir al mundo y conquistarlo y elegir mi destino?

Mi respuesta cobarde me daba vergüenza. No podía quedarme viendo cómo Nati me robaba a Gabi, y Gonza se daba por vencido. ¿Quién decía que la monogamia era un valor? Seguro que los que habían puesto las reglas no podían conquistar a dos personas al mismo tiempo. Pero yo, diosa del barco, podía hacer estragos en los indefensos tripulantes. Yo podría conquistar a los dos y tenerlos a los dos, podría enamorar a quien quisiera.

Me miré en el espejo. ¿A quién estaba engañando?

Tomé una moneda. Gabi era cara y Gonza, cruz. La tiré. Cruz. La tiré otra vez, tenía que salir tres veces seguida. Cruz. Por favor, que saliera cara. Cruz otra vez.

Gonza sería mi novio. La moneda lo había decidido. Por las dudas, volví a tirar. Cruz. Me fijé que la moneda tuviera cara. La tenía.

Salí del camarote y me encontré a Gabi.

─Te extraño, estuve toda la noche pensando en vos, odiándome porque te dejé ir.

─Yo también ─respondí.

─¿También me extrañás o me odiás?

─Las dos cosas.

─Pasé todo el día queriendo hablar con vos, pero no te despegabas de Gonza.

Me dio un beso.

─Tengo que ir a una cena, pero quiero verte después. ¿Te parece a las 10 en el mirador?

─No sé ─dije.

Me volvió a besar y me derretí.

Amor de cruceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora