Capitulo Treinta Y Cinco: Pensando.

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Estar sin Kookie me hizo pensar.

¿Hizo él lo mismo?

Me di cuenta de que nos pasamos la vida soñando con deseos que nunca se cumplirán, recordando cicatrices que nunca se irán, construyendo nuestro mundo artificial perfecto a través de mentiras, sin saber lo que podríamos haber sido. Engañándonos constantemente, frenándonos, engañándonos...

Leonardo da Vinci dijo: Las lágrimas nacen del corazón, no del cerebro.

Rollo May dijo: La depresión es la incapacidad de construir un futuro.

Dr. Seuss dijo: No llores porque terminó, sonríe porque ocurrió.

Y fue entonces, cuando todo fue dicho y hecho, que me di cuenta que el dolor es el precio que pagamos por el amor. Me di cuenta de que si no has aprendido de la tristeza, no podrás apreciar la felicidad.

¿Fue tristeza todo lo que viví?

¿Fue tanto dolor el que viví?

¿Tú también lo viviste, verdad Kookie?

— Tae. — me llamo mi madre entrando en mi habitación -estaba en mi casa por unos días, de visita- — Te ha llegado correo. — dijo dejándome una carta a mi lado.

— Okey, gracias por atender la puerta.

— No es nada hijo. — dijo saliendo.

¿Qué sería aquella carta?

La agarré entre mis manos, y la abrí con cuidado de no romper nada del interior.

Era una carta.

Sin remitente.

Una carta completamente desconocida, sin nombre.

Respiré hondo, y me dispuse a leer.

Fue entonces cuando la carta desconocida recibió un nombre.

Era de Kookie.

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