Capítulo 7: Degradación y sumisión

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Al salir, la extraña pareja del subterráneo, se encontraba con el cielo teñido de un intenso carmesí. Era la hora del crepúsculo y el rojo era el color dominante, tanto en las nubes como en los numerosos farolillos que colgaban de los árboles del jardín interior. La sobrecargada decoración festiva, junto con la gran cantidad de nobles humanos que purulaban por sus paseos, lo hacían parecer mucho más pequeño de lo que era en realidad, y el murmullo de incontables conversaciones prácticamente tapaba el sonido del conjunto musical que amenizaba la velada. A una señal de Yamaguchi Kanaru, la música se detuvo y poco a poco las conversaciones se apagaron, a medida que los emperifollados nobles se percataban de la esbelta figura que caminaba detrás del regordete mercader. Un instante después, todo el mundo se quedaba helado en el sitio, parecía que el tiempo se hubiera detenido momentáneamente mientras Yamaguchi Kanaru atravesaba la muchedumbre que se apartaba, atónita, a su paso.

Al llegar al fondo, frente a la jaula donde se solían exponer las prostitutas, el mercader se detuvo y alzó la voz.

—Estimados invitados, tal como os prometí, aquí tenéis al yōkai más noble de las tierras del oeste. Ante todos ustedes está Sesshōmaru de Taishō que a partir de hoy pasará a formar parte primordial del harem de la Casa de Los Suspiros.

Una ola de murmullos sorprendidos se levantó entre los invitados. Voces llenas de incredulidad y emoción contenida se esparcieron por los paseos. Los nobles ahí reunidos apenas daban crédito a sus ojos, el Daiyōkai de sus peores pesadillas, ese que les había proporcionado momentos del más genuino terror, estaba allí degradado al nivel de una buscona cualquiera, con una correa al cuello y manso como un corderito.

Otro magnífico fanart del que desconozco el autor

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Otro magnífico fanart del que desconozco el autor. Si alguien lo conoce, 
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El propio Sesshōmaru estaba atónito. Podía ver claramente entre los invitados a líderes de clanes largo tiempo enfrentados, clanes que habían estado operando hasta hace poco bajo su dominio. Así que esto era lo que planeaba la araña: eliminar totalmente su autoridad para que los humanos pudieran sentirse libres de conspirar y guerrear a placer.

Yamaguchi Kanaru le hizo entrar en la jaula de madera y una vez dentro, le hizo una indicación para que se sentara y le ofreció una copa de sake.

—Pagarás por esto algún día... —masculló entre dientes el Daiyōkai.

—Tal vez... Pero no hoy. Relájate y tómate algo, tienes una noche muy larga por delante. Y si en algún momento te ataca la tentación de oponerte a mí, recuerda quién sufrirá las consecuencias.

Sesshōmaru bufó y alcanzó la copa que se le ofrecía, vaciandola de un trago. Tenía un regusto extraño y dulzón pero era alcohol al fin y al cabo, y necesitaba algo que le ayudase a dejar de pensar tanto. Naraku esperó a que se la terminara y después ató sus muñecas con una tira de seda, para enganchar el nudo a la reja de madera, por encima de su cabeza.

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