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Fiorella en todo este tiempo se encontraba muy mal, triste y preocupada por la salud de su mamá, que la internaron de urgencia en el hospital. Nos comunicábamos muy de vez en cuando porque faltó al colegio los últimos días de la semana y yo andaba demasiado ocupada estudiando para las pruebas antes de las vacaciones de invierno.

Dejé de juntarme con los chicos, la misma razón: habían vuelto con sus novias y prefería concentrarme en aprobar las evaluaciones así las vacaciones las pasaba tranquila.


Me desperté al otro día, recibiendo un mensaje de Fiorella: Martina, mi mamá murió.

Sentí un escalofrió por toda mi espalda y un nudo en la garganta se hizo presente, corrí para ver si estaba mi mamá y le comenté, ella llamó a mi papá que se encontraba de guardia trabajando en el hospital, fue a averiguar y sí, efectivamente la mamá de Fio había fallecido.

–Tomá el té, quédate tranquila y cuando venga tu papá vamos a ir al velorio–.

Asentí –está bien– tragué saliva.

Hablando con mi papá el dolor y las ganas de llorar se me fueron pasando poco a poco, pidiéndome que me relaje y que evite estar tan triste, porque atraía que más cosas que pasen así.

–No hay por qué ponerse tan mal. Martina, la muerte no existe, es un simple cambio. Nos ponemos mal porque nos apegamos a algo que es imaginario. Deberíamos estar felices de que la otra persona partió y dejó de estar en este plano donde lo pasamos triste y sufriendo. Ahora está bien– me sonrió –pero obvio que es un momento donde estamos afligidos porque es muy difícil tomar consciencia de que la muerte no existe, así que hay que respetar–.

Al llegar, saludé a los hermanos de Fiorella y a su papá, quién estaba destruido. Fio no se encontraba porque se había ido a la casa de una de sus amigas, para descansar un poco y para cambiarse o comer algo.

Me quedé rezando al lado del cajón y demás familiares, cuando llegó mi amiga la abracé demasiado fuerte y permanecí a su lado, orando, charlando un poco, intentando distraerla.


Ese día en la noche, las chicas querían salir a bailar, les pregunté a mis papás, mi papá me dio permiso aunque mi mamá no estaba tan convencida.

Así que nos preparamos con Lu, Romi y Luciana para ir, algo triste las cuatro porque les comenté la noticia a las chicas, que dudaron en que saliéramos pero ya teníamos eso listo. Igual, sabía que algo no estaba yendo bien.

Ya dentro del boliche, recibí una llamada de mi mamá, diciendo que vuelva a mi casa porque Fiorella se quedaba a dormir y a la mañana era el entierro. Quise salir pero vi la hora además de no tener dinero para pagarme un remis sola hasta mi casa y mi papá tampoco podía irme a buscar.

Aquella noche tomé, insultándome a mí misma por ser la peor mejor amiga, la dejé sola en un momento donde más me necesitaba. Yo no sé si podrá perdonarme por eso, o si yo lograré perdonarme por estar ausente.


Las vacaciones de invierno comenzaron y me sentía muy decepcionada.

Me molesté con las chicas porque ellas insinuaron que era demasiado aburrida por no querer salir los días de la semana, les contesté diciendo que no quería porque no tenía ganas y porque quería pasar tiempo con Fiorella. Aparte me enojé porque Romina con Luciana le seguían llenando la cabeza a Tobías de que era un carnero y todo eso.

Tampoco hablaba con Manuel, ya que él había dejado de confiar en mí, con la misma idea de que todo lo que charlábamos yo les terminaba comentando a las chicas, lo que por supuesto no era verdad.

Fiorella la primera semana no me respondía los mensajes, ni tampoco quería que vaya a verla, si bien su papá me pedía que me quede a dormir o la traiga para mi casa, Fio no quería ver a nadie.

Luego se quedó a dormir por como tres días, donde salíamos a pasear, charlábamos durante horas sobre los que nos gustaban, le conté muy poco lo que pasó en este tiempo sin decirle los nombres, fuimos a comer o simplemente me contaba lo que planeó durante este tiempo, ya que ambas imaginábamos las novelas y realizamos como el tipo acting, hablándolo o escribiéndolo, ayudadas de nuestra imaginación, y después las ideas que a mí más me gustaban, las escribía.

–Imaginé algo– murmuró.

–A ver, contame–.

Se acomodó el pelo –que en la novela de la chica que era la actriz de... mmm, esa que eran mejores amigas desde chicas– asentí dudando un poco de a cuál se refería –ella tenía un accidente donde su familia estaba muy grave, y morían sus papás, entonces ella estaba sola y le pedía su mejor amiga que la acompañe pero ella, y todos los demás, se iban a una fiesta. La dejaban sola y ella tipo entraba en depresión y se enamoraba de Justin, porque ellos eran amigos desde chicos y él la estaba apoyando en todo ese proceso– me miró. –Y bueno, la otra amiga andaba saliendo con varios chicos a la vez, y tenía problemas porque casi la metían presa– rió –no sé, me gustó, lo vi como un trailer–.

–Ahh, sí, está bueno– hablé con un nudo en la garganta.

Sabía que se refería a nosotras dos y a lo que había pasado semanas atrás, me dio tanta bronca mi actitud y mi silencio, porque le quería decir tantas cosas y simplemente le pedí que vayamos a tomar un helado, intentando distraer más mis pensamientos de odio o decepción a mí misma que los de ella, sea cuales fueran.

Sí, Martina, hiciste muy mal las cosas y la cagaste feo.

Lo que jamás dije.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora