Capitulo 1: Emboscada

955 58 17
                                    

—¿¡Cómo demonios habéis permitido que pasase!?

Sesshōmaru descargó un puñetazo contra la pared de la cabaña con tal fuerza y brutalidad que la madera se rajó de arriba a abajo, cubriendo el suelo de la choza de astillas. Alrededor de su pálido brazo quedó un agujero del tamaño de su cabeza, que permitía ver la silueta del bosque a través de él.

Los rostros de sus ocupantes, ya de por si pálidos y demacrados, se tornaron del color de la cera.

—Cálmate, Onii Sama... —trató de relajar un poco el ambiente Kagome, a pesar de la debilidad generalizada y el dolor de sus heridas.

—¡Deja de llamar así a Este Sesshōmaru, mujer torpe e incompetente!

—¡Te estás pasando, imbécil! ¡Entiendo que la preocupación te este nublando la mente, pero haz el favor de no levantarle la voz a mi hembra!

Inuyasha estaba, como poco, igual de furioso que su hermanastro, pero también estaba asustado. Kagome estaba embarazada de cinco meses y le habían propinado una brutal paliza por tratar de impedir que esos energúmenos se llevaran a Rin. La emboscada había sido llevada a cabo a sangre fría y estaba muy bien planeada. Ejecutada con limpieza y perfección, durante el único momento en el que no era posible para el hanyō oponer resistencia. El único momento en el que sus sentidos de yōkai no estaban ahí para dar la alarma.

—¡Cállate, mestizo inútil! ¡Es a causa de tu debilidad que ha ocurrido ésto!

—¡Todos debemos calmarnos ahora! —se metió por medio, con tono conciliador, Miroku—. No ayuda para nada a Rin Chan el que os estéis peleando.

Se encontraban todos reunidos en la, ahora bastante ruinosa, cabaña de de Kaede, alrededor de la cama donde Kagome reposaba, envuelta en numerosos vendajes y con el brazo y la pierna entablilladas. A través del agujero en la pared, la oscuridad de la noche de luna nueva dejaba paso lentamente a un rojizo y neblinoso amanecer.

—Kagome Sama, ¿se encuentra con fuerzas para contar los detalles?

Kagome asintió y lanzando una última mirada melancólica a Sesshōmaru, volvió a contar los sucesos, esta vez en orden y tratando de acordarse y aportar el mayor número de detalles posible.

—Rin y yo terminamos de lavar los cacharros de la cena en el arroyo y, como cada noche, recogimos nuestros enseres para el baño y nos dirigimos hacia las aguas termales que se encuentran a un kilómetro de aquí, en el bosque.

—¡¿Sólas?!

—Siempre vamos solas, Onii Sama... El baño no es algo que suela hacerse en compañía masculina, y Rin ya es casi una mujercita.

Sesshōmaru gruñó al oír de nuevo esa vulgar e inexacta manera de nombrarlo, pero decidió dejarlo pasar. Necesitaba tener todos los datos y salir a rastrear cuanto antes.

—Mientras nos relajábamos en el agua caliente, Rin me comentaba lo ansiosa que estaba por su visita del día siguiente y estábamos riéndonos de alguna tontería cuando, de repente, escuché un ruido entre los matorrales. Salí del agua para echar un vistazo, no fuera que Miroku o Shippo estuvieran merodeando por la zona. Y cuando estaba buscando entre las sombras, Rin pegó un grito... 

La voz de Kagome se quebraba poco a poco debido dureza de los recuerdos y el pánico por la suerte de su sobrinita.

—Volví corriendo hacía el agua y vi como varios hombres enmascarados la sujetaban y trataban de sacarla. Les ataqué primero con mi reiki pero no les hizo ningún efecto, por lo que me lancé a tratar de separarlos de la niña. Rin lloraba y gritaba, hasta que uno de ellos trató de darle un bofetón, pero otro de los esbirros le detuvo diciendo: "ni se te ocurra, las órdenes son que no sufra ningún daño. Usa ésto..." Después, empapó un trapo con algo que apestaba a éter y se lo puso en la boca. Rin se resistió unos segundos más y se desmayó. Yo, mientras tanto, trataba de soltarme del agarre de los dos que me sujetaban, les calcé unas cuantas patadas y conseguí morder a uno en el brazo. Entonces se cabrearon y el imbécil al que mordí pregunto al que parecía el jefe. "¿Y con ésta qué hacemos?"  "Da igual", contestó el otro. "No nos dijeron nada sobre la otra, podéis darle una lección, para que aprenda a comportarse como una mujer y no como una bestia". Entonces entre los cuatro esbirros se ensañaron conmigo a palos mientras el jefe se llevaba a Rin. Me empezaron a golpear y yo sólo podía pensar en encogerme para que no me diesen en la tripa. Uno de los golpes me debió de dar en la cabeza y ya... A partir de ahí, niebla... Lo siguiente que recuerdo es despertarme aquí, con vosotros.

TelarañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora