Capítulo 14: Despedidas

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Nota de la autora: Bueno, ha pasado lo que tanto me temía: el 1 de abril comencé un nuevo empleo que me resulta realmente agotador y que me ha hecho abandonar una de mis aficiones más queridas. Y es que el trabajar 10 horas al día y el levantarme a las 5.30 cada mañana (¡Ahhhggg, cuánto odio madrugar!) hace que retorne a casa arrastrándome y sin ganas de nada. Es más, este capítulo lleva más de un mes terminado y ni siquiera he tenido fuerzas para corregirlo hasta hoy. Es por eso que quería terminar este fic antes de empezar el trabajo pero entre unas cosas y otras no fui capaz. Bueno, tras el lloriqueo os informo que a pesar de todo no pienso abandonar, y menos tan cerca de la meta (ya solo me quedan el capítulo final y el epílogo). Pero sobre el tiempo de espera ya si que no prometo nada; sólo de pensar en todos los comentarios pendientes por contestar, se me ponen los pelos de punta. 
Eso es todo y siento una vez más haceros esperar tanto. Ahora a disfrutar del capítulo, si es que podéis. Enjoy!

Capítulo 14: Despedidas

Tras esta larga entrevista, la colaboración de Yamaguchi Kanaru y Sesshōmaru con el Gobierno se intensificó tanto que tuvieron que trasladarse de Kyotō a Edo por una larga temporada.

En 1614 se promulgó un edicto para la expulsión de los cristianos, prohibiendo la religión completamente en el país. Y mientras Naraku y el viejo Tokugawa negociaban con la Compañía de Indias, su hijo y Sesshōmaru se dedicaban a la "caza del misionero" a lo largo y ancho de los territorios reunificados.

Durante casi un año, el Daiyōkai apenas se cruzaba con la Araña. Cuando no estaba colgando cristianos, volaba con rapidez a Hokkaidō para estar con Rin y su familia. Su protegida era la venerable matriarca de una familia numerosa, formada por dos hijos, una hija y media docena de nietos. Seguían viviendo apartados del mundo, de otra forma habría sido difícil explicar por qué su esposo parecía tener la edad del mayor de sus nietos, pero eran tremendamente felices. Observándolos, Sesshōmaru calmaba su ansiedad y encontraba significado a todo lo que tenía que soportar como propiedad de Naraku.

Sobre todo le sorprendía la devoción que ese bunshin de aspecto tan frívolo era capaz de demostrar por Rin, aunque a estas alturas fuera ya una abuelita arrugada. Aún le dedicaba constantes piropos, le traía flores cada vez que salía de casa y seguía encerrándose a dormir con ella a solas, a pesar de que esa costumbre no era nada común en las familias de la época. Sesshōmaru los observaba y se preguntaba a menudo si su protegida habría alcanzado tal grado de felicidad si no la hubieran secuestrado y hubiera formado vínculos con un humano cualquiera.

Así transcurrió el otoño y llegó el crudo invierno.

Sesshōmaru y Naraku habían cumplido con sus funciones y se sumaron al numeroso ejército que estaba asediando Osaka. Allí residía la última amenaza existente para la familia Tokugawa: el joven hijo de Hideyoshi en torno al cual se unieron los nobles que se oponían a Ieyasu, alegando que el muchacho era el legítimo gobernador del país. En la celebración de su rendición, el viejo shōgun agradeció a sus dos yōkai consejeros sus servicios y les informó que podrían irse a casa por una temporada, siempre y cuando volvieran cuando empezase la primavera a ofrecer sus servicios a su hijo. Después, levanto la copa y pronunció solemnemente: "Ahora puedo morir en paz"

 Después, levanto la copa y pronunció solemnemente: "Ahora puedo morir en paz"

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