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–Zorra, te queda re lindo porque estás flaca y tenés mucho culo– me miraba Luciana mientras yo me pintaba –ese corto me queda feo a mí–.

–Ponete el mío– se lo pasé.

–Si a mí esto me hace culo, imagínate a vos– empezó a reírse.

–Por eso me gusta– contesté.


Íbamos caminando los cuatro, Luciana nos contaba lo triste que estaba porque se enteró que Fabio tenía una hija y que ella lo aceptaba pero él seguía saliendo con otras chicas y la mamá de su hija la amenazaba a Luci si lo seguía llamando.

Llegamos a la fiesta, estuvimos poco tiempo porque Luciana vio la moto de Fabio, se alteró y andaba como una loca preguntando a dónde estaba él.

Finalmente llegó, y en efecto estaba con una chica demasiado flaquita y de su tamaño pero no dejaba de mirar a Luci, sobre todo cuando ella para ponerlo celoso le bailaba a Juan José, y yo bailaba apenas con Manuel porque no podía doblar mis rodillas.

Manuel en un momento se fue sin decir nada, ni siquiera le habló a Juan José o a Luciana, se llevó su mochila y salió de la fiesta. Los tres nos quedamos perplejos, fuimos a buscarlo a su casa, Juan entró a hablar con él y nosotras esperamos afuera.

–Che, no dijo nada– miró preocupada Luciana –pensé que era joda pero se fue–.

–Sí– me quedé pensando, porque lo había escuchado pelear con Fabio y seguro que fue por eso.

Ellos dos salieron después de diez minutos.

–Vamos, vamos– Manuel estaba en su moto.

– ¡Sí! – exclamamos contentas.

–Y vos venís conmigo– dijo Juan tomando mi mano y ya estando en su moto, hizo que lo abrazara.

Creo que lo mejor de mi vida hasta ahora fue haber salido a pasear y a joder en las motos de noche por toda la cuidad.

Sentir el aire en toda mi cara y estar abrazada al chico, mientras escuchaba la música del parlante que llevaba Luciana y veía sólo luces de tan rápido que íbamos, creo que no tenía comparación.

Pasamos por un barrio semi-privado y nos quedamos tomando un poco ahí y sacándonos fotos los cuatro. No miento, yo veía que éramos muy tumblrs y me encantaba.

–Miren– Manuel indicó un auto que pasaba lleno de música –ahí van Tobías y Fernando–.

Mis ojos y los de Luciana siguieron al auto, mi corazón empezó a latir y tomé su mano.

–No creo– dijo Juan José –ellos me dijeron que se iban a una joda–.

¡Juan José los conoce, conoce a Tobías! Mierda, ¿tenían que nombrarlo?

Tapé mi cara y me apoyé en Luci porque me mareé –todo mal– susurré.

–Se te va a juntar el ganado– rió –y a mí me gusta Manuel–.

La miré sin expresión – ¿qué? – abrí mi boca.

–Sí, pero que quede entre nosotras, por favor– rogó –no le digas a Romina, a nadie–.

– ¡Eh! – gritó Manuel interrumpiendo nuestra charla –vamos que se escucharon las sirenas y vamos a comprar vodka–.

Me subí a la moto de Juan José y ellos arrancaron con rapidez.

– ¡WUUU! – gritaba al mismo tiempo en que levantaba mis manos.

–Bonita no te soltés, que sos mi responsabilidad ahora– me miró Juan José.

–Tranquilo– iba gritando y miraba a Luciana con todo su cabello despeinado y también con los brazos hacia arriba, nos tendimos las manos varias veces hasta que las tomamos y las motos chocaron levemente.

– ¡Pendejas de mierda nos quieren matar! – empezaron a renegar pero más Manuel –puta madre, que locas de mierda–.

– ¡Martina, no hagas eso nunca más! – me retó Juan José.

– ¡Martina, Luciana, la cortan! – chilló Manuel.

–Cállate, Tobías– murmuré y mis ojos se abrieron al darme cuenta de que nombré a Tobías y no a Juan o Manuel, quienes estaban conmigo. Por suerte ninguno dijo algo al respecto.

En un momento Luciana me tiró la bolsa de hielo y al volver a pasársela se cayó, recibiendo otro reto por parte de ellos.

Llegamos a una plaza que estaba sólo iluminada por la luz de la luna, se veía muy lindo y era ideal para sacar fotos pero Manuel dijo que no porque íbamos a llamar la atención de los que estaban allí, agregando que era un lugar jodido.

Me hamacaba y escuchaba cómo Manuel con Juan hablaban de nosotras, diciendo que nos íbamos a reventar el mate (cabeza) en cualquier momento porque estábamos muy borrachas.

Hasta ahora no me había puesto tan ebria y estando consciente de lo que hacía, así que era mi primera vez, me gustó que fuera con una persona a la que quiero demasiado y me cuida mucho, mi mejor amigo Manuel.

Me tiré en el pasto y empecé a pedirles que por favor buscaran mi trabita que era muy importante, la encontraron y Juan dijo que vayamos a la casa porque las dos estábamos muy mal y Luciana se durmió sentada sobre la hamaca, no sé cómo no se cayó.
Así que nos subimos en las motos, mis ojos se entrecerraban en el viaje y sólo sentía mi respiración pesada y mis brazos alrededor del torso delgado de Juan José.


Nos besábamos con pasión mientras mis manos tocaban su miembro y realizando el dato que mi hermana me había pasado: –tocale bien las bolas porque ahí está todo–.

Cuando él tocaba toda la zona en mi entre pierna solté unos cuantos gemidos pero todo se detuvo cuando empezamos a escuchar cómo se movía la cama en donde estaban Manuel con Luciana. Suspiré, Martina otro secreto más.


Los chicos nos dejaron en la casa de mi hermana a las doce, mis ganas de vomitar y mis mareos no cesaban, actué unos minutos cuando vinieron mis papás y me acosté para dormir cuando se fueron a comprar algunas cosas.

A la media tarde, Luciana y yo permanecimos sentadas en el patio.

–Me encantó, boluda– me miraba riéndose.

–Por más salidas en moto– reí.

–¿Viste que parecíamos como en tres metros sobre el cielo? – asentí –yo sería la loca, mmm, Katina, y vos Babi–.

Solté una carcajada –¡ay sí! –.

–Pero ellos serían la versión negra y fea de los actores–.

Negué –no, boluda. No seas así– la codeé.

–Nada de esto a Romina, por fi–.

Asentí sin decir nada, no me gustaba tener que mentir, pero bueno, respetaba su decisión, con la seguridad de que tenía que contarle en algún momento.

Lo que jamás dije.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora