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La relación con Manuel mejoró demasiado, ya había vuelto con Rocío, por lo que pasaron como dos semanas que no nos juntamos y en las que Romina estuvo de mal humor.

Tobías, por su parte, se perdió varios días, y fue literal porque ni siquiera iba al colegio.

Entrábamos al mes de mayo, y yo estaba demasiado emocionada ya que se venían mis diecisiete añitos.

–Mamá– me senté en la cama, ella veía un video en el celular y mi papá estaba escuchando un audio-libro sobre ajedrez.

– ¿Si, hija? –.

–Quiero hacer una fiesta para mi cumple– solté. Esta idea era mía desde que era pequeña, y hablándolo con las chicas sumaron a que sea de disfraces y en la casa donde vivía mi hermana, ya que quedaba en un barrio donde la mayoría vivía y a cinco minutos de la terminal.

–A mí me parece bien, ¿a vos? – miró a mi papá –podríamos sacar los parlantes afuera y...–.

–No, en la casa de la abuela– la interrumpí –ya hablé con Sara y dijo que no tenía problemas– subí los hombros.

–Y, sí. Yo digo que sí– se rió mi papá.

–Bueno, está bien–.

–Justo el sábado yo trabajo–.

–Igual, la mamá va a estar– los abracé a los dos –gracias, gracias–.

Cuando le comenté a mis amigas y compañeros, todos se alegraron y ya mismo empezamos a organizar los disfraces. Las chicas estaban más emocionadas que yo.


Pasaron tres semanas y ya era veintisiete de mayo, el veintiocho era un sábado, no podía ser más perfecto, todo iba a estar re lindo y yo la iba a pasar muy bien.

Esa semana con las chicas ahorramos así comprábamos las bebidas, según Luciana tenía que ser una joda llena de chupa, de vino hasta tequila, y que me iban a hacer una torta en forma de pene, les respondí que no, porque mis hermanos y mi mamá estarían allí, además de mis tres sobrinitos.

– ¿Me van a dar la plata o ustedes llevan para tomar? –.

–Mejor pongamos plata y mañana que cada uno lleve más– dijo Alexandra.

–Sí, me parece una buena idea. Y lleven preservativos para mí– rió Luciana.

Pancho nos abrazó por el cuello a mí y a Romina –y, chicas, ¿mañana pinta la fiesta de disfraces? –.

–Sí– hablé –y más vale que todos vayan disfrazados– los miré –todos o sino pagan prenda–.

– ¿Y qué es la prenda? – preguntó Ricardo.

–Darnos plata– intervino Luciana –primo, pero vos sí o sí andá disfrazado– lo abrazó. Resulta que Ricardo y Luciana eran primos porque sus abuelas eran primas y ellos recién se hablaron o se conocieron mejor este año en el colegio.

–Ya sé, hoy voy a buscar un disfraz–.

–Disculpame, Marti, yo no voy a poder ir– me abrazó Emmanuel. –Tengo problemas en mi casa y ese día me voy a lo de mi papá–.

–Está bien– le sonreí.

Con las chicas planeamos ir a avisarle a los del b, porque yo quería que vayan muchos a mi fiesta para que sea más divertida, o para formar parejitas (que es uno de mis pasatiempos favoritos ja, sobre todo en las jodas).

Como era recreo fuimos con Lucía, Luciana, Romi y Alexandra a buscar a los varones del b, porque teníamos mejor relación con ellos que con las chicas. Los encontramos en el patio tomando la merienda.

–Hola, chicos. Mañana yo hago una fiestita– me reí, mirándolos a César, Oscar y Julián –y los invito pero es de disfraces–.

–Más vale que vayan disfrazados, porque sino no entran– chilló Alexandra.

–O mejor, me pagan prendas a mí– habló Luciana, a lo que todos reímos.

–Y es en la casa de mi abuela, ¿si la conocen, no?–.

–Todos conocen esa casa, mami– rió Romi.

–Dale– dijo César, que era como el lider, o al menos de ese grupito.

–Es a media cuadra de la radio-televisión– agregué –le avisan a sus compañeras, por favor–.

–Bueno, ahora le avisamos a los demás– me sonrió Julián.

–Dale, nos vemos– tomé del brazo a Romi y caminos al quiosco para comprar pipas.

Cuando miré al costado, ya estaban yendo sus compañeras, las tres chicas que querían en todo momento llamar la atención: Vanesa, Paula y Gloria. Que, estando juntas, son infumables, ni siquiera sus propios compañeros las soportaban. La cuestión es que ellas fueron con rapidez hacia los otros tres, para abrazarlos y estar colgadas, incluso Paula gritó: –ustedes son nuestros compañeros. Sólo de nosotras–.

–Qué pelotudas– exclamó Luciana mirándolas mal.

Volvimos al curso a esperar al profe de química, por supuesto le dijimos a las demás chicas en la siguiente hora pero la que se encargó de eso fue Agustina, porque quería ir al curso de al lado y era solamente para ver a Julián.

A la salida del colegio era que todos iban hasta la terminal conmigo a ayudarme a comprar la bebida y vasos, pero cada uno con una excusa mejor que la otra se fue a su casa.

Y ahí, yendo a la casa de mi hermana, me di cuenta que tenía a mis amigas y que eran fieles, estando en la joda y en las veces en que necesitaba de alguien con quien hablar. A lo que me sentí tranquila.

Me acompañaron solamente: Romina, Lucía, y para mi sorpresa Luciana. Me molestó que no estén los demás, aunque lo que más me dolía era la falta de Gabriela y Alexandra, mi supuesta mejor amiga.

Las chicas pusieron más dinero que los demás y dieron vueltas por toda la terminal conmigo a buscar precios y variedad. Luciana puse el doble, diciendo que estaba bien, que ella no tenía problemas en poner demás. Estuvo conmigo subiendo y bajando el caracol, de la terminal a la casa de mi hermana y cargando las cajas de vino, gancia, tequila y vodka. –Igual, mañana llevo gaseosa, chicas– nos sonrió cuando entre las cuatro, hacíamos lo posible para que no se nos cayeran las cajas.

–Está bien, Lu– sonreía –gracias, muchas gracias, de verdad–. Ahí me di cuenta, que después de todo, Luciana era una buena chica, y además, decidí darle una oportunidad, en el sentido de poder confiar en ella porque pocas personas me acompañarían y gastarían el dinero para comprar bebidas, vasos, comida, y ayudar a Romina a comprarse parte del disfraz de mañana.

Lo que jamás dije.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora