Capítulo 11: Adicción y Frustración (2ª Parte)

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Los días siguientes a ese reencuentro se sucedieron con tal rapidez para ambos que, de haber tenido que contabilizarlos, ninguno de los dos habría sabido hacerlo con precisión. Follaban hasta quedar extenuados y se quedaban dormidos de puro agotamiento. Al despertar se encontraban con el cuerpo desnudo del otro al lado y el deseo despertaba junto a la conciencia.

El principal culpable de ello era el propio Sesshōmaru, que a la mañana siguiente se sintió tan asqueado de si mismo que, de haber podido arrancarse la cabeza, lo habría hecho de buen grado. Lo peor era que no solamente lo había permitido, sino que lo disfrutó como nunca había disfrutado nada con anterioridad.

Miró al culpable, que yacía desnudo a su lado en el futón, pero su estómago no se encogió de rabia ante la imagen; fue más bien, otro tipo de encogimiento. Cerró por un instante los ojos y notó como su ano se contraía y palpitaba. La presencia del pene de Naraku en su interior aún permanecía allí, como un lascivo fantasma, que deseaba que volviera a tornarse carne. Comenzó, en ese momento, a odiarse a si mismo, algo totalmente contrario a la excelente opinión que siempre tuvo de su persona. Y era porque estaba empezando a comprender que por mucho que se drogara y masturbara en solitario, solamente Naraku era capaz de provocar que perdiera la cabeza de esa manera tan absoluta. Ese pensamiento acabó por fundir sus circuitos y se levantó de un salto para buscar la botella de afrodisíaco y ahogar en ese químico todos sus remordimientos.

Al poco rato Naraku se despertó también, dominado por la enloquecedora sensación de una lengua lamiendo su endurecida erección. Abrió los ojos y se quedó anonadado, observando el lento sube y baja de la cabeza de cabellos plateados sobre su pene. El Lord del Oeste estaba allí, entre sus piernas, chupándosela de manera tan intensa y hábil, que tuvo que pellizcarse para comprobar que no estuviera soñando. 

Pero el placer pronto barrió con su estupor y dejó de tratar de encontrar una explicación para el comportamiento del Daiyōkai

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Pero el placer pronto barrió con su estupor y dejó de tratar de encontrar una explicación para el comportamiento del Daiyōkai. Esa mañana volvieron a tener sexo, y por la noche, y al día siguiente... Encadenaban un polvo tras otro, atrapados en una espiral de lujuria infinita que solo se pausaba durante las horas necesarias para recuperar energías. Naraku hacía enormes esfuerzos por imponerse ciertos horarios: se levantaba y se vestía, para ponerse al día con sus negocios y volvía al caer la noche para traer alimentos al Daiyōkai y a hacerle compañía. Pero cada vez que retornaba, se encontraba a Sesshōmaru tan caliente y deseoso que a duras penas lograba separarse de su lado al día siguiente ¿Cómo iba a resistirse a semejante tentación? No podía ni deseaba hacerlo, aunque cada vez le resultara más chocante el cambio en el carácter y comportamiento de su prisionero.

El Daiyōkai apenas se alimentaba, no le dirigía la palabra más que para exigir sexo y no demostraba interés alguno por ninguna actividad ajena al mismo. Parecía algún tipo de muñeco degenerado y pasivo, cuya mirada nublada y falta de energía preocupaban a Naraku más por momentos.

Definitivamente algo no iba bien en la cabeza de su prisionero. Incluso le tuvo que recordar que ya iba siendo hora de hablar con su protegida. Rin llevaba mucho tiempo sin recibir noticias suyas y seguramente estaría preocupada.

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