Capítulo Final (Parte 2): The Hound & The Trail

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La señorita Kobayashi Kaeko salió del despacho de su jefe y cerró cuidadosamente la puerta a su espalda, para alejarse apresuradamente al instante siguiente. Su cara estaba blanca como el papel y sentía que su corazón latía tan deprisa que en un descuido se saldría de su pecho y cual pajarito asustado, escaparía volando por la ventana.

Llevaba ya casi tres años en su actual empleo y como secretaria de dirección de una de las mayores constructoras de Kobe, estaba más que acostumbrada a toparse con todo tipo de sujetos desagradables, tatuados y enfundados en llamativos trajes a medida, deambulando por las instalaciones. En su ciudad estaba ubicada la sede del todopoderoso Yamaguchi Gumi, el clan mafioso más importante de Japón y era de dominio público que las constructoras e inmobiliarias de la prefectura constituían la llamada "fachada legal" de la yakuza, encargadas de blanquear el dinero que generaban el resto de sus actividades delictivas.

Estaba acostumbrada a tratar con mafiosos y a pesar de eso, ese hombre que ni hablaba ni se vestía como un gangster era capaz de despertar en ella el pavor más genuino.

Sabía que el Yamaguchi Gumi, como todos los demás clanes yakuza, estaba presidido por un kumicho*: el archiconocido Shinobu Tsukasa. Pero al parecer su liderazgo no iba más allá de ser la "cara visible" de la organización. En realidad era el hombre al que había sido asignada como ayudante, el que -junto con los otros catorce misteriosos shatei* del clan- realmente movía los hilos de la enorme organización, por lo que su identidad se ocultaba celosamente por motivos de seguridad. Cada cierto tiempo ese líder secreto se instalaba en alguna de sus empresas tapadera para revisar que su actividad se ajustara a las exigencias de la Organización y resulta que la empresa de Kaeko había sido la "afortunada"esta vez.

Apareció hace cinco días y desde el primer minuto logró imponer su voluntad incluso a los más altos ejecutivos de la compañía. Le fue cedido el despacho del director general, junto a Kaeko como secretaria, y en la central no se movía una hoja de papel sin que hubiera pasado por su supervisión. 

Y con tantas hojas de papel que circulaban por la oficina, era inhumano pedirle a la pobre Kaeko que nunca se olvidara de algún informe o presupuesto. No había motivos para gritarle de esa manera, ni para mirar con tan profundo desprecio a una pobre secretaria, ¿verdad?

Así pensaba Kaeko mientras trataba de correr por los pasillos de la planta sin descalabrarse de sus altísimos tacones. Unos diez minutos más tarde y con los informes bajo el brazo, volvió a encarar la puerta del despacho del director, que para ella últimamente se había convertido en la mismísima entrada al Inframundo. Inspiró profundamente y tras secarse la lágrima que se le asomaba por el rabillo del ojo, llamó suavemente a la puerta para después abrirla con cuidado

—Con su permiso... Taishō Sama, aquí tiene los informes de prospección para el centro comercial. Le ruego que disculpe una vez más mi incompetencia...

—¡Shh! ¡Cierra el pico, inútil! ¡No ves que estoy en medio de una llamada!—siseo su terrible jefe, fulminándola con la mirada.

Kaeko se quedó plantada en el sitio, paralizada de terror y sus ojos se volvieron a humedecer. Las manos no dejaron de temblarle durante toda la conversación.

—¿Estás seguro de que es él? —volvió a su llamada el líder yakuza—. ¿Qué es igual que en el retrato? Pues eso sí es extraño... Ya os dije que tarde o temprano iría al ni-chome, el muy pervertido... Pero lo de que abriese un burdel ya si que me parece demasiado canteo... Sí, a mi también me parece sospechoso que os permitiese verlo con ese aspecto... Por supuesto que quiero una foto. En cuanto cuelgue, me la mandáis... No, ni se os ocurra acercaros, no quiero que vuelva a esfumarse antes de que me de tiempo a llegar... Saldré para Tokyo de inmediato, puede que hasta me arriesgue a ir por aire... No, no me voy a precipitar. Me quedaré en algún hotel de Nagoya por si las moscas. Vosotros no le quitéis los ojos de encima, pero guardando las distancias. Esta noche estaré allí sin falta... Bien. Más tarde hablamos.

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